Emmanuel Macron se impuso cómodamente en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas del pasado domingo 10 de abril.
El presidente saliente recogió cerca del 28% de los votos, y como en 2017, se enfrentará en la segunda vuelta con Marine Le Pen quien reunió el 23,4% de las papeletas.
En este aspecto, no hubo sorpresa respecto a las últimas encuestas, que mostraban un Macron con cierta tendencia a la baja después de llegar a un punto máximo del 30% al comienzo de la guerra de Ucrania, y una Le Pen en alza a medida que las hostilidades se alargaban.
La gran sorpresa de la noche fue el buen resultado del candidato de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon, que consiguió el 22% de los votos y tuvo la segunda vuelta a un paso.
Esta elegida se explica por el fenómeno del voto útil, que ha empujado a los simpatizantes de cada bloque a votar por el candidato más cercano y a la vez que más opciones tenía de llegar a la segunda vuelta.
Las clases medias-altas, especialmente en entornos urbanos, han buscado en Macron un refugio contra los candidatos más rupturistas. La Francia rural y de bajos ingresos se ha inclinado por Le Pen, mientras que Mélénchon ha recogido sobre todo votos de la izquierda tradicional y de zonas con alto porcentaje de franceses de origen extra-europeo.
De hecho, es notable que Mélenchon sea el candidato que haya obtenido una victoria con mayor margen sobre sus rivales. Lo ha hecho en Seine-Saint-Denis con un 49% de los votos, una región conocida por su altísima inmigración, existencia de redes islamistas y problemas de delincuencia.
Otros hechos destacables de la primera vuelta son que Eric Zemmour haya obtenido un resultado bastante más bajo de lo esperado, de un 7% –un fenómeno que se puede explicar por la tendencia al voto útil descrita más arriba.
Ni la candidata de la derecha tradicional, Valérie Pécresse, ni el ecologista Yannick Jadot han logrado pasar el umbral del 5% de los votos, lo que les impide obtener el reembolso público de los costes de sus respectivas campañas.
El votante de Pécresse se ha dividido entre Macron y Zemmour, mientras que el de Jadot lo ha hecho entre Macron y Mélenchon.
En términos generales, destaca el auge de los extremos políticos. En quince años, el peso de los votos que las fuerzas situadas en los extremos del mostrador político reciben se ha multiplicado por dos.
Por último, cabe señalar que la abstención registrada ha sido la más elevada desde 2002, situándose en un 26%.
En definitiva, los resultados del domingo muestran una imagen de una Francia fragmentada en tres bloques cada vez más irreconciliables.
El primero, que podríamos llamar el de las élites acomodadas y liberales, vota por Macron.
El segundo, los de los franceses de raíz que se sienten amenazados por la inmigración masiva y por la erosión de sus condiciones de vida, vota por Le Pen.
Y finalmente, el tercero, el más insospechado, reúne a votantes ideológicos de izquierdas y también, y cada vez más, a franceses de origen extranjero no europeo, entre los cuales, las personas de confesión musulmana tienen un peso muy relevante. Este último vota por Mélenchon.