A la Unión Europea (UE) le ha llegado la hora de la verdad

Con la guerra de Ucrania y la segunda llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, a la Unión Europea (UE) le ha llegado la hora de la verdad, de ser o no ser, de alcanzar o no su unión política federal, dotada de políticas de exterior y defensa comunes. A través de su “mecanismo estímulo-respuesta”, el gran historiador, británico, Arnold Toynbee, nos ha enseñado que las civilizaciones menguan o mueren cuando no son capaces de reaccionar adecuadamente a los estímulos o desafíos que reciben. Para la UE, la alternativa a la unión política es la irrelevancia. 

Se ha escrito que una Europa unida es la única utopía razonable que han inventado los europeos. Hemos inventado unas cuantas utopías horribles -paraísos teóricos convertidos en infiernos reales-. Utopías razonables, en cambio, solo habríamos inventado una: la idea de una Europa unida.

Esta “utopía” no significa un “no lugar”. No es un sueño irrealizable, sino un proyecto razonable, ideal, pero de difícil realización. Este proyecto es el único que puede garantizar la paz, la prosperidad y la democracia en Europa. Lo sabemos porque lo hemos comprobado durante los últimos tres cuartos de siglo que llevamos de integración europea, que han sido portadores de unos niveles de paz y prosperidad como Europa nunca había conocido a lo largo de su conflictiva historia.

El proceso integrador hacia una Europa unida -un proyecto político inédito y muy innovador, que ha podido ser definido como «el gran proyecto político del siglo XXI»- está hoy en peligro. Ahora mismo, en Europa, peligran la paz, la prosperidad y la democracia, todo lo que el proyecto de una Europa unida ha conseguido en las últimas décadas.

Los europeos debemos trabajar más «pro Europa»

Los europeos deberíamos ser capaces de completar el proceso de integración y alcanzar el objetivo de una Europa unida. Debemos trabajar más “pro Europa”. Éste es precisamente el título y la intención de este Blog. La denominación se inspira en una acertada realización institucional del presidente Pujol de comienzos de los años ochenta del siglo pasado, poco después de llegar a la presidencia de la Generalitat en 1980. Se trata del Patronat Català Pro Europa, creado en 1982, dedicado a la preparación de Cataluña de cara a la inminente adhesión de España a la Europa Comunitaria (1986). Recuerdo que el presidente Pujol se presentaba entonces a menudo como un “patriota europeo”. Proclamaba que Cataluña era un país de origen carolingio y que la próxima adhesión de España a la Europa Comunitaria haría que Cataluña «volviera a casa».

Los europeos de hoy vivimos atrapados entre Vladímir Putin y Donald Trump, que en modo alguno quieren una Europa unida. Saben que la UE es el gran bastión de la democracia en el mundo. También intuyen que, si Europa se uniera de verdad, sería un competidor imbatible en muchos campos. Están haciendo todo lo posible por desarticularla.

El día 15 de marzo tuvo lugar en Italia una gran manifestación pro Europa. La sociedad civil italiana ha salido a la calle -en el marco de una movilización espontánea, popular y transversal- para defender el orgullo de ser europeos, ondeando la bandera de la UE con sus doce estrellas doradas sobre fondo azul. Esta iniciativa merece ser replicada en todo el continente.

Para nosotros, los europeos, Europa es nuestra patria. En palabras de Václav Havel, Europa es el hogar de nuestros hogares. Ortega y Gasset ha escrito que Europa es una «sociedad que todavía no ha llegado a organizarse políticamente de forma unificada». «Los pueblos europeos son desde hace mucho tiempo una sociedad, una colectividad. Europa es como un enjambre: muchas abejas y un solo vuelo. Europa es una unidad en la diversidad. Este carácter unitario de la magnífica pluralidad europea es fecundo y deseable. La unidad de Europa no es una fantasía, sino que es la propia realidad. La fantasía es precisamente la creencia de que sus estados son realidades sustantivas e independientes. La unidad de Europa es un proyecto sugestivo de vida en común”.

El intelectual búlgaro, Tzvetan Teodorov, ha escrito que «la única y verdadera identidad de Europa es su diversidad; Europa debe ser políticamente una y culturalmente plural». Teodorov avisa de que es necesario conciliar diversidad cultural y unión política. Sin su diversidad cultural, Europa se empobrecería de forma irremisible, porque la variedad de lenguas, culturas, tradiciones locales y autonomías sociales es una fuente inagotable de riqueza y por eso hay que cuidarla y potenciarla. 

