Así titulaba «Aznarismo de izquierdas» el siempre bien informado periodista Enric Juliana en La Vanguardia. Era un intento de presentar la versión más amable de la entrega que Sánchez ha hecho de los intereses españoles a EE.UU. Intereses económicos, dependientes de ellos por el gas natural, licuado y el petróleo, geoestratégicos y militares.
Es cierto que nunca la Unión Europea había estado tan subyugada por Washington como ahora, aunque la de Biden es una presidencia muy débil, tanto como la de Carter en su día. Pese a ello, ha logrado un éxito extraordinario que es arrastrar a Europa a la confrontación con China con la excusa de Ucrania. Para ello sirve la OTAN.
En ese nuevo escenario planea el riesgo de una tentación: la de la guerra preventiva que EEUU ha utilizado en más de una ocasión. Hasta el año 2040, quizá antes, EEUU será el líder militar del mundo, pero a partir de esa fecha China habrá ocupado la primera posición, y mucho antes ya será un adversario temible. Y aquí entra en juego la tentación de la guerra preventiva:
Remontémonos a 1912. La I Guerra Mundial todavía no había estallado y Rusia, un inmenso continente en sí mismo, se estaba rehaciendo a pasos agigantados de su vergonzosa derrota en la guerra contra Japón. Tenía un crecimiento industrial acelerado y las nuevas líneas de ferrocarril crecían también a buen ritmo. El Estado Mayor alemán consideraba que en el plazo de una década sería la primera potencia europea y la primera o segunda mundial. Alemania, siempre preocupada por tener que hacer una guerra en dos frentes, el francés y el oriental, llegó a la conclusión; mejor dicho llegó el alto estado mayor, de que era necesario acelerar el conflicto bélico con Rusia porque en la actual correlación de fuerzas todavía podía ganar -no fue así- una guerra en dos frentes. Naturalmente, todo conflicto bélico necesita una preparación previa de la población, y ésta consistió en presentar a los rusos como unos bárbaros y unos criminales. Todo esto tiene un aroma que podemos reconocer en nuestro tiempo.
En este contexto y en la UE, Sánchez es el mes proamericano de los americanos hasta el extremo de supeditar el futuro de España a su entendimiento personal y poco transparente con Washington. Su repentino cambio de política exterior con Marruecos, contra la oposición de todo el Congreso, tiene como razón principal el alineamiento con la doctrina Trump plenamente asumida por Biden, de hacer de Marruecos un aliado privilegiado de EEUU, y eso exigía del régimen español dejar de hacer equilibrios en el Magreb y abrazarse a la monarquía alauí sacrificando por ello sus compromisos de potencia administradora del Sáhara.
Por si fuera poco, suministra gas procedente de EEUU a Marruecos en una operación que tampoco es un modelo de transparencia. En este momento nuestra dependencia energética de EE.UU. es total porque es nuestro primer proveedor de gas y petróleo. ¡Quién lo iba a decir! La otra gran concesión y riesgo es el aumento de las fragatas lleva misiles en la base de Rota. Los exégetas de la Moncloa quieren hacernos creer que este hecho es muy positivo para España porque nos protege del flanco sur. Qué inmensa mentira. ¿Por qué necesitamos un sistema de misiles capaz de identificar 200 objetivos simultáneamente en relación al Magreb y África? Las fragatas de Rota sólo tienen sentido en relación con lo que son realmente, la plataforma del escudo antimisiles de EE.UU. en Europa encarados no a protegernos de los cientos de misiles que pueden lanzarnos Mauritania o Argelia o Libia, sino del bien consolidado arsenal ruso. Por tanto, como hemos explicado en Converses, el sur de España se ha convertido en un objetivo nuclear destacado para Rusia en el caso de una conflagración. Naturalmente, las fragatas se mueven, pero el riesgo para la península no vendría de los misiles terrestres, sino de la flota de submarinos nucleares rusa que más se mueve y se ve menos que las fragatas americanas.