El caso de corrupción mayor que se ha producido en España es el que se dio en la Junta de Andalucía. Su importancia se debe a la duración en el tiempo de la anomalía y a la cantidad de dinero. El resultado ha sido el de dos presidentes de la comunidad condenados, algo totalmente insólito.
Pero pese a este precedente, Sánchez, el candidato del PSOE, llega al gobierno por primera vez gracias a un voto de censura ganador contra Rajoy, cuyo ariete fundamental es la corrupción del PP.
En su momento, el actual presidente del gobierno levantó la bandera de la lucha contra la corrupción. Nos encontrábamos en el 2018, han pasado 4 años y la pregunta necesaria es: ¿esa bandera, aquellos hechos concretos, a qué han dado lugar? ¿Se ha fortalecido el sistema de inspección y control de las administraciones públicas? ¿La fiscalía tiene más capacidad de actuar? ¿Se ha reforzado la justicia con más medios? ¿Se ha legislado para mejorar los mecanismos de información, transparencia y control? La respuesta es un rotundo «no».
Sánchez a lo largo de 4 años no ha hecho absolutamente nada para dejar en herencia un país en el que las administraciones públicas fueran más transparentes y donde hubiera una mejor garantía para evitar el mal de la corrupción. Al revés, la única modificación legal que ha hecho ha sido para desvirtuar el delito de malversación, en términos tales que han generado alarma en la comisión del Parlamento Europeo que recientemente ha visitado España para conocer cómo estaban funcionando los fondos Next Generation. Es evidente que sus miembros no han salido con el espíritu tranquilizado.
Y ahora, poco antes de las elecciones, le rebota la corrupción con el caso de la trama del “mediador” y el diputado socialista por Canarias Tito Berni. Hay algunas personas más implicadas, como el pariente de Tito Berni y director general de Ganadería del gobierno de Canarias. Y también, y es un aspecto particularmente oscuro, el de un general de la Guardia Civil que es el único que de momento está en prisión. La alarma se ha disparado en el gobierno español porque las declaraciones del mediador afectan potencialmente a otros diputados socialistas.
Pero tan preocupante como esto, puede que la información visual y textual intervenida en el móvil del mediador, ha dado lugar a que el juzgado abriera otras piezas separadas; esto sin considerar las implicaciones que puede presentar el caso de un general de la Guardia Civil encarcelado. Pero tan interesante como esto resulta, en este caso, cómo pone en evidencia las carencias plurales de algunos políticos del partido socialista.
Una de las características que atrae la morbosa atención sobre él son las fiestas con las que intentaban conseguir gestiones favorables utilizando prostitutas y posiblemente, pero esto es necesario demostrarlo, droga. En el caso de las prostitutas es evidente, pero al mismo tiempo el diputado socialista Berni en su cuenta de Twitter exhibía la otra cara de la moneda, la del “feminismo” del PSOE con frases como: “no vamos a detenernos en la lucha por los derechos de las mujeres. Feliz día de la mujer 8 de marzo”. «El uso del lenguaje inclusivo visibiliza a la mujer en el espacio público». Algunas son, además, memorables, como estas: “Soy uno de los 5,4 millones de socialistas que no aceptan ni a Rajoy ni sus políticas que favorecen la corrupción” y da una razón que ahora se convierte en ejemplar “porque quien vende el culo no caga tranquilo”. También puede apreciarse con estos tuits la calidad literaria del diputado del PSOE.
Y es que detrás de todo hay un hecho evidente que no quiere plantearse. La corrupción económica es consecuencia de la corrupción moral, es decir, de la existencia de dobles comportamiento. Uno en relación con el discurso político y el otro con la práctica de vida. El gran déficit de nuestra política no es de leyes, sino de virtudes. No es posible una política honesta sin diputados virtuosos.
Y esa es la cuestión, difícilmente se saldrá de ese círculo vicioso, que ahora vuelve a afectar en gran medida al PSOE de Sánchez, si la sociedad no empieza por reclamar a aquellos que la representan el ejercicio de las virtudes. Está claro que para ello deberían recuperar el sentido de este concepto, porque ha sido tan maltratado que ni siquiera tenemos una constancia demasiado clara de lo que significa.