Hoy, día 19, se producirá en el MNAC la reunión entre los gobiernos de España y Francia dotada de gran solemnidad porque además del presidente de la república y del presidente del gobierno, estarán presentes 10 ministros por banda.
Y aquí una acotación al margen: es interesante constatar cómo se ha marginado al jefe del estado, porque recordemos que Macron no es primer ministro, sino presidente del estado francés que tiene un primer ministro que corresponde al equivalente de Sánchez.
La singularidad de las competencias presidenciales francesas hace, como en este caso, que la figura presidencial se desdoble, pero precisamente por su rango era normal que hubiera habido en algún momento del programa una parte con el rey como jefe del estado. Sánchez lo ha borrado del mapa, con su práctica sistemática de convertir esta figura en una especie de jarrón chino que se tiene guardado en un rincón de la sala.
Esta reunión quiere presentarse por los interesados como un acto extraordinario equivalente a las relaciones entre Francia y Alemania. Nada más lejos de la realidad. La agenda de temas que se tratará sólo hace que demostrar que España, pese a su importancia económica y geográfica, es más que nunca un gobierno súbdito del francés porque las temáticas nada tienen que ver con los grandes problemas que existen entre ambos países y este hecho marca la diferencia radical con las relaciones franco-germanas.
Es un ejemplo clamoroso el veto de llevar gas desde España a Europa, cuando lo que falta para que el gasoducto llegara a la frontera era poco más de 100 kilómetros. Pero Francia no quiere competencia en el terreno de la energía. Esta incomprensible carencia de buena voluntad entre dos países amigos se ve además retorcida con la extraña iniciativa del hidroducto submarino Barcelona-Marsella para transportar un hidrógeno verde, que no existe, a un coste muy importante y que tiene todos los números de que en realidad la exportación de hidrógeno sea de Francia en España.
O, otro detalle, el bloqueo francés al corredor mediterráneo, que va retrasado en las obras españolas, pero a partir de la frontera Francia lo tiene congelado sine die , sin explicación racional alguna. O el hecho escandaloso de que también tenga congeladas las obras del tren de alta velocidad a partir de Perpiñán. O, ya como guinda del pastel, que los ferrocarriles franceses puedan entrar y trabajar en España, mientras que Renfe tiene prohibida su actividad más allá de la frontera. El por qué esto es así no tiene otra explicación que la supeditación absoluta del gobierno español al francés.
Por otra parte, se produce una clara asimetría entre los recursos que dedica Francia a su industria y el caso español. Lo que da lugar a un desequilibrio extraordinario contrario a nuestra industria, aunque Francia es el principal cliente de las exportaciones españolas. Del conjunto de dinero público movilizado en la UE, una cuarta parte la da Francia, mientras que su industria sólo representa el 11% del total. Es decir, más de 2 puntos de dinero público del conjunto europeo por cada punto de peso industrial también en el conjunto europeo.
La situación española es totalmente contraria. La relación se sitúa en tan sólo el 0,28%, es decir menos de la unidad, nueve veces inferior a la relación francesa. Este tema de los desequilibrios en los apoyos a la misma industria está siendo tratado a escala europea y ya veremos qué solución encuentran, porque Alemania y Francia juegan con bastante ventaja, y son los que suelen cortar el bacalao.
Pero en un pacto que se quiere presentar como trascendente sería lógico que el gobierno español se interesara por tratar con la parte francesa la manera de corregir ese desequilibrio profundo en las ayudas públicas que reciben las empresas a ambos lados de la frontera, porque si no se hace así, es evidente que cada vez más la industria española quedará en inferioridad de condiciones de la francesa, o deberá continuar con una política de bajos salarios para poder competir. Obviamente, éstas no son las características de una buena vecindad, ni de un acuerdo preferente entre ambos estados.