La segunda reserva de gas de lutita más importante del mundo fue descubierta en 2010 en el paraje remoto de Vaca Muerta, en el interior de Argentina. Este depósito natural, que ocupa una superficie mayor que Bélgica, empezó a ser explotado en 2018, pero con un obstáculo que hacía la actividad económica prácticamente inviable: carecía de la infraestructura terrestre para transportarlo hasta Buenos Aires y desde allí a todo el mundo.
No ha sido hasta este año que un gaseoducto de 573 kilómetros, bautizado Néstor Kirchner en honor al presidente argentino que traspasó precisamente el año del importante descubrimiento, ha empezado a cumplir esta labor.
Por primera vez, en más de trece años, Argentina espera volver a ser exportador neto de recursos energéticos gracias a la técnica de la fractura hidráulica que permite separar la roca del valioso gas natural.
El gobierno argentino tiene muchas esperanzas puestas en las exportaciones de gas. Flavia Royón, secretaría de energía, espera que entre el año pasado y el 2030 Argentina pase de una balanza comercial energética negativa de 4.600 millones de dólares a una positiva de más de 18.000 millones. Una conversión que haría que la energía se convirtiera en el segundo producto de exportación después de los bienes agrícolas.
Vaca Muerta y Repsol
Vaca Muerta es un nombre que trae muy malos recuerdos a España, ya que en el 2012 la entonces presidenta peronista Cristina Fernández de Kirchner expropió a Repsol su filial argentina, YPF. La razón formalmente esgrimida entonces fue la supuesta falta de inversión de Repsol en YPF que habría conducido a Argentina a tener que importar recursos energéticos.
Pero se sospecha que el verdadero motivo de la maniobra política fue explotar el yacimiento sin depender de Repsol.
De hecho, la nacionalizada YPF, que todavía hoy depende del gobierno argentino, empezará a explotar los 8,7 billones de metros cúbicos de gas y los 16.200 millones de barriles de petróleo que Vaca Muerta contiene con otra empresa local, Tecpetrol, así como con una filial de la francesa Total.
En cualquier caso, Argentina necesita desesperadamente inyecciones de capital extranjero. De hecho, el inicio de la explotación del inmenso yacimiento no habría sido posible sin la inversión de casi 1.000 millones de euros realizada por la estadounidense Chevron.
¿Luz al final de un largo túnel?
La terrible crisis económica que atraviesa el país ha disparado la inflación hasta el actual 115,6%, hundiendo el peso argentino, vaciando las reservas de divisas y generando una nueva ola de pobreza en un contexto que ya era particularmente difícil.
En octubre Argentina celebrará elecciones presidenciales, que enfrentarán a la coalición peronista actualmente en el poder con la oposición liberal. Ambos bandos sitúan las exportaciones de gas en el centro de sus planes, junto con el incremento de la producción agraria que se espera de cara a 2024 y un drástico ascenso de la producción de litio en 2025, indispensable para las baterías de los coches eléctricos.
Curiosamente, pues, los pretendientes a la presidencia están de acuerdo en que la recuperación de Argentina de una crisis que parece eterna pasa inevitablemente por incrementar las exportaciones y hacer venir moneda extranjera, esto es, atraer a grandes capitales. Sólo así podrá financiarse la construcción de nuevos gasoductos para transportar el gas de Vaca Muerta a países vecinos como Brasil, Chile y Bolivia, y sobre todo de las costosas terminales de transformación en gas licuado o LNG, necesario para la exportación marítima.
Sin embargo, para materializar este sueño económico es necesario que Argentina mantenga unos niveles muy elevados de inversión en divisas a lo largo de la próxima década. Y esto pasa precisamente por ofrecer garantías jurídicas y de estabilidad a las empresas, precisamente de lo que careció Repsol.