El presidente Jordi Pujol se hizo suyo este discurso y lo supo “vender” muy bien desde la presidencia de la Generalitat de Catalunya. Su «patriotismo europeo» fue una fórmula ganadora en Barcelona, ​​Madrid y Bruselas (hoy se hablaría de una fórmula win-win).  Para la Cataluña y la España de los años ochenta del pasado siglo -pocos años después del fin del franquismo- Europa representaba una gran promesa de modernidad, prosperidad, democracia y libertad.

Nuestra patria es Europa, una Europa unida que no puede construirse contra ninguna nación ni contra ningún sentimiento nacional, sino que debe respetarlos a todos, integrándolos y trascendiéndolos. El proyecto de integración que empezó en 1950 con la Declaración Schuman y la posterior creación de la primera Comunidad Europea, la CECA (Comunidad Europea del carbón y del Acero) (1954) pretendía llegar a la creación de una Europa federal, capaz de combinar la unidad política con la diversidad lingüística, cultural e identitaria.

En una editorial reciente de un reputado diario italiano se puede leer lo siguiente: 

«Europa es más fuerte de lo que muchos piensan. Tenemos el primer mercado interior del mundo, somos la primera potencia comercial, utilizamos la segunda moneda del mundo, el euro, y tenemos el tercer PIB del mundo. Si los europeos nos unimos de verdad y tenemos visión histórica y ambición política, el siglo XXI puede ser el de la Europa unida, por nuestro bien y del resto del mundo. Paz, reconciliación, concordia, prosperidad, estabilidad y democracia han sido los grandes pilares que han sustentado el proceso de integración europea por la vía de las Comunidades Europeas, hoy Unión Europea. Son también los pilares de la futura Unión Europea cuando haya llegado a la unión política federal”.

¿Qué más debe ocurrir para que la UE reaccione y llegue a la unidad política?

El poeta alemán Hölderlin ha escrito en su poema Patmos que «donde está el peligro, allí también crece lo que salva». 

“¿Qué más debe ocurrir -acaban de escribir los eurodiputados Verhofstadt, Ruiz Devesa y Barón en una Tribuna de prensa- para que Europa reaccione? 

Pocas semanas han pasado desde la toma de posesión de Trump como presidente de Estados Unidos por segunda vez, y ya constatamos que Estados Unidos no son nuestros aliados. Vemos, en cambio, el surgimiento de un nuevo eje Trump-Putin (Trumpin) y el final de la alianza transatlántica fundada en agosto de 1941 por Churchill y Roosevelt contra la Alemania nazi. Es evidente que no compartimos la misma visión del mundo ni podemos confiar en Estados Unidos para la defensa territorial de la UE. Europa está sola frente a un peligro real y debe asumir su responsabilidad. La libertad tiene un coste.

Debemos crear una nueva Comunidad Europea de Defensa (CED). La propuesta anterior de una CED (1954) fracasó por el rechazo del parlamento francés, temeroso ante un rearme alemán. La nueva CED se encargaría de nuestra defensa como pilar europeo de la OTAN y constituiría nuestra «autonomía estratégica». Paralelamente, debemos llegar a la unión política a través de la reforma federal de los tratados propuesta en el Parlamento Europeo en el año 2023. Hay que elegir entre Estados Unidos de Europa o el eje Trumpin”.

¿El próximo Premio Carlomagno para Donald Trump?

El prestigioso colaborador del Financial Times, Gideon Rachman, acaba de escribir un artículo con este título: Trump is making Europe great again. Es un MEGA (Make Europe Great Again) que contrapone al famoso MAGA de Trump (Make America Great Again).

Rachman escribe irónicamente lo siguiente: 

“Trump no conseguirá nunca el premio Nobel de la Pau que tanto desea, pero sí que es un firme candidato a conseguir el premio Carlomagno que cada año se otorga en la UE a una personalidad que haya contribuido de manera notoria al proceso comunitario de integración europea. Trump ha hecho nacer una Europa de la Defensa, estimula la emisión de nuevos eurobonos para financiarla y ha conseguido el retorno del Reino Unido hacia la UE para hacer frente común ante la ruptura de la alianza transatlántica. Todos los grandes pasos adelante de la UE se han producido históricamente como una reacción a estímulos fuertes recibidos en forma de shocks geopolíticos; el primero fue al final de la Segunda Guerra Mundial, el segundo fue el final de la Guerra Fría y hoy, por cortesía de Trump, tenemos la ruptura de la alianza transatlántica. Europa ha sabido reaccionar muy bien ante los dos primeros estímulos. Ahora puede hacer el mismo con el tercero”.

Es evidente que no compartimos la misma visión del mundo ni podemos confiar en Estados Unidos para la defensa territorial de la UE. Europa está sola frente a un peligro real y debe asumir su responsabilidad. La libertad tiene un coste Compartir en X

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