Una vez más, el gobierno chino de Xi Jinping ha demostrado su sentido práctico. Tras dudar en autorizar la misión de investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre los orígenes de la Covid-19, lo ha acabado aceptando presentando los resultados a su favor .
En efecto, los resultados preliminares no deberían sorprender a nadie. Después de un mes de trabajo (y menos de dos semanas sobre el terreno), los expertos piensan que es «extremadamente improbable» que el virus saliera de un laboratorio. Por lo tanto, abandonan esta vía y continuarán investigando las otras.
Pekín ha insistido en señalar que ha cooperado plenamente con la misión de la OMS. Pero al mismo tiempo, y como no podía ser de otra manera, las autoridades chinas la han mantenido en todo momento bajo una vigilancia estricta .
Pekín ha fijado los límites de lo que los expertos internacionales podían y no podían hacer de varias maneras. De entrada, imponiendo horarios estrictos para la investigación sobre el terreno.
Por otra parte, ha conseguido retrasar la llegada del equipo de la OMS más de un año después del descubrimiento del virus. La cantidad de pruebas útiles que se puedan recoger tan tarde parece muy pequeña, sin mencionar las oportunidades para ocultar información o, pensando en el peor de los casos, fabricar hechos.
Por supuesto, los expertos de la OMS han seguido el papel que Pekín les ha asignado. En realidad, no tenían otra opción. Se han «planteado todas las preguntas que deben ser respondidas», aseguraba a los periodistas internacionales Peter Daszak, uno de los miembros del equipo.
Richard Ebright, profesor de biología química en la Universidad de Rutgers, consultado por el Financial Times, se refirió a la misión de la OMS como una «farsa». Según él, es imposible que la OMS acceda a nada relevante, ni lleve a cabo ninguna investigación seria.
Desde que la Covid-19 se extendió por todo el mundo, la estrategia de Pekín ha consistido en negar cualquier responsabilidad por la propagación del virus y por su impacto devastador en la economía mundial.
Además, Pekín ha dedicado tiempo y recursos a propagar una serie de hipótesis imaginativas pero sin relación entre ellas. Según ha hecho circular, la enfermedad habría llegado por una delegación militar de Estados Unidos, o a través de comida congelada.
Sin embargo, Pekín ha procurado a la vez pulir su imagen convirtiéndose en indispensable en la campaña mundial de vacunación.
Numerosas piezas sin encajar
El hecho de que el Instituto de Virología de Wuhan estuviera especializado en la búsqueda de coronavirus no ayuda al gobierno chino.
Según Shi Zhengli, su viróloga líder, los virus estudiados en estas instalaciones son genéticamente demasiado diferentes a la Covid-19 como para ser su antecesor directo.
La tesis más probable del origen del virus sigue siendo que se originara en murciélagos y evolucionara hacia una forma más peligrosa antes de pasar a los humanos, probablemente a través de otro animal.
Pero esto no ofrece demasiadas pistas para responder a la pregunta de por qué el resultado de estas mutaciones se transmitió a los humanos en primer lugar en Wuhan, al menos de forma masiva. Ni del posible papel de un laboratorio al menos en un punto de esta cadena.
La comunidad científica sabe que la captura y reproducción de patógenos animales es en sí misma una actividad de elevado riesgo para los humanos. «Hay una larga historia de fugas accidentales incluso en los laboratorios más avanzados y sofisticados del mundo», explica Piers Millett, antiguo subdirector de la unidad de apoyo científico de la Convención de las Naciones Unidas sobre las armas biológicas.
En China, el debate sobre los orígenes de la Covid-19 no se hace en público. Los medios chinos prácticamente no se han hecho eco de la visita de la delegación de la OMS, y el equipo de expertos se aloja aislado de la sociedad civil china, en la zona especialmente privatizada de un hotel.
Todo ello, no ha ayudado nada a la credibilidad de los resultados de la investigación de la OMS, una organización que ha sido totalmente incapaz de contribuir a frenar el avance de la Covid-19.
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