El Síndic, eterno por incomparecencia de los diputados de la Generalitat de Cataluña, tiene un problema importante con el proceso abierto contra el empresario Jordi Soler afectado por el caso del 3%, que está en la actualidad imputado.
Rafael Ribó siempre ha manifestado que no tenía ninguna relación con el citado empresario, Jordi Soler, y que su viaje en avión privado a la final de copa de 2015 fue fruto de una invitación indirecta. Después se ha puesto de manifiesto que en realidad fue Ribó quien se interesó por sumarse al viaje a través del amigo común con el empresario, el que había sido diputado de CiU, Ramon Camp.
Los mails cursados no dejan lugar a dudas. También en un principio, cuando Ribó compareció en la comisión del Parlamento, pareció que este disfrute del avión privado para trasladarse a Berlín correspondió al mismo Ribó y a su hija. Ahora está claro que además también viajó su pareja.
Estas dos modificaciones sobre la narración inicial de Ribó en sede parlamentaria se han visto aún más agravadas después de que Jordi Soler en su declaración en el juzgado manifestara que no era la primera vez que el Síndic gozaba de esta atención de vuelo privado, dado que en 2009 también voló a Roma para ver la final entre el Manchester y el Barça. O sea, que nuestro controlador de la probidad de la administración pública tiene el hábito de hacer viajes con jets privados a las finales que el Barça juega en otros países, con gastos pagados por un empresario que ahora está imputado por el caso del 3%.
La cosa se agrava porque el defensor del pueblo catalán explicó en su momento que no conocía a nadie del viaje de 2015 a parte del exdiputado Camp, lo que ahora dada la excursión de 2009 con el empresario Jordi Soler resulta al menos difícil de entender.
En un país normal, Ribó ya habría presentado hace tiempo su dimisión o el Parlamento la habría exigido. Aquí no pasa nada.
