Unanimidad inesperada: el “Plan de Paz Trump” para Gaza sacude el tablero geopolítico

¿Quién lo hubiera imaginado? —esa es la pregunta que recorre los salones diplomáticos desde que Donald Trump y Benjamin Netanyahu presentaron su plan de 20 puntos para Gaza y, sorprendentemente, lograron arrancar respaldos de países que hasta hace poco lo consideraban aislado.

Tras semanas de noticias sombrías en los medios —con titulares como aquel de La Vanguardia que anunciaba un Trump aislado en la ONU—, el expresidente estadounidense vuelve a brillar en el centro del escenario mundial con una jugada diplomática inesperada. Lo más llamativo: España, representada por Sánchez, se suma al respaldo oficial, alineándose con el Partido Popular, mientras su socio de gobierno, Sumar, se opone radicalmente. Porque, en política, los silencios o las graves tensiones internas suelen ser más elocuentes que los discursos altisonantes.

Este aparente consenso global tiene, sin embargo, un talón de Aquiles: el plan no establece claramente un Estado palestino ni garantiza protecciones concretas para la población gazatí. Más bien asume la desaparición de Hamás y concede facultades prácticamente absolutas al nuevo régimen transitorio.

Los 20 puntos del Plan de Paz Trump para Gaza

Según el texto oficial que ha circulado públicamente (versión de septiembre de 2025)

  1. Gaza será una zona desradicalizada y sin amenazas a sus vecinos.
  2. Gaza se reconstruirá para beneficiar a su población, que ha sufrido años de destrucción.
  3. Si ambas partes aceptan el plan, la guerra cesará de inmediato; Israel retirará tropas a posiciones acordadas mientras se preparan los intercambios de rehenes.
  4. Dentro de 72 horas de que Israel acepte el plan públicamente, todos los rehenes —vivos y fallecidos— serán entregados.
  5. Israel liberará 250 presos condenados a cadena perpetua y 1.700 gazatíes detenidos desde el 7 de octubre de 2023. Además, por cada rehén liberado, se entregarán los restos de 15 palestinos muertos.
  6. Se creará la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF) que trabajará con Israel, Egipto y fuerzas policiales palestinas para asegurar fronteras, supervisar el desarme y prevenir el contrabando de armas.
  7. Israel no ocupará ni anexará Gaza. A medida que la ISF estabilice el terreno, las Fuerzas de Defensa israelíes (IDF) se retirarán por etapas según criterios de desmilitarización pactados.
  8. En caso de que Hamás retrase o rechace el plan, las medidas previstas —incluida la ayuda humanitaria aumentada— seguirán aplicándose en las zonas liberadas por Israel y entregadas a la ISF.
  9. Se establecerá un gobierno transitorio tecnocrático, apolítico, en Gaza bajo supervisión internacional —el llamado “Board of Peace” presidido por Trump y con miembros internacionales.
  10. Se creará un mecanismo de “desconflicción” para coordinar las acciones entre Israel, la ISF y los actores locales.
  11. Se impulsará un diálogo interreligioso basado en la tolerancia y el entendimiento, con narrativas de paz para ambas sociedades.
  12. Se contempla la posibilidad de eventual autodeterminación palestina, condicionada a reformas profundas en la Autoridad Palestina, reconocimiento mutuo y estabilidad garantizada.
  13. Estados Unidos facilitará un canal de diálogo entre Israel y los palestinos para acordar un horizonte político de coexistencia pacífica.
  14. Garantías regionales asegurarán que Hamás y facciones cumplen sus compromisos y que esto no represente amenaza futura para Israel o países vecinos.
  15. El retiro israelí será gradual, con plazos y estándares acordados para entregar territorio bajo control de la ISF.
  16. Israel no anexará Gaza ni extenderá su soberanía sobre el territorio.
  17. Si Hamás se mantiene en rebeldía, el plan seguirá avanzando en las zonas liberadas y consolidadas por la ISF.
  18. La reconstrucción de Gaza será monitoreada por la comunidad internacional, con fondos gestionados por organismos neutrales.
  19. Se promoverá la integración económica, inversiones, creación de empleo y recuperación urbana como parte del plan de desarrollo.
  20. El plan reconoce la aspiración palestina a un Estado, aunque no lo garantiza de forma inmediata: dependerá del cumplimiento de reformas y condiciones consensuadas.

Una arquitectura de paz… bajo condiciones

La aparente unanimidad internacional se asienta sobre este texto, que mezcla ambición diplomática con contradicciones políticas. No hay duda de que el respaldo global —desde países árabes hasta europeos— constituye un logro para Trump y Netanyahu. Pero conviene subrayar que ese consenso no se basa tanto en una visión compartida del futuro palestino, sino en la acogida de un esquema que, en los hechos, refuerza el control israelí y margina a Hamás.

Insistir en la “convergencia” oculta un axioma esencial: no es que todos creamos en este plan, sino que pocos se atreven a enfrentarlo públicamente. En España, por ejemplo, Sánchez lo aprueba públicamente, mientras su socio lo rechaza. En muchos países europeos, ello repercute más como un célebre “timing diplomático” que como respaldo comprometido.

El gran problema: no hay un mecanismo claro para garantizar la protección de civiles en Gaza. Israel tiene vía libre para “planchar” sectores rebeldes y el nuevo gobierno interino no cuenta con fuerza militar propia fiable. Necesita que fuerzas externas (ISF) impongan seguridad. Si esa transición fracasa, el vacío de poder puede ser letal.

Tampoco hay un calendario creíble para la formación de un Estado palestino ni un cronograma firme de transferencia. En contraste, la rendición de Hamás es presentada como condición previa, no como parte de una negociación. Y Hamás ya ha advertido que aceptar esas condiciones equivaldría a su autodestrucción política.

La narrativa de un triunfo: del aislamiento a la cohesión global

Lo que algunos medios señalaban como aislamiento de Trump (gritando contra la ONU, confrontando organismos multilaterales) hoy se lee como una pieza de teatro internacional: el debilitado se convierte en árbitro. Que España, Francia, Reino Unido y varias potencias del mundo árabe respalden el plan —o al menos lo toleren— es un pulso diplomático que reescribe jerarquías.

Pero esa “gran unanimidad” tiene su coste. Porque puede ocultar disensos de fondo, silencios forzados, o apoyos condicionados que podrían desmoronarse ante la primera crisis real: un nuevo bombardeo masivo, un fracaso en el reparto de ayuda o una confrontación con fuerzas insurgentes.

Entre la utopía y el abismo

Este plan no es un pacto entre iguales. Es un diseño donde el vencedor redacta las reglas y los vencidos deben aceptarlas. Israel obtiene el control territorial progresivo, Hamás queda ilegalizado o reducido a cenizas políticas, Gaza queda bajo tutela externa con poca capacidad autónoma. Y el pueblo palestino —válido ente de sufrimiento— queda al margen de la decisión real.

Sí, Trump ha conseguido un triunfo diplomático inesperado, con aplausos que resuenan más por sorpresa que por convicción. Pero un plan que da carta blanca para que Israel aplaste Gaza, sin comprometer mecanismos de protección o proyecto político genuino, es una victoria pírrica para cualquiera que pretenda una paz justa.

Y ahora queda lo más complejo: ver si Hamás acepta, si la comunidad internacional impone vigilancia, si la nueva autoridad controlará la violencia y si algún día Gaza podrá reconstituirse con dignidad.

Trump logra respaldo global a su plan de 20 puntos para Gaza, con España incluido. ¿Unánime o impuesto? #PlanTrump #Gaza Compartir en X

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