Resulta sorprendente la manera cómo las manifestaciones y conflictos en la vía pública provocados por los CDRs y Tsunami Democràtic han desaparecido de una manera prácticamente absoluta. Solo ha quedado un pequeño relicto, que durante días y días ha cortado durante unas horas la avenida Meridiana de Barcelona, una de las vías de acceso a la ciudad.
La pregunta, fruto de la sorpresa, no es baladí porque aquellas organizaciones nos anunciaron en su momento conflictos continuados si los políticos presos no eran liberados. Los medios de comunicación no se preguntan por el porqué de esta desaparición súbita de aquellos sucesos que se produjeron después de la sentencia del 14 de octubre, que de haberse mantenido con la intensidad de aquellas semanas, hubiera situado en un brete a la policía de Cataluña y al conjunto de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, porque sin duda se hubiera dado un agotamiento de su capacidad de respuesta. Era la oportunidad de situar el problema de Cataluña en un destacado plano de la política europea, cosa que siempre ha intentado y nunca ha conseguido. Lo tenía al alcance de la mano. ¿Por qué han desaparecido?
Existen diversas hipótesis razonables de las causas de este parón:
- El miedo. Las detenciones del grupo llamado Equips de Resposta Tècnica (ERT) surgido de los CDRs y su entrada en prisión, junto con la intervención de la Audiencia Nacional, indagando sobre Tsunami Democrático como presunta organización terrorista, pueden haber despertado el temor en su núcleo dirigente, prefiriendo por el momento salir de escena.
- El impacto económico. Es otro tipo de temor. Se trataría de haber recibido alarmas, incluso instrucciones, de que aquella parte del empresariado que sostiene el independentismo, discreparía de la violencia activa y pasiva en la vía pública, de los bloqueos de ferrocarril, por su posible repercusión económica, y esto habría bastado para detener la acción.
- Facilitar las negociaciones políticas. Esta hipótesis es la menos verosímil de todas, porque significaría que los CDRs y Tsunami Democràtic están fuertemente influenciados por Esquerra Republicana de Catalunya, porque es ella la que opta por la negociación con Sánchez. No parece el caso porque más bien la influencia está en manos Puigdemont y Torra, y el ala más radical de JxCat y la CUP, partidarios de “como peor mejor”.
- Los presos lo han exigido. Es una posibilidad muy real. El abogado de Joaquim Forn, Xavier Melero en su libro L’Encàrrec, no se está de criticar diversas actuaciones independentistas que han perjudicado la causa de los presos. Concretamente, “la campaña internacional de descalificación de la democracia y la justicia española”. Con estos antecedentes puede ser que los presos hayan hecho llegar su opinión de que los disturbios impedían obtener los beneficios a los que pueden tener derecho, simplemente a partir de la calificación en 2º grado, que les corresponde de manera inmediata, y que les permitiría empezar a salir a la calle, como en el caso de Undargarín. Un nivel alto de conflictividad facilitaría argumentar que su presencia en la calle comportaría riesgos.
- El temor a una pérdida de apoyo electoral. Es una evidencia que lo que sucedió a lo largo de aquellos días de manifestaciones y cortes de carretera, perjudicó sobre todo a la mayoría de gente de este país que no podían realizar su vida cotidiana, cubrir sus necesidades, estudiar, trabajar, salir a cenar o al teatro con normalidad. A diferencia de lo que ha sucedido en Hong Kong, donde la población ha dado un apoyo masivo a la insurrección, con su voto, que alcanzó más del 60%, el independentismo catalán, que nunca ha llegado al 50% puede temer que una parte de su electorado dé la espalda, porque le está complicando la vida de cada día.
En todo caso lo que queda claro es que Cataluña no es Hong Kong, y los responsables de la movida no están dispuestos a un pulso permanente basado en el conflicto y el enfrentamiento con las fuerzas policiales. De esta manera, abandonan otro de los múltiples tópicos internacionales utilizados. La lista es larga: Quebec, Escocia, la vía báltica, Montenegro (muy famoso durante el periodo de la independencia a plazo fijo, en 18 meses, porque constituía una posible referencia avalada internacionalmente), y finalmente Hong Kong.
Lo que queda de todo esto no es la desaparición del conflicto, sino el hecho de que nos encontramos ante una