El plan de vacunación, tal y como está planteado en Cataluña y en España, no dará los resultados esperados. Y no nos referimos ahora a los problemas de logística y las debilidades organizativas que están atenazando su inicio, sino el cálculo de las propias cifras oficiales, por lo tanto, considerando que todo se desarrolla con normalidad, lo que tal como muestran los hechos ya es mucho suponer.
En el caso de Cataluña, llegar al 60% de la población significa aproximadamente vacunar a 4 millones de personas. El 60% es una cifra justa para alcanzar la inmunidad de grupo, pero habrá que añadir a este porcentaje el número de personas que ya están inmunizadas porque han pasado la enfermedad y también a la población infantil, y que se descontará del total. Por lo tanto 4 millones es una cifra óptima. El problema es que con el número de dosis semanales que quiere realizar la Generalitat, 35.000, sería imposible alcanzar la cifra de 4 millones de personas vacunadas durante el 2021. De hecho a este ritmo señalaría que el primer millón de personas vacunadas no se lograría hasta después de 30 semanas y eso nos situaría en el mes de agosto. Por lo tanto, muy lejos de la cifra objetivo necesaria.
Pero este cálculo todavía es optimista porque estamos hablando de dosis, y las dos primeras vacunas se aplican en dos dosis y por tanto hay que reducir el número de vacunados a la mitad. Hasta que no estén disponibles nuevas opciones que permitan la inmunidad con una sola inyección, el problema se multiplica. Por tanto, no hay habría posibilidad de normalidad, no ya en Semana Santa, sino ni siquiera en verano. Y las fiestas de Navidad del año que viene presentarían un cierto grado de incertidumbre en cuanto a poderlas celebrar con normalidad.
En este sentido, el ministro de Sanidad Illa nos vuelve a engañar, como lo ha hecho manta veces, cuando afirma que piensa que la población puede alcanzar un grado de inmunidad que permita funcionar ya con una cierta normalidad en junio o julio. No será así, a menos que se triplique la capacidad de vacunar.
La situación de Cataluña no es muy diferente de la del conjunto de España donde el ritmo también es muy lento. Contrasta este hecho con el ejemplo de Israel, un país donde en el pasado a menudo los políticos catalanes se reflejaban.
Israel tiene 9,2 millones de habitantes, y está suministrando a un ritmo de 150.000 vacunas al día. Lo que ellos hacen en un día, nosotros necesitamos casi un mes y medio para hacerlo. Para igualarlos, considerando la población de Cataluña, deberíamos estar vacunando diariamente a100.000 personas. La pregunta es ¿qué tiene y qué hace Israel que no tengamos y hagamos nosotros? Y que no se diga que un estado propio, porque la vacunación es un reto estatal que dirige Illa, pero que tiene todas las capacidades transferidas a las CCAA. Esto no detrae su responsabilidad ni capacidad de acción, pero fija claramente el potencial de respuesta del actual gobierno de la Generalitat, que ha programado un pobre dispositivo de 500 enfermeras que todavía está buscando. Por si esto fuera poco, hay que tomar buena nota de la advertencia de BioNTech-Pfizer que es una de las grandes empresas que desarrolla la vacuna. Su advertencia va en el sentido de que puede haber paros en las campañas de vacunación de los países de la UE por escasez de las dosis, mientras no haya disponibles otras vacunas. Este hecho, según BioNTech-Pfizer, es la consecuencia de que » el proceso en Europa no fue tan rápido como en otros países» y ahora este menor ritmo nos sitúa en dificultades de aprovisionamiento, al menos a corto plazo, ante el Reino Unido y EEUU, así como de aquellos países que tienen vacunas propias como Rusia y China.
En definitiva, Illa abandonará el ministerio de Sanidad cuando la incertidumbre más absoluta planea sobre la vacunación y la posibilidad de que en el 2021 sea el año del retorno a la normalidad. Si las previsiones se acaban confirmando, una vez más los que gobiernan nos habrán dado gato por liebre y además, posiblemente, con el beneplácito de una buena parte de los votantes.