¿Puede quemar Cataluña como California?

¿Pueden quemar los bosques de Cataluña como los de California? De manera recurrente, en los últimos años, en este gran estado del Pacífico se están produciendo grandes incendios, si bien los que estamos viendo en el inicio de la temporada son los más grandes y demoledores, y han traspasado ampliamente las fronteras del estado. Deberíamos remontarnos hasta 1910 para encontrar una equiparación, cuando la amplitud de los incendios del oeste del país atravesó varios estados y provocaron 85 muertos. Hay que decir, sin embargo, que los de este año son mucho más importantes.

California, como Cataluña y ciertas zonas de Australia, pertenece al clima caracterizado como mediterráneo: veranos secos y calurosos, otoños y primaveras donde se concentra la precipitación que facilita el desarrollo del sotobosque. También las características de sus bosques hacen que su rentabilidad, tal como están planteados, sea muy escasa y, por lo tanto, una vez superadas las explotaciones tradicionales del bosque, como la producción de carbón vegetal, digamos que quedan abandonados a la mano de Dios y a la frecuentación del hombre, que lo ignora casi todo sobre el monte.

En el caso de California además se da una urbanización dispersa, multitud de casas aisladas, pequeñas poblaciones y una gran movilidad.

Los incendios de California no son un hecho excepcional como todos los que se producen en el clima mediterráneo. La gran diferencia radica en su magnitud y virulencia. La causa que lo justifica todo es el cambio climático. Evidentemente tiene importancia. Hay un aumento de las temperaturas y una pérdida de la humedad ambiental que facilita el incendio. Para los políticos locales, además, atribuirlo todo al cambio climático tiene la ventaja de expulsarse las responsabilidades de encima. Pero estas están y además tienen un carácter determinante. El aumento de las temperaturas no sería suficiente para explicar, en un área humanizada como es California, la magnitud del estrago de los actuales fuegos forestales.

Hay razones muy concretas que lo explican. En primer lugar, la falta de recursos de extinción. El número de bomberos que hay en este estado es aproximadamente la mitad de los que serían necesarios y está a años luz del estándar de Cataluña. Esto es debido a que la visión del incendio forestal en los EE. UU. en general es muy diferente de la que se da en países como el nuestro. Aquí, que se queme una hectárea es casi un sacrilegio. En los EE. UU., hasta hace relativamente pocos años, el criterio aplicado era estrictamente económico: no importaban demasiado las hectáreas quemadas, que se veían como un fenómeno natural, que en parte lo es, sino la afectación económica. Y eso quería decir que si no afectaba a infraestructuras y hábitats humanos y centros fabriles, pararlo antes o más tarde tenía una importancia relativa.

Este criterio ha cambiado desde hace unos años y el resultado fue, y aquí ya entramos en conexión con Cataluña, una gran reducción de los focos. Pero esta práctica tiene una contrapartida, que es el crecimiento de la densidad forestal, la multiplicación de árboles, arbustos y matorrales que confieren una gran densidad energética en cada hectárea de bosque. En definitiva, se aumentó el combustible. Este hecho ligado, ahora sí, a condiciones atmosféricas adversas y a la gran extensión del territorio, ha facilitado estas bombas de fuego que en algún caso son los incendios forestales tan difíciles entonces de detener.

La principal virtud de Cataluña iniciada a partir de 1987 con la aplicación de la estrategia FocVerd ha sido precisamente el control de los focos para evitar su crecimiento. No es que ahora haya menos incendios que antes, es que ahora los que se producen no tienen tiempo de crecer porque la intervención humana los reduce rápidamente. Y eso ha permitido que de 1987 a esta parte sólo hubiera tres episodios de grandes incendios forestales. Pero esta virtud tiene una contrapartida, que es que la falta de cuidado en las políticas forestales hace que la masa del bosque en Cataluña, su energía potencial, se haya multiplicado. Por lo tanto, será suficiente con condiciones adversas para que se puedan producir situaciones que, en la escala proporcional nuestra, guardaran relación con lo sucedido en California, es decir, incendios que en nuestro caso oscilarían entre las 5.000 y las 30.000 hectáreas quemadas en cada ocasión. Las condiciones adversas son muy concretas: temperaturas elevadas durante días y días, claramente por encima de los 30 grados, cosa muy frecuente, y lo que ya es más excepcional, caídas de la humedad relativa del aire por debajo del 20%. En estas condiciones pueden estallar grandes fuegos forestales.

El problema es que mientras que la estrategia que se aplica es muy eficiente para controlar los focos, no disponemos de ningún planteamiento para afrontar el gran incendio, aquel que desborda el control y se extiende y se extiende como ocurre, salvando las distancias, en California.

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