La información hecha pública por el gobierno marroquí en la que daba a conocer la carta personal de Sánchez al rey de Marruecos, ha revolucionado el panorama político interno, europeo y de equilibrios en el Magreb.
El escrito personal de Sánchez ha cogido por sorpresa al gobierno español, tanto a UP como al PSOE, que no tenían conocimiento. Tampoco fue informado el primer partido de la oposición y de esta forma Sánchez rompía una línea de consenso en política internacional, que puede tener consecuencias en el futuro por el precedente que sitúa. En efecto, desde la Marcha Verde de Marruecos, que le permitió iniciar la ocupación del Sáhara y el abandono español de ese territorio ya en tiempos de Franco, la diplomacia española ha mantenido una línea favorable a los intereses saharauis y de las resoluciones de Naciones Unidas que establecen que la solución para el conflicto, que también es militar, debe venir de la mano de un referéndum.
Ahora Sánchez cambia radicalmente de solución y acepta la integración del Sáhara como un territorio autónomo en Marruecos. Adopta la misma postura que ya asumió Francia, pero está claro, con una diferencia muy importante. Francia históricamente siempre ha estado vinculada a Marruecos, mientras que España ha mantenido unos vínculos intensos con el pueblo saharaui, algo especialmente sentido por la izquierda. Tanto es así que el programa con el que el PSOE se presentó en las últimas elecciones del 2019, señalaba la necesidad de una solución por la vía establecida por Naciones Unidas y, por tanto, la del referéndum. Lo que ha hecho Sánchez es, sin embargo, una vulneración radical de su propio programa electoral. Está claro que en la actual situación, este engaño ya casi se da por supuesto entre los partidos políticos. El programa electoral no es un compromiso.
Se ha querido equiparar la posición de España ahora con la de Alemania que también ha tenido cierto reconocimiento para la solución marroquí. Pero existen diferencias fundamentales. La carta alemana al rey de Marruecos fue enviada por el jefe del estado y aquí ha sido enviada por el presidente del gobierno. No es una diferencia menor, sobre todo porque en Alemania el presidente tiene una nula intervención internacional y pese a este hecho, se quiso dar a la misiva una clara dimensión de política del estado, algo que no sucede en el caso español.
La segunda diferencia, nada menor, es que el texto alemán habla del proyecto marroquí de la autonomía para el Sáhara como “base”, mientras que el texto de Sánchez se refiere a ella como “solución”. En un caso los germánicos lo plantean como un punto de partida, mientras que el presidente del gobierno español lo presenta como lugar de llegada. Cabe decir, además, que este escrito formalmente, pese a su importancia, no deja de ser un brindis al sol porque no está avalado ni por el Congreso ni por el propio gobierno. Por otro lado, incumple resoluciones de Naciones Unidas y de la propia UE.
Otros dos aspectos ensombrecen la imprevista decisión de Sánchez. Uno, es que el acuse de recibo marroquí no hace referencia alguna a las contrapartidas que pide el presidente español en su escrito sobre el control de los flujos migratorios y de garantías para la integridad territorial de Ceuta y Melilla. De hecho, la posición española es ahora una manifestación de debilidad explícita que Marruecos puede utilizar en el futuro, porque reconoce el problema que para España representan los flujos migratorios que vienen desde Marruecos. Ahora es público y notorio que quien tiene la sartén por el mango es ese país.
Por otro lado, existe un segundo y grave problema que es la reacción de Argelia retirando al embajador en Madrid. Hay una situación de gran tensión entre estos dos países magrebíes por lo que las relaciones diplomáticas llevan meses rotas. Hace años que Argelia apoya, incluso militarmente, a los saharauis. El por qué Sánchez realiza esta operación que significa una reacción tan adversa de los argelinos que son los principales proveedores de gas de España en un momento de crisis energética, es un misterio, que como tal no puede existir en política. Por tanto, hará bien Sánchez en acudir rápidamente al Congreso y dar explicaciones claras y concretas de lo que se esconde detrás de esta decisión.
Es una evidencia de que Argelia no puede cortar totalmente el suministro de gas a España porque necesita los ingresos, pero sí puede influenciar progresivamente en su recorte. Este hecho acentuaría más aún la ventaja para EEUU, que en ese momento ya es el principal proveedor de gas licuado de España.
La decisión del presidente español tiene otras tres consecuencias. Una en el contexto europeo, en el momento en que existe una intervención rusa contra la integridad territorial de Ucrania, la posición de Sánchez, liquidando los derechos históricos a la autodeterminación del pueblo saharaui, resulta escandalosa. Evidentemente, el conflicto militar entre Marruecos y el gobierno saharaui es de muy baja intensidad, pero no deja de ser un conflicto militar. La posición española otorga la victoria a la potencia ocupante. En segundo término, crea un nuevo punto de ruptura con UP, aunque este seguramente es un tema menor, porque ya es del todo evidente que esta organización política que quería conquistar el cielo, es en realidad un partido chicle, que una vez pegado a la moqueta del poder no hay manera de despegar -lo. En tercer término, la decisión de Sánchez liquida la ya muy dañada estrategia de ERC de la mesa de negociación para pactar un referéndum. Si el presidente español rechaza esta posibilidad en un caso tan evidente de descolonización y, por tanto, de autodeterminación, como es el saharaui, quién con un mínimo de sentido común puede pensar que asumirá ese mismo planteamiento de la autodeterminación para el caso de Cataluña.