¿Surrender, renunciation Puigdemont?

El eslogan «no surrender» ligado a la imagen de Puigdemont que se ha hecho popular en Cataluña tiene muchos números de convertirse en un antieslogan, a consecuencia de que parece ser un hecho el pacto con el gobierno. Por lo menos así lo constatan los medios de comunicación gubernamentales como El País y La Vanguardia, y todos los periodistas de cabecera que tienen fuentes directas con la Moncloa. Coinciden en que «esto está hecho» y esta afirmación surge después de que Pedro Sánchez en el consejo federal del PSOE defendiera por primera vez y de manera pública la amnistía.

La interpretación es que esta acción significa que todo está atado. Según esta interpretación ninguna de las partes, y se refieren a JxCat, porque ERC hace tiempo que ya ha dado la conformidad, no está en condiciones de echarse atrás. La ley de la amnistía está redactada y el escollo de la exposición de motivos se ha superado a base de hacer un texto descriptivo donde se diría que se hizo una consulta declarada ilegal por el Tribunal Constitucional, como si el gobierno no tuviera nada que ver con esa declaración de ilegalidad.

La idea de ERC de pedir que no se consideren delito los hechos es una imposibilidad metafísica, puesto que para ser válida la amnistía debe concretar cuáles son los delitos encausados ​​que quedan borrados. Por tanto, hay que anunciar que ha habido unas determinadas infracciones. Más adelante Sánchez será el principal responsable de explicar la ley porque está convencido de que, tal y como hizo en la campaña electoral de las últimas generales, su presencia en los medios y su discurso es capaz de darle la vuelta a las cosas.

Está previsto un encuentro con Carles Puigdemont aunque posiblemente sea con un dirigente del PSOE y no con el presidente del gobierno. De esta forma quedaría rehabilitada incluso la imagen del expresidente.

Pero todavía hay un escollo, aunque todos den por sentado que también se resolverá. Se trata del mecanismo de verificación. Puigdemont pide una figura internacional; Junts ha puesto sobre la mesa nombres de la iglesia que han sido rechazados por el gobierno y no queda clara cuál es la solución. ERC intenta colocar aquí la desprestigiada mesa de diálogo, pero es absolutamente imposible que el mecanismo de verificación acabe de esta forma. Todo ello y según se resuelva, y más dado el ambiente previo ya en las filas independentistas, puede comportar que los nuevos carteles que aparezcan con la imagen de Puigdemont firmen los de Surrender.

El dirigente independentista tendrá que hilar muy delgado con lo que dice la ley de la amnistía y la existencia o no de otras contrapartidas; también con el irresuelto mecanismo de verificador porque, cabe recordar que Puigdemont ha dicho y reiterado que si pactan es para alcanzar un acuerdo histórico. Y, por tanto, los contenidos deben tener esta dimensión. Los socialistas por su parte entienden que borrando el pasado y salvando la cabeza y los patrimonios de los muchos afectados por la acción penal del proceso es más que suficiente.

La cuestión de fondo es, como siempre, la opinión en las propias filas. Y si Puigdemont cambió de criterio por miedo a que dijeran traidor y se desdijo de convocar unas elecciones y no acudir a una frustrada declaración de independencia, ahora tiene muchos números que el drama se repita y con mayor intensidad.

En toda esta dinámica ERC ha quedado fuera de juego, como lo manifiesta el hecho de que hasta ahora sobre todo se ha negociado con Junts y es a partir del momento en que se considera resuelta esta fase, que el gobierno pasa a negociar con el partido republicano, los nacionalistas vascos y en la cola el resto de pequeñas organizaciones que, como el BNG, también le apoyarán en su investidura como presidente del gobierno.

Lo que ocurra en esta dinámica, hipotética ruptura de última hora incluida, marcará la situación política de España y Catalunya para la próxima década. El resultado de la negociación marcará un antes y después que afectará a la próxima década, hasta el extremo que Enric Juliana considera que la amnistía también será un regalo político para la derecha española porque le permitirá abrirse a pactos con JxCat y con el PNV que ahora son imposibles.

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