Sr. Sánchez, me permito hacerle una consideración sobre la crisis de la vivienda que vivimos actualmente. Abordar de manera efectiva este problema, que ha estallado de forma tan visible, sería más sencillo si usted asumiera, con espíritu crítico, su responsabilidad en esta cuestión, así como la de sus asesores y ministros implicados desde que llegó al gobierno hace ya seis años, un período considerable en política.
Es cierto que este problema viene de lejos, podríamos remontarnos a la burbuja inmobiliaria, pero si miramos desde el punto de vista del diagnóstico y las políticas públicas, la situación actual es mucho más reciente. El problema de la vivienda se hizo evidente hace una década, cuando los precios, tanto de compra como de alquiler, empezaron a subir de forma sostenida. Cuando usted asumió la presidencia, estos indicadores llevaban cuatro años apuntando a un escenario de crisis, que finalmente ha desembocado en la situación actual.
Durante su mandato, las advertencias sobre el alza de los precios fueron ignoradas, y en los últimos años, sólo se ha acordado de la vivienda para prometer soluciones fantasmas en cada campaña electoral. Si su orgullo le permitiera un ejercicio de autocrítica, actuaría con responsabilidad, algo que, hasta el momento, no ha hecho.
La gravedad del problema ya se manifestó hace tres años, justo a mitad de su mandato, cuando empezó a formular promesas electorales sobre la construcción de miles de viviendas, terrenos del Ejército y otros proyectos. Sin embargo, los resultados han sido prácticamente nulos, lo que pone en evidencia su dificultad para gestionar políticas complejas y de gran calado.
Lo mismo está ocurriendo con otros temas importantes, como la inmigración, donde su falta de capacidad para escuchar y su prepotencia ideológica han dejado a este país sin una política migratoria digna. O, para señalar otra cuestión crucial, España sigue en los últimos puestos de la Unión Europea en lo que se refiere a ayudas familiares. En España cada vez nacen menos niños, el aborto es un dogma que representa ya un tercio de los nacimientos, pero las políticas de ayudas a las familias y a la maternidad están a la cola de Europa. Una de las muchas consecuencias de ese grave déficit político es el liderazgo en pobreza infantil, una vergüenza que pocos reconocen abiertamente.
Sobre la vivienda, sus medidas han sido claramente insuficientes y, en algunos casos, erróneas. Ahora mismo ha prometido la construcción de 180.000 viviendas asequibles, pero, considerando los precedentes, resulta difícil confiar en que se cumpla este objetivo. Pero incluso si se hicieran, sería una medida insuficiente. De hecho, el déficit actual de viviendas en España es de aproximadamente 500.000, según Banco de España, y según el Instituto Nacional de Estadística, entre 2024 y 2028 se formarán 330.000 nuevos hogares al año. Su plan cubre sólo medio año de su nueva demanda. En estos términos, la crisis se agravará.
Adoptar el control de alquileres y las zonas tensionadas ha reducido su oferta en lugar de aumentarla. Estas políticas son una repercusión de las antiguas medidas del franquismo, que demostraron ser ineficaces a largo plazo. En lugar de intervenir de forma rígida en el mercado, lo que se necesita es una política que facilite el acceso a la vivienda para todos los ciudadanos, incluyendo la clase media y las personas con bajos ingresos, sin afectar negativamente a los pequeños propietarios que, en su mayoría, alquilan viviendas como inversión para su futuro y el de sus hijos.
Son el 90% del parque de alquiler. Puede actuar sobre el gran negocio, los que son propiedad de los fondos de inversión, pero su impacto será mínimo. Embalsar los precios cuando el problema es un déficit de oferta siempre termina mal.
Por tanto, le sugiero que elimine las medidas que sólo restringen la oferta de viviendas, como las zonas tensionadas, y la obligación de que los propietarios resuelvan el problema de los inquilinos que no pueden pagar por falta de recursos. Solucionar esto, una variante de la pobreza, es una cuestión de los gobiernos, no de los propietarios. Por eso pagamos impuestos, cada vez más altos, y gracias a la inflación su gobierno nada en la abundancia de ingresos.
Le ruego que centre su atención en políticas públicas eficaces. Urge movilizar el parque de viviendas disponibles y el suelo público, empezando por la Sareb y otras propiedades del Estado. También es esencial que limite el número de pisos turísticos y evite que las viviendas se desvíen hacia alquileres de temporada, que sólo agravan la escasez.
Además, el problema de la vivienda no puede desvincularse de la política territorial. La carencia de una estrategia ha provocado que la población se concentre en las grandes ciudades, incrementando la demanda en estos núcleos urbanos, mientras que gran parte del país, especialmente las zonas rurales, se vacía. Una política territorial sólida podría corregir esa desigualdad y aliviar la presión sobre el mercado de alquiler.
Su política económica, que favorece la inmigración y el turismo masivo para presentar buenas cifras de incremento del PIB, aunque la renta per cápita no remonte, complica más la situación de la vivienda. Después de seis años en La Moncloa, usted yace en el limbo de los macrodatos y falta de sensibilidad sobre la situación de los ingresos reales de la mayoría. Pero incluso con esa limitación, debería ser más consciente de la evolución de los ingresos por persona, que forma parte de los datos que describen el país.
Es evidente que la clave para resolver esta crisis radica en la construcción masiva de vivienda protegida. El Gobierno debe facilitar la financiación a gran escala, coordinarse con autonomías y municipios y simplificar los procedimientos administrativos para acortar los plazos desde el inicio de la construcción hasta la entrega de las viviendas. Estas viviendas deben centrarse en el alquiler, ya que España tiene un porcentaje de vivienda de alquiler muy bajo comparado con otros países europeos.
Sin embargo, no hay que menospreciar la vivienda social en propiedad. Este acceso a la propiedad proporciona un capital que a largo plazo aporta seguridad. El gobierno debe estudiar cómo subvencionar la promoción privada para construir masivamente vivienda social destinada a la propiedad a muy largo plazo; 50 años o más. Con este enfoque se podría evitar la formación de guetos y asegurar una mezcla social en los barrios.
Es momento de que actúe con espíritu crítico hacia sí mismo, propósito de enmienda y visión de futuro, y menos injerto ideológico. Aproveche esta oportunidad para implementar una gran política de vivienda que garantice el acceso de todos los ciudadanos a un hogar digno. No puede permitirse dejar pasar más tiempo sin tomar decisiones firmes y eficaces.
Reciba un cordial saludo,
Josep Miró i Ardèvol