Hace un tiempo nadie se lo habría imaginado, pero la cumbre de la Alianza Atlántica en La Haya, Países Bajos, ha dejado en evidencia que Donald Trump es el líder indiscutible de la OTAN.
La reunión que tuvo lugar los 24 y 25 de junio podría resumirse como un alud de promesas de los aliados hacia el presidente de Estados Unidos para demostrarle que estaban dispuestos a incrementar dramáticamente el gasto militar.
De hecho, Trump se salió con la suya y consiguió arrancar a los aliados el compromiso de invertir un 5% del Producto Interior Bruto (PIB) en defensa.
Un hito que es en realidad totalmente inalcanzable. Piense que el país que más gasto hace en defensa, Polonia, se situó el año pasado todavía muy lejos, con un 4,12% según los datos de la propia OTAN.
De hecho, la promesa tiene truco, porque desglosada, se trata de dedicar un 3,5% a gastos de las fuerzas armadas y el 1,5% restante en ámbitos relacionados con la defensa y la seguridad, como las infraestructuras y la industria.
Sin embargo, el 3,5% es un objetivo extremadamente ambicioso. Debe tenerse en cuenta que el anterior compromiso era del 2% y el año pasado una cuarta parte de los aliados aún no había llegado a pesar de que se había aprobado una década entera antes, coincidiendo con la anexión rusa de Crimea y partes del Donbás.
De los 32 países que conforman la OTAN, existe un grupo formado por seis países que se sitúan en torno al 3% o más. Todos ellos tienen buenos motivos: Polonia, Estonia, Letonia y Lituania viven bajo el fantasma de la era soviética y en los límites orientales de la Alianza, adyacentes a Rusia y su estado satélite Bielorrusia.
El quinto del grupo de líderes es Grecia, un país que tradicionalmente ha gastado mucho en defensa para disuadir a su enemigo e invasor histórico, Turquía.
El sexto no es otro que Estados Unidos, el único país del mundo que mantiene unas capacidades militares verdaderamente globales, con bases permanentes en todos los continentes y una armada capaz de intervenir rápidamente en cualquier lugar y hacerlo con mayor potencia de fuego que el conjunto de las fuerzas armadas de la inmensa mayoría de países.
Tras este grupo líder encontramos a la mayoría de aliados, que sitúan su gasto militar entre el 2,5 y el 2% del PIB. Son los alumnos que hasta ahora han cumplido, pero que sufrirán para poder acercarse al objetivo del 3,5%.
Entre sus miembros encontramos el Reino Unido, que está haciendo esfuerzos muy significativos y espera llegar al 2,6% el próximo año, pero que sufre un grave problema: le faltan vocaciones a la vida militar.
Las finanzas públicas tampoco están en un buen estado, pero no son tan graves como en el caso de Francia, donde la deuda pública ha seguido subiendo durante el primer trimestre y alcanza el 114% del PIB.
No está nada claro cómo el presidente Emmanuel Macron, políticamente acorralado, podrá incrementar sustancialmente el gasto militar, aunque recientemente reforzó la participación estatal en el operador de satélites Eutelsat, aduciendo razones de defensa.
Alemania es otro miembro de este grupo intermedio, y como ya hemos explicado, tiene margen para incrementar su gasto militar, aunque lo hará a base de endeudarse.
Por último, el furgón de cola de la OTAN lo conforman un conjunto de países que por lo general tienen razones geográficas para dedicar pocos recursos a la defensa, como Canadá, Portugal o Luxemburgo. Italia también está, aunque con un nivel sensiblemente superior (1,49%) al del verdadero retrasado, España (1,28%).
Más allá del teatro político del presidente del gobierno Pedro Sánchez, el caso español resulta especialmente desconcertante porque, como Grecia, es un país que necesita efectuar disuasión ante un rival e invasor histórico, en este caso Marruecos.
Más allá del teatro político del presidente Sánchez, el caso español resulta especialmente desconcertante porque, como Grecia, es un país que necesita efectuar disuasión ante un rival e invasor histórico, en este caso Marruecos Compartir en X