Para entender los tiempos de Trump y la gran crisis occidental. La gran ruptura de la sociedad desvinculada (II)

La forma controvertida y directa con la que el presidente Donald Trump plantea sus ideas, sin prestar aparente atención a las opiniones de sus opositores ni a las críticas mediáticas, suele llevar a una distorsión extrema en los grandes medios de comunicación europeos, que a menudo caricaturizan sus propuestas. Sin embargo, no todas sus propuestas son necesariamente desacertadas por el simple hecho de ser disruptivas. Uno de estos casos es precisamente su propuesta para alcanzar la paz en Ucrania.

Tras el reciente discurso de Trump frente a representantes electos en Estados Unidos, un acto inusual por su duración de 70 minutos, las encuestas posteriores reflejaron un apoyo medio cercano al 70%, un resultado notablemente superior al voto exclusivamente republicano. Esto sugiere que su enfoque respecto a Ucrania cuenta con una aceptación más amplia de lo que habitualmente se reconoce.

La guerra en Ucrania es quizás el ejemplo más claro de cómo la demonización de Trump impide analizar con objetividad sus propuestas. Las críticas hacia él suelen esquivar la cuestión fundamental: ¿qué alternativa existe en el planteamiento de “paz por territorios”? Esta fórmula no es nueva en conflictos internacionales en los que suele haber un agresor y un agredido.

Finlandia, por ejemplo, afrontó una situación similar en 1939 cuando perdió a Carelia ante la Unión Soviética. ¿Fue un premio para el agresor? Sí, pero a largo plazo permitió a Finlandia conseguir una estabilidad política, económica y social que resultó muy beneficiosa para su desarrollo.

No se puede pensar en el fin del conflicto en Ucrania sin considerar sus antecedentes históricos y políticos. No debería ignorarse la intervención estadounidense durante la transición rusa bajo el presidente Yeltsin, intervención que Putin presenció directamente. Tampoco puede omitirse la actitud displicente de Europa y Estados Unidos hacia las primeras propuestas de cooperación por parte del propio Putin al inicio de su presidencia.

Durante años, Rusia solicitó reiteradamente que la OTAN no se acercara a sus fronteras, dado que esta alianza se creó específicamente para enfrentarse a la Unión Soviética, que ya no existe.

Rusia es hoy otra entidad con un potencial económico y militar notablemente inferior. Sin embargo, Estados Unidos y Europa ignoraron sistemáticamente estas peticiones, expandiendo rápidamente la OTAN hacia el este, incluidos los países bálticos, e intentando hacer lo mismo con Ucrania, un país con particularidades históricas y culturales muy sensibles para Rusia.

Ucrania posee dos regiones culturalmente y políticamente diferenciadas: una mayoritaria occidental, orientada hacia Europa y la cultura ucraniana, y otra oriental, profundamente vinculada a Rusia cultural, lingüística y económicamente. ¿Es tan difícil comprender esta realidad cuando Estados Unidos estuvo a punto de desencadenar una guerra nuclear para impedir la instalación de misiles soviéticos en Cuba, cerca de su territorio, en circunstancias similares a las bases actuales que EEUU posee en Europa Occidental?

El Maidán ucraniano de 2014 supuso una ruptura significativa en esta dinámica. Organizaciones no gubernamentales estadounidenses, financiadas indirectamente mediante fondos de cooperación y desarrollo, contribuyeron a potenciar movimientos opositores en el gobierno electo, acusado de proruso para rechazar un acuerdo con la Unión Europea. Esto desembocó en una violenta expulsión del presidente legítimo, un acto que en otros contextos habría sido claramente identificado como golpe de estado.

Es lógico que Rusia perciba estos eventos con profunda alarma, especialmente dada su historia de repetidas invasiones provenientes de Europa. Entender estos hechos históricos no implica justificar todas las decisiones rusas, ni negar la gravedad de su agresión militar contra Ucrania, pero sí ayuda a sentar las bases necesarias para una paz realista y duradera.

Volvemos a la pregunta original: ¿cuál es la alternativa al plan de Trump? ¿Queremos los europeos mantener indefinidamente una guerra con Rusia a través de Ucrania? ¿Cuánto más tiempo puede soportar la población ucraniana ser carne de cañón en este conflicto que ya se ha cobrado la vida de sus jóvenes, destruido su infraestructura y devastado su economía?

¿No es suficiente evidencia la fuga masiva de más de 100.000 hombres en el último año para evitar ser reclutados? ¿No son suficientes las dificultades actuales para renovar las tropas de primera línea, algunas de las cuales llevan más de dos años en continuo combate?

¿Seguiremos escalando indefinidamente este conflicto? Primero cruzamos la línea roja enviando carros de combate; después, aviones; después, cohetes y cañones de medio alcance. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Atravesar la frontera rusa directamente? Si seguimos así, inevitablemente surgirán preguntas incómodas: ¿qué ocurrirá cuando misiles ucranianos lleguen a Moscú? ¿Cómo reaccionará Rusia? ¿Responderá con una bomba nuclear táctica, una “pequeña” bomba atómica? ¿Qué haría Europa ante una situación similar a la tragedia nuclear en Japón después de Hiroshima y Nagasaki, aunque fuera a menor escala? ¿Responderían Francia y Reino Unido con solidaridad nuclear con Ucrania, arriesgándose a una destrucción total?

¿Realmente pensamos que la solución al conflicto en Ucrania es derrotar militarmente a Rusia y derrocar a Putin? Si éste es el propósito europeo, ¿cómo se conseguirá exactamente y con qué medios? Y si éste no es el objetivo real, entonces ¿cuál es?

¿Queremos mantener indefinidamente una tensión bélica en toda la frontera con Rusia y seguir imponiendo sanciones que hasta ahora no han resuelto nada y que, en cambio, han perjudicado considerablemente a Europa? Ya se han gastado aproximadamente 130.000 millones en apoyo a Ucrania. ¿Hasta dónde llegaremos con este gasto?

¿Cómo pensar seriamente que Rusia pueda representar una amenaza real de agresión contra Europa, cuando ha tenido enormes dificultades incluso enfrentándose a un ejército inicialmente tan débil como el ucraniano? Los recursos europeos son, al menos, el doble o incluso el triple en ciertos aspectos en comparación con lo que puede desplegar Rusia. Pese a su potencia militar, Rusia tiene una dimensión económica inferior a la italiana y sólo ligeramente superior a la española. Nunca podría sostener una guerra de agresión contra una Europa mínimamente bien organizada.

El verdadero problema europeo en defensa no es la falta de recursos, sino la fragmentación de éstos en ejércitos nacionales separados. Europa nunca ha querido crear un verdadero ejército europeo porque siempre ha contado con Estados Unidos para resolver sus conflictos militares. Hoy en día ni siquiera se plantea en serio esta posibilidad.

Si todas las fuerzas armadas europeas se organizaran bajo un mando único, formando dos grandes divisiones -una fuerza principal europea con los elementos militares más avanzados y otra como guardia nacional de cada país, bien articulada para integrarse rápidamente en la fuerza europea en caso de necesidad-, Europa podría garantizar su propia seguridad. Ésta sería una solución efectiva, siguiendo el ejemplo exitoso de Estados Unidos.

Además, es esencial reconstruir las condiciones políticas iniciales de los años noventa, restableciendo relaciones de cooperación con Rusia en todos los ámbitos. Como afirmó recientemente López Burniol en La Vanguardia : «Rusia forma parte integral de Europa, una idea que ya planteaba el general De Gaulle a mediados del siglo pasado como clave para el futuro político del continente».

Estàs d'acord que Europa assumeixi la plenitud dels compromisos militars que tenia els EUA amb Ucraïna?

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