TV3. La crisis de «Zona Franca» o los límites arbitrarios a la libertad de expresión

Todo empezó el martes 24 de enero cuando en el programa de humor Zona Franca de TV3 se presentó un gag que ha dado lugar a un gran revuelo. Consistía en una parodia de Manel Vidal, un humorista del programa, que representaba un consultorio político que analizaba el posicionamiento de los partidos a partir de un gráfico que se veía en pantalla con un eje horizontal, derecha/izquierda, y otro vertical, autoritario y liberal. Cuando le tocó la hora al PSC, la sobreimpresión del cuadrante de la confluencia autoritario y derecha se sustituyó por una gran esvástica. No hubo palabras, simplemente ese grafismo. Y a partir de ahí la crisis.

El director de TV3, Sigfrid Gras, comunicó el despido del humorista al considerar que «hay límites que no se pueden traspasar».

Cabe añadir que la televisión catalana declara que la cadena y la productora «revisan todos los guiones del programa», lo que equivale a subrayar que existe censura previa. Los criterios de esa censura pertenecen al secreto de sumario.

Sin embargo, en este caso no funcionó porque se trataba de un grafismo que no aparecía en el guión del programa. Gras ha afirmado que «nosotros sabemos que sois irreverentes -refiriéndose a la productora de Zona Franca, Atomic Beat Media-, y vosotros que en la televisión pública hay unos límites. El gag de Vidal no se adecua a TV3. Es grave».

Pero obviamente la historia no ha terminado aquí, porque esta semana se ha producido un nuevo asunto con la dimisión de Joel Díaz, el presentador del programa. Renuncia en protesta por el despido de Manel Valls y explica sus razones a través de Twitter: «una decisión que considero injusta e inaceptable tanto en el fondo como en la forma en la que se ha tomado el comunicado». También ha marchado un guionista, Magí Garcia.

El resultado fue que TV3 emitió un comunicado que anunciaba que ayer, martes 30, no se emitía el correspondiente programa y que se estudia su continuidad. Por tanto, un revuelo considerable.

La frase es: «puta noche y buena España».

Este programa también ha sufrido la retirada de uno de sus anunciantes, la cerveza Heineken, parece ser a consecuencia de la campaña en la red pidiendo que retiraran la publicidad porque el programa se abría con una frase que se consideraba insultante para España, y que con posterioridad ha desaparecido de la presentación. La frase es: «puta noche y buena España».

Todo este asunto sitúa una vez más la cuestión de la libertad de expresión y más aún cuando ésta afecta a programas de entretenimiento. Ahora se ha considerado que el grafismo de la esvástica era intolerable, porque afectaba al PSC. Queda el interrogante de si es el grafismo o es el partido quien señala el límite de la libertad de expresión.

En otros términos, ¿si el afectado hubiera sido el PP o Vox se habría producido la misma decisión por parte de TV3?

Y la respuesta que la televisión de Catalunya debe dar no es una cuestión menor, porque señala que en el límite de la libertad de expresión no se atiende a un protocolo previo establecido con voluntad de objetivar los límites y la aplicación, sino que va a gusto de quien manda. Y en estos momentos quien manda son los socialistas, ERC y los Comuns y entonces parece que éstos tengan una mayor protección.

Basta recordar los excesos que reiteradamente ha cometido un programa emblemático de TV3 como Polonia contra la iglesia, los sketches, por ejemplo, que se llevaron a cabo en varias ocasiones contra el papa Benedicto XVI, porque era evidente que no les gustaba, rebasaban los límites del humor con mucho y en algunos casos eran peores que la alusión a la esvástica del PSC. Pero TV3 no hizo caso a las reiteradas protestas en este sentido.

Y en un momento lejano en el tiempo, cuando la televisión de Catalunya quería ser realmente una televisión pública, de todos, estableció un protocolo después de largas conversaciones con la organización e-Cristians sobre la forma de abordar la cuestión religiosa en los programas de entretenimiento. Era un principio de la necesaria objetivación de los límites de la libertad de expresión en lugar de someterlos al criterio del poder que es el principio de toda censura.

Pero ese intento, que debería haberse profundizado y desarrollado, no ha tenido continuidad. Ahora este asunto entre la esvástica y el PSC duramente castigado, señala que el problema sigue vigente y aumentado y no sólo porque se pueda limitar la libertad, sino porque es el poder el único criterio que se utiliza para establecer los límites, y esto es tanto o más intolerable que la propia ofensa.

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