Sánchez viene a Cataluña a jurar las constituciones

Como en tiempos antiguos, Sánchez viene a Cataluña a jurar la Constitución. Bien, más bien acude forzado para intentar cerrar el pacto que haga presidente de la Generalitat en Illa . Como es muy violento realizar este gesto con la dirección política de ERC, lo hace con el presidente en funciones Aragonés, que ha sido el gran derrotado de estas elecciones. Pero, a efectos gestuales, ya vale.

La razón formal es firmar el traspaso del ingreso mínimo vital, que seguro es motivo de celebración porque se acordó hace tres años, en el 2020, y hasta ahora no se ha hecho efectivo. Esto significa dos cosas: el interés de Sánchez por satisfacer a ERC y la debilidad de ERC a la hora de hacer cumplir los acuerdos obtenidos, pese a ser decisivos sus votos en Madrid. Todas estas realizaciones que ahora se hacen tangibles sirven también para subrayar aquel hecho: ERC ha negociado, pero no ha presionado, al menos no hasta ahora.

Los resultados de todo lo pactado llegan deprisa y corriendo, como se puede constatar aquí. Todos estos cumplimientos nada tienen que ver con las contrapartidas para la presidencia de Illa. Podríamos decir que el PSOE está saldando deudas para avalar su solvencia futura, pero está claro que eso no es suficiente. Sobre todo si tenemos en cuenta las declaraciones en El Periódico del día 24 de julio de la secretaria general de ERC, Marta Rovira, que reivindicaba para pactar: ​​“una agencia tributaria propia catalana que no esté consorciada con el estado y signifique la recaudación del 100% de los impuestos. Esto es lo que hemos puesto sobre la mesa”. Nada tiene que ver con la propuesta socialista.

También señala, pero éste ya es un tema de menor envergadura, que hay que resolver la quita de los 15.000 millones de deuda de la Generalitat con el Fondo de Liquidez Autonómico (FLA). El problema de la resolución de este segundo punto es que está conectado a la aprobación de los presupuestos del 2025, y ayer, 23 de julio, Junts tumbó el tejado de déficit que es necesario acordar para pasar confeccionar los presupuestos.

Junts votó en contra y el gobierno perdió, y sin estos presupuestos la resolución del déficit de Catalunya con el FLA es difícil porque, obviamente, el gobierno español no limitará esta condonación a Catalunya sino que debe extenderla a todas las autonomías, y esto es una mano de dinero muy importante. También ayer, Junts mostró reiteradamente la debilidad del gobierno Sánchez porque también fue decisiva en la derrota de la modificación de la ley de extranjería, en la que el gobierno se jugaba su credibilidad para gestionar la crisis de Canarias.

No logró convencer a Junts, que rehusa a toda costa recibir más menores de edad inmigrantes en Catalunya y, como tampoco Sánchez quiere esforzarse en pactar con el PP y transaccionar acuerdos, la ley no salió aprobada. Y es que aquí hay una estrategia por el lado del presidente del gobierno que beneficia mucho la capacidad de presión de Junts, y de ERC si quisiera utilizarla, que es la estrategia de polarización profunda, que hace que la negociación con el primer partido de la oposición esté fundamentada más en conseguir que no pacte que en buscar acuerdos.

El discurso de calificar al PP de ultraderecha tiene esa contrapartida, y entonces deja en manos de los diputados de Junts (y de ERC si quisieran) aprobar o rechazar las leyes que el gobierno lleva al Congreso. Sánchez prefiere pagar ese peaje que no presentar una imagen menos polarizada en relación a los populares. Por tanto, el presidente del gobierno llega a Cataluña con la voluntad de conseguir la presidencia para Illa en su momento de máxima debilidad.

Seguro que este hecho no estaba previsto cuando concertaron la visita. Ahora, toda la cuestión radica en cómo se resuelve el tema del concierto que plantea ERC, a años luz de la agencia tributaria conjunta que es la posición de salida de los socialistas. También, para la gente, tiene más importancia cómo se acaba de concretar el traspaso de Cercanías, al menos de la R1, que es para enero del próximo año, y de la R2 y la R3 para finales de ese año. Esto todavía está en el aire, como lo está la empresa mixta Generalitat-Estado que debe sustituir a Renfe en la gestión de Cercanías.

Al final, si existe un texto de acuerdo, habrá que ver si responde a las expectativas y, en último término, tendrá que pasar la prueba del algodón de la votación de los militantes de ERC. En términos objetivos, el pacto, de ser real, parece casi imposible. Está claro que la política que se hace nos tiene acostumbrados a un continuado hecho, pasar gato por liebre.

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