Los coches se evaporarán
Publicado en La Vanguardia el 07/03/2023
Seguro que la mayoría de los ciudadanos ignoran el innovador fenómeno que Ada Colau y la responsable de urbanismo, Janet Sanz, confían en provocar en Barcelona, con el fin de resolver para siempre los problemas de contaminación y movilidad.
Lo denominan evaporación, y es la única forma de conseguir que, concentrando los coches en los dos tercios de las calles del Eixample gracias a la supermanzana, liquidando la Via Laietana, uno de los pocos ejes mar-montaña, e introduciendo el carril bici en Via Augusta, además de todo lo que se les ha ocurrido para impedir que los coches circulen, no ocasionen el colapso de la movilidad.
Por si no hubiera suficiente con todo eso, y con la generalización del urbanismo táctico, Colau y Sanz nos preparan nuevas experiencias multisensoriales si vuelven a ganar. Se trata de reconvertir dos plazas emblemáticas: la de Espanya y la de Francesc Macià. En la primera, la acción más importante consiste en hacer desaparecer el túnel subterráneo de entrada a la ciudad. La dedicada a Macià debe ser ganada para el pueblo y convertida en una gran área terminal de autobuses. Y venga.
Pero si los vehículos no pueden circular por el Eixample, ni cruzar la ciudad, ni entrar en Barcelona… ni salir. Si todos se acumulan en dos terceras partes de las calles, ¿cómo se evitará el colapso? Y aquí aparece el concepto urbanístico genial: se evaporarán, se disolverán en la atmósfera. La tesis de las dos señoras que gobiernan la ciudad es que al impedirles circular, entrar o salir, los hará desaparecer como por arte de magia.
Evaporar el coche. Esa es la gran estrategia. Claro que este camino presenta un problema muy grave: evaporarán también la actividad económica vinculada a esta movilidad, que no es fruto del deseo, sino de la necesidad. La economía de Barcelona decaerá. La palabra exacta es decrecerá. Evaporación igual a reducción de la actividad económica. Y ese es el otro fin del gobierno municipal. Y quien lo dude, que lea El capital en la era del antropoceno de Kohei Saito, gurú del decrecimiento, y el elogio que hace del proyecto de nuestra alcaldesa.
Las próximas elecciones van de eso: decrecer o desarrollarse.
Harán hablar a las piedras…
Publicado en La Vanguardia el 13/03/2023
Somos conscientes de las consecuencias de la supermanzana del Eixample de Barcelona, que está aplicando Ada Colau a paso de carga?
Se trata de impedir la circulación, excepto la de bicicletas y patinetes, en 18 calles. Nueve en sentido Llobregat-Besòs: Còrsega hasta Viladomat, Provença, Consell de Cent, Tamarit, Parlament, Aldana, Ausiàs March, València desde la Diagonal y Sant Antoni Maria Claret. Además de otras nueve mar-montaña: Llançà, Rocafort, Borrell, Casanova, Enric Granados, rambla Catalunya, Girona, Sicília y Cartagena, a las que debe añadirse Via Laietana. A todo esto, se le deben sumar los impedimentos del urbanismo táctico en el resto de las calles y la proliferación de los carriles bici.
El resultado es una estrangulación brutal de la movilidad, que se concentrará en los dos tercios de calles restantes, que no solo deberán absorber los vehículos privados, sino el transporte público, los taxis, los servicios de distribución de mercancías y los otros servicios (ambulancias, bomberos, policía). El colapso de la circulación agravará los daños ocasionados por la contaminación y el ruido sobre la mayoría de la población. La situación actual de la calle València es una muestra atenuada de lo que le sucederá a Barcelona.
Esta cancelación del pla Cerdà presenta además grandes irregularidades. La primera es su falta de legitimidad democrática causada por la ausencia de una consulta ciudadana, que debería hacerse extensiva a la prolongación del tranvía por la Diagonal. No puede imponerse manu militari, con un simple plan de obras, un cambio tan radical, que compromete el presente y futuro de la ciudad y, más allá, el funcionamiento de la región metropolitana.
La segunda irregularidad se refiere al procedimiento administrativo seguido para aprobar las transformaciones. Un acuerdo de la comisión de gobierno municipal aprobando un proyecto de obras como si de ampliar unas aceras se tratara, en lugar de lo que es: la modificación del planeamiento urbano vigente, que va a alterar la movilidad del centro terciario de Barcelona, que es lo mismo que decir metropolitano, con una afectación sobre las necesidades de cinco millones de personas. Porque, y esto debe subrayarse, el 78% de los vehículos que circulan por el Eixample proceden de fuera de la ciudad.
La tercera es la ocultación del coste total de esta transformación. ¿Serán 700 millones, a los que debe añadirse el coste del tranvía? Pero hay más. Se oculta cuál será su régimen de explotación. ¿Se mantendrá la concesión privada como en el tranvía actual, que se beneficiaría así de la inversión pública practicada? ¿O se rescatará la concesión, y en este caso hay que añadir 400 millones más a su coste? Y si
se mantiene la privatización, ¿cómo afectará a los ingresos de la deficitaria compañía TMB? La falta de transparencia es absoluta.
Por último, nada se sabe de cómo perturbará a la actividad económica y al empleo. Comercios, oficinas, talleres, aparcamientos. Todo cambiará radicalmente con un tercio menos de calles. ¿Cuál es la dimensión de esta deslocalización?
Pero es que, además, todos los kilómetros de calles sin tráfico se ajardinarán, menos que más, lo que multiplica su coste de mantenimiento, si se quiere evitar su degradación, en una ciudad que ya sufre de este mal en una medida extraordinaria. Pero precisamente por esta razón, y por el deficiente estado actual de las zonas verdes, ¿por qué hemos de confiar en que harían un buen mantenimiento a una escala mucho mayor, cuando son incapaces de hacerlo en la actualidad? Los experimentos, con gaseosa.
Colau destruiría así la movilidad de Barcelona, creando una ciudad de primera: la de las calles sin coches, si no las degrada la masificación de bicicletas, patinetes, los botellones y el refugio nocturno de personas sin hogar, y otra de segunda: la de las calles colapsadas, contaminadas por encima de todos los límites y ruidosas hasta la enfermedad, como la actual calle València.
Pero para el fiscal delegado de medio ambiente “no es evidente que, para la realización de una ordenación de ese espacio público, en la forma establecida por esos ejes, fuera necesaria previamente la modificación del Plan General Metropolitano (PGM)”. Se ve que no le basta para tal cosa la liquidación de un tercio de las calles. “Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”. Amén.