Sánchez: «España vive uno de los mejores momentos de su historia». Que Santa Lucía nos guarde la vista

No es la primera vez que lo expresa. Ahora lo ha dicho en una suerte de conferencia de inauguración del curso político, pero ya lo había hecho en un ámbito más formal en el pleno del Congreso del pasado verano, cuando expuso las líneas fundamentales de su plan de regeneración democrática. En esa ocasión, puso como ejemplo de este hecho histórico la victoria de Alcaraz en Wimbledon y de la selección de fútbol en la Eurocopa, junto al crecimiento del PIB. No son referencias muy rigurosas, puesto que la realidad nos dice todo lo contrario.

El poder adquisitivo salarial se ha reducido. En relación al 2008, ha perdido cinco puntos potenciales, lo que representa un retroceso. También hemos retrocedido en lo que se refiere a la convergencia de renta per cápita con la UE: vamos perdiendo posiciones y otros países de reciente incorporación nos pasan por delante. Una de las causas fundamentales es el crónico problema de la productividad, que el gobierno no aborda. Además, mantiene marcos legislativos que dificultan el crecimiento de las empresas, factor que limita la productividad.

Durante los siete años de gobierno de Sánchez, las condiciones económicas de la clase media se han deteriorado, con la vivienda como causa principal, aunque no la única. El precio creciente de la vivienda ha provocado una división social importante: quienes tienen la vivienda pagada, quienes la pagan o intentan, y quienes no la tienen. Es un gran agujero negro de la política del gobierno año tras año.

Este problema afecta especialmente a los jóvenes, que ya viven las consecuencias de la crisis educativa. Debido al paro, los bajos salarios y los precios de la vivienda, no logran emanciparse. Esto se traduce en una combinación de migración de jóvenes titulados superiores y una gran bolsa de abandono escolar prematuro. En 2002, el 45% de los jóvenes menores de 35 años vivían en hogares propios; en 2022, esta cifra se ha reducido al 20%, menos de la mitad.

Los jóvenes son maltratados, al tiempo que hay una baja natalidad que tiene un impacto social y económico poderoso, acelerando el envejecimiento de la población. Pero el gobierno está lejos de la media europea en políticas familiares. Preocupan más medidas como el aborto que facilitar que las familias tengan hijos.

La política de inmigración es desastrosa. Sánchez promueve una «inmigración circular» – personas que vienen a trabajar una temporada y vuelven a su país – pero es inviable sin una organización que el gobierno español no puede ofrecer. La inmigración irregular aumenta y ya hay conflictos en Canarias, Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, pero el gobierno achaca las culpas al PP. Europa avisa de que deberíamos pedir ayuda, pero Sánchez no lo hace. Incluso el secretario general de UGT, Álvarez, ha criticado la idea de la inmigración circular masiva.

Las pensiones siguen siendo un punto débil. Se mantienen gracias al presupuesto del estado, pero esto es incompatible con la necesaria corrección del déficit público. Además, hoy una persona debe trabajar seis años más que en el 2000 para jubilarse.

La economía española cada vez depende más del turismo, un patrón que nos remite a la época franquista. Además, existen inconsistencias flagrantes en las políticas públicas, como el hecho de que la demanda eléctrica esté estancada, cuando debería estar creciendo a causa de la transición energética.

Las dudas sobre la eficiencia del plan Marshall de los fondos de recuperación europeos crecen. A corto plazo, el dinero de Europa es abundante, pero no se está viendo ningún efecto transformador, y la inversión productiva es débil.

En cuanto a aspectos sociales, la sociedad española es cada vez más vieja, pero el esfuerzo del Estado por afrontarlo es insuficiente. Por ejemplo, el 80% de las plazas en residencias son privadas, lo que significa que o pagas, o tienes poco que hacer.

La sanidad pública está colapsada, y el mejor indicador de ello es el crecimiento de la sanidad privada, que ya representa casi el 50% del gasto público. Quienes pueden pagarlo recurren a la vía privada.

La administración funciona mal, especialmente desde la covid, y Sánchez no ha resuelto este problema. El caso del SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal) es un escándalo sin fin. Además, la actividad legislativa está paralizada como nunca antes.

Según Sánchez, vivimos un momento glorioso de nuestra historia. Según Eurostat, somos el tercer país de la UE con mayor pobreza y exclusión social, solo superados por Rumanía y Bulgaria. Mientras, el consumo de antidepresivos entre los menores se ha duplicado en los últimos cinco años, y la violencia sexual se ha casi doblado.

No hay presupuesto para 2024, lo que debería llevarnos a elecciones, pero no es el caso. Sánchez se mantiene firme en el poder, mientras el presupuesto del 2025 es una incógnita. Además, existen 40 leyes paralizadas en el Congreso.

Si esto es gobernar, estamos viviendo en una política de ficción. Y por si fuera poco, los ciudadanos no sabemos la cantidad ingente de dinero que pagamos al estado. Sería un ejercicio de salud pública ponerlo sobre la mesa.

Pedro Sánchez defiende que España atraviesa un momento histórico de prosperidad, pero la economía, la productividad, las pensiones y la situación de los jóvenes y la clase media reflejan otra cara de la realidad Clic para tuitear

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