Cuatro problemas clave deciden nuestro futuro

Nuestro futuro como país y el de nuestras familias y empresas pasa por la capacidad de dar respuesta a cuatro problemas clave: paro, endeudamiento, emergencia educativa y derrumbe de la natalidad.

De acuerdo con las últimas previsiones del FMI , hasta el 2025 no situaremos el paro en un nivel similar, de hecho unas décimas superiores, al que teníamos en 2019. Es una mala noticia por partida doble. Primero porque habremos tardado 6 años en recuperarnos en lo que es más decisivo: las personas que tienen trabajo. Pero también lo es porque la cifra del año previo al estallido de la Covid-19 era francamente mala, ya que superaba el 14% de parados.

La perspectiva temporal indica que desde el 2010 tenemos una cifra de paro extraordinariamente grande, que nos hace ocupar el primer o los primeros, depende del periodo, lugares de Europa en esta lacra. Significa que durante 15 años el paro ha hecho estragos. Parados crónicos, personas de más de 55 años que no encuentran trabajo, y aquí hay que añadir que la OMS ya ha situado la discriminación por edad en el mismo nivel que la de raza y sexo. Los jóvenes, los grandes damnificados, y dentro de ellos los nini, los que no estudian ni trabajan, que previsiblemente llegarán a la edad de jubilación sin haber tenido nunca un trabajo en condiciones. Todo ello es una catástrofe económica y un drama humano que no tiene de momento una respuesta a su altura.

El endeudamiento subirá hasta el 120-125% del PIB, una cifra histórica en nuestra evolución económica. Además de lo que ya tenemos, España se endeudará en los próximos 2 años con 150.000 millones de euros. Todo esto no despierta demasiada preocupación y es un error. Ciertamente, el Banco Central Europeo nos protege, pero la deuda está y hay que pagarla, aunque su coste sea muy económico, pero como es cada vez mayor, el resultado final significa igualmente una losa.

El endeudamiento, no nos engañemos, es como una droga contra el dolor. Es necesario para evitar mayores daños, pero no nos podemos acostumbrar porque entonces se transformará, de hecho ya lo es, en una enfermedad que todavía puede ser más grave si los tipos de interés evolucionan al alza. En este sentido la perspectiva es ingrata. O los precios siguen siendo más o menos deflacionarios, y eso no nos va bien para crecer, o si aumentan tendremos importantes problemas por el coste del endeudamiento.

En cualquier caso, la suma de paro más intereses más amortizaciones en los presupuestos del estado augura un futuro difícil.

La emergencia eductiva es un problema crónico al que tampoco se le ha sabido encontrar solución. El país hizo algo bien hecho, pero que ya hace décadas que ha quedado atrás: la alfabetización total y dotar, al menos formalmente, de estudios de secundaria a la mayoría de la población. Pero, a partir de aquí nos hemos convertido en el enfermo educativo de Europa y no porque nuestros recursos sean migrados. No son altos, deberían crecer, ciertamente; pero otros países con una proporción de gasto educativo mucho menor obtienen mejores resultados. Es el caso de Portugal y aún más de Polonia, que con un gasto por alumnos muy inferior a la española y a la catalana, se han situado en los primeros puestos del ranking de países europeos.

La ley Celaá, en cuanto a posibles soluciones, está muerta antes de empezar. Porque en lugar de abordar el problema lo que hace es maquillarlo, rebajando la exigencia educativa y prácticamente liquidando los suspensos de la secundaria. Una gran parte de los alumnos continuarán sin aprender, pero el fracaso ya no saldrá en las estadísticas. Una economía del siglo XXI no puede soportar este agujero negro.

Por último, la caída de la natalidad. Hace tiempo que dura y cada vez es peor, un hecho agravado por la falta de respuesta política. El problema no forma parte de la agenda. Es una de las grandes contradicciones del independentismo. Al final, después de años y años, quizás conseguirán una independencia, pero sin catalanes . Actualmente el número de hijos por mujer en España es de 1,23, muy por debajo de la tasa de equilibrio de 2,1 hijos. Pero es que además, durante la pandemia, el número de embarazos y nacimientos todavía ha caído más. Esto acelerará la bajada. No es un dato menor que las mujeres no-creyentes autóctonas ya tienen una tasa por debajo de 1, una magnitud catastrófica, que parcialmente está compensada por las católicas practicantes y las musulmanas.

 

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