Sánchez, un gobierno cada vez más quemado

Se presupone que los gobiernos tienen como misión fundamental resolver los problemas de la gente, o al menos intentarlo. La cuestión es que, en el caso del gobierno Sánchez, su capacidad para crearse problemas difícilmente le deja margen para resolver los de los demás.

Un buen ejemplo son estos tres últimos días, cuando un tema estrella del gobierno, el ingreso mínimo vital, ha quedado oscurecido por dos conflictos provocados por ministros del gobierno.

Hay que decir, por otra parte, que esta ayuda mínima para las personas que más lo puedan necesitar prácticamente no es discutida por nadie, excepto por Vox, pero que al final ha resultado una vía que constituirá en sí misma un nuevo problema al esquivar el hecho de hacer depender esta ayuda de la Seguridad Social y no de los servicios sociales. El resultado es un modelo de difícil control y que no podrá llevarse a cabo por falta de gente sobre el terreno.

El objetivo último de esta medida no es la de paliar una situación difícil cronificándola, sino velar a fin de que la persona pueda, más tarde o más temprano, reincorporarse a un puesto de trabajo y resolver otros problemas vitales. Y esta tarea es imposible sin contar con un buen sistema de servicios sociales. Pero, como ha imperado una visión centralizada, y las comunidades autónomas tienen competencia exclusiva en esta materia, se ha optado por la vía de la Seguridad Social.

El segundo problema que plantea es el privilegio otorgado en el País Vasco y Navarra, que sí que gestionarán la ayuda directamente. Una consecuencia más de la necesidad de apoyo que Sánchez tiene del PNV, pero que sin duda pasa factura al resto de España.

Pero más allá de este hecho, en dos días sucesivos, dos ministros han sido puestos en la picota. Una ha sido Irene Montero, ministra de Igualdad, al darse a conocer el corte del vídeo en el que dejaba constancia de que el gobierno sabía que el coronavirus estaba bien presente, hasta el extremo que servía para explicar una menor afluencia en las manifestaciones feministas del 8M. Montero en sí misma no tiene un ministerio importante, pero no se puede olvidar la singular circunstancia, porque se da por primera vez en la historia, de que es pareja del vicepresidente y líder de la otra formación coligada con el PSOE.

El segundo ministro afectado y que difícilmente podrá mantener su posición con un gran desgaste es el caso de Grande-Marlaska. Este sí que ocupa una cartera importante y, por tanto, su sustitución crea una verdadera crisis de gobierno. ¿Cómo mantener un ministro que evidentemente ha dicho en sede parlamentaria cosas que nada tienen que ver con lo que en realidad sucedió con la destitución fulminante del coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos? Hace difícil su continuidad. El hecho de que tres de las cuatro asociaciones de la magistratura la hayan descualificado, todavía lo sitúa en un escenario más difícil, más cuando se trata, como en el caso de Grande-Marlaska, de un juez, lo que agrava el engaño a que ha sometido al Congreso y al Senado.

En un ámbito menor, pero no carente de significación, están las discrepancias entre el ministro de transportes y número dos del PSOE, Ábalos, y el ministro de Sanidad, Illa. Uno afirma que a partir del día 1 se podrá viajar entre diferentes regiones que estén en la misma fase 3, y al día siguiente Illa niega esta posibilidad hasta que se haya vuelto a la normalidad.

Mucho más complicado para Illa y el doctor Simón es aguantar el ridículo y a la vez trágico baile de muertos que se está produciendo estos últimos días. Por ejemplo, con fecha de ayer, si se suma día a día la cifra de muertos de las siete últimas jornadas dada por el Ministerio de Sanidad, no cuadra ni de lejos con la misma cifra agregada de los últimos siete días dada por ellos mismos. Este hecho ya hizo enrojecer al presidente del gobierno ante la pregunta del corresponsal del New York Times, al decir que España era el único país del mundo donde de un día para otro habían desaparecido 2.000 personas muertas.

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