Brutal regreso a los titulares de la guerra civil de Siria, olvidada desde hace años pero lejos de haber desembocado en una paz definitiva.
El viernes 29 de noviembre, miles de rebeldes liderados desde el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS) penetraron en Alepo, la segunda villa más poblada de Siria con unos dos millones de habitantes.
Los milicianos asaltaron la ciudad desde varios frentes situados al norte y al oeste, donde se ubica la provincia de Idlib, el último feudo de la oposición islamista con el apoyo de la vecina Turquía.
Las fuerzas del régimen de Bashar el Asad, después de sufrir varias docenas de bajas, se retiraron del casco urbano sin combatir. Las pérdidas de los rebeldes se acercarían a las 200 desde el inicio de su ofensiva el miércoles 27.
La situación pone en evidencia varios hechos importantes que los europeos habíamos olvidado a raíz de los conflictos en Ucrania y más recientemente, en Israel y su entorno.
El primero es que el gobierno de Bashar el Asad ha sido incapaz de reducir el bastión islamista de Idlib -ni tampoco de clarificar su relación con los kurdos, que mantienen el control de amplias partes del norte y noreste del país con la ayuda de Estados Unidos.
En medio de un país en escombros, Asad no ha logrado tampoco lanzar un gran programa de reconstrucción nacional, en parte debido al ostracismo que ha sufrido en buena parte del mundo.
Militarmente exhausto, Asad ha tenido que hacer concesión tras concesión a los países y grupos que le permitieron mantenerse en el poder en Damasco, capital oficial y fortaleza de su régimen, en los peores momentos de la guerra civil. Estos incluyen Rusia, Irán, varias milicias proiraníes así como el propio Hizbulá libanés.
El gobierno de Asad debe pagar un elevado precio adicional como son las continuas operaciones especiales y campañas de bombardeo por parte de Israel, siempre al acecho contra su histórico enemigo sirio y las maniobras iraníes.
El incremento de la actividad militar hebrea que ha seguido a los atentados contra Israel de octubre de 2023 ha debilitado aún más a las fuerzas armadas fieles a Asad, obligando a desviar hacia la región de Damasco recursos que parecían previstos para las ofensivas conjuntas con Rusia contra Idlib.
La ofensiva del HTS se produce pues en un contexto particularmente favorable para dejar en evidencia el gobierno de Asad y sus aliados iraníes.
Sin embargo, a medio plazo la ofensiva del HTS podría acabar dándose la vuelta en favor de Asad. La razón es que su gobierno tiene una nueva oportunidad para presentarse como única alternativa posible a los islamistas y al caos de los diferentes grupos rebeldes.
En el frente diplomático, Asad ha obtenido recientemente una serie de pequeñas victorias.
La primera fue el fin de la exclusión de Siria de la Liga Árabe en 2023, que se selló con una reunión con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman.
Además, varios países europeos, entre ellos Italia, Hungría y Grecia, están dispuestos a poner fin a la política de aislamiento internacional del régimen de Damasco, esperando que los refugiados puedan volver al país a cambio de apoyo financiero y político.
Por su parte, parece que Asad querría aprovechar el debilitamiento reciente de Irán para reequilibrar sus relaciones internacionales, acercándose más a los países árabes y a Moscú y encontrando un entendimiento de mínimos con Turquía y Europa.