La actualidad española es absolutamente frenética, porque la realidad está desbordando todas sus previsiones. Si a este hecho se le suma un gobierno lento, muy lento, en todas sus decisiones, el plato está servido para los ‘ idus de marzo ‘.
Revisamos los principales frentes abiertos. En el frente exterior sigue pesando de manera decisiva el conflicto del Magreb. Lo más evidente es que posiblemente Sánchez haya quemado al segundo ministro de asuntos exteriores en 8 meses. Hay que ver cómo saldrán adelante ministro y presidente del gobierno de sus anunciadas comparecencias en el Congreso. De momento, la información que se va conociendo, que es poca y fragmentada, no es alentadora para la posición gubernamental.
Por ejemplo, ahora se sabe que Sánchez cedió en el anuncio del contenido de la carta al gobierno de Rabat, dando así una muestra más de debilidad, que el propio presidente subraya cuando con su visita de ayer a Melilla, en la que por cierto no hubo el más mínimo contacto visual y presencial con la gente, calificó de “crisis insostenible” la que España tenía con Marruecos, asumiendo así que era un pacto forzado por la fuerza marroquí, y no por la convicción española, que por cierto cuando se explica interesadamente que comparte posición con Francia y Alemania, se olvida un hecho decisivo: España tiene una responsabilidad diferente con el Sáhara porque ella era, y en cierto sentido sigue siendo, la potencia administradora del territorio, de acuerdo con las Naciones Unidas. La salida forzada por el mismo Marruecos en 1975 es evidente, más bien todo lo contrario, que no ha anulado la responsabilidad especial que tiene con los saharauis y que es muy diferente a la francesa, que siempre ha sido partidaria de la posición del Marruecos.
En este ámbito internacional es llamativo el hecho de que, pese a la guerra de Ucrania, la finalidad absoluta de Sánchez en la política norteamericana y el conflicto con el Magreb, el presidente Biden lo sigue ignorando, aunque dentro de 3 meses será el anfitrión de la reunión de la OTAN.
En este frente exterior, la gira europea para conseguir defender su posición de desacoplar el gas en la formación de los precios de la energía, no ha logrado superar la oposición de Alemania y aquí se apunta un choque importante. De cómo se resuelva esta cuestión y dada la decisión del gobierno de jugárselo casi todo en la reunión del Consejo de la UE del día 29, el resultado puede tener una fuerte repercusión en la política interior.
Ésta se caracteriza porque el gobierno, mejor dicho la fracción socialista del gobierno, con Sánchez al frente, se encuentra más aislado que nunca. No sólo por el tema de Sáhara, sino porque las posiciones sobre cómo abordar la crisis son contrapuestas. Por una parte, la oposición reclama una reducción de impuestos. Mientras que el bloque gubernamental postula todo lo contrario, incrementar los impuestos a las eléctricas y a los “más ricos”, sin aclarar hasta dónde llegan estas riquezas.
La presión de la calle es tan descomunal que ahora sí, Sánchez quiere pactar con los transportistas, después de haberlos calificado de ser un instrumento de la ultraderecha. Pero este cambio es muy reciente y mal sincronizado, porque todavía este lunes Calviño bloqueó la decisión de dar ayudas directas a los camioneros.
Es evidente que la presión mediática, los problemas de abastecimiento y el anuncio de nuevas manifestaciones el viernes y el domingo en Madrid, a las que se añadirían los taxistas, ha llevado a que Sánchez mueva pieza sin esperar al día 29. De una parte, sin embargo, parece que se puede producir la decisión de ofrecer bonificaciones similares a las francesas, pero, por otra parte, existe la tesis de que deben tomarse medidas que no tengan coste presupuestario. Y como todo se relaciona, aquí pesan mucho los 24.000 millones del coste de las pensiones, consecuencia de la decisión de mantenerlas indexadas con el coste de la vida. Está claro que el gobierno dispone de 4.000 millones de euros, que es el ingreso extra que registra Hacienda por el aumento del precio de la energía a través de la recaudación del IVA.
En todo caso de un modo alarmante Sánchez es percibido como una persona orgullosa, encerrada y aislada que, en ese momento, registra pocas adhesiones fuera de sus propias filas. De hecho, España vive la anomalía de un gobierno que en su seno anidan posiciones enfrentadas en prácticamente todas las cuestiones de actualidad. Sólo se ponen de acuerdo en temas como la eutanasia, las cuestiones LGBTI y menos que más en las políticas de género.
Incluso la Zarzuela se ha permitido discretamente desmarcarse de la carta de Sánchez al rey de Marruecos con una frase breve, pero clara: «la política exterior es suya«.