La campaña electoral en los EE. UU. se encuentra en plena fase de primarias, que en realidad sólo afecta a los demócratas (los republicanos tienen a Trump, un candidato incuestionado). Ofrece, de entrada, la media sorpresa de que es Bernie Sanders quien encabeza de manera destacada la posible nominación, claramente por delante del teórico favorito, el centrista Biden, que fue vicepresidente con Obama.
La sorpresa de Sanders es que es un candidato que se define claramente como socialista y procede del ámbito de los independientes. Está lejos de ser un «pata negra» demócrata. La relativización de la sorpresa es que este candidato parte de toda la experiencia de la campaña anterior que le enfrentó a la favorita y finalmente derrotada por Trump, Hilary Clinton, y que, por tanto, dispone de una máquina bien engrasada que ha rectificado errores de la anterior campaña, por ejemplo otorgando más atención a los latinos, hasta el extremo de que éstos son una de sus puntas de lanza. Posiblemente la razón del éxito sea que, mientras el resto de los candidatos cuando se dirigen a este sector de población sólo les hablan de inmigración, Sanders aborda toda la panoplia de temas sociales, trabajo, universidades públicas y seguridad social a la europea. En definitiva, todo lo que puede interesar a un trabajador que no ha surgido de la matriz cultural anglosajona. Sanders también es el candidato demócrata que ha recogido más dinero, pero todo a partir de pequeñas donaciones, lo que da idea de su popularidad.
Ante esto, Trump goza de dos bazas muy fuertes. Una es que, para bien o para mal, según admiradores o retractores, ha ido haciendo lo que se había comprometido a hacer. No ha salido por la tangente o, al menos, lo ha hecho en muy escasa medida. Su falta de temor al conflicto lo ha ayudado. Pero evidentemente esto sería insuficiente si no contase con la carta de la buena marcha de la economía, y este será sin duda su caballo de batalla ante los demócratas y en particular si el candidato es Sanders, porque sus propuestas evidentemente generan incertidumbre en los demócratas más clásicos.
Tres datos permiten resumir con claridad y concreción el éxito con el que se puede presentar Trump. El índice S&P 500 está en máximos astronómicos y ha ido creciendo desde el 20 de enero de 2017, que ya estaba arriba, cuando Trump fue elegido presidente. Para los EE. UU. esto significa que la clase media se ha enriquecido y dispone de dinero extra. Toda una baza. El ciclo económico que comenzó en junio de 2009 es ya el más largo de la historia de los EE. UU. con 127 meses, que se dice pronto, de expansión ininterrumpida. El anterior más largo fue de marzo de 1991 a marzo de 2001, y duró 120 meses. Por último, la tasa de paro no ha hecho más que caer desde que fue elegido presidente, y ahora se encuentra en la cifra histórica del 3,6%, es decir, en plena ocupación y, por tanto, en muchos sectores con falta de mano de obra. Se puede decir en contrapartida que no se ha cumplido la aspiración de crecer el 4% que era una cifra astronómica, pero ahora está en el 2,8%, que es una magnitud muy buena, tanto que se encuentra fuera del alcance de la Unión Europea. El resultado es que el 44% de la población considera que Trump ha reforzado la economía, y en este amplio calado, Trump saldrá a pescar, y si el coronavirus no lo impide, tiene perspectivas de pescar más que peces republicanos.
El 44% de la población de los Estados Unidos considera que Trump ha reforzado la economía Share on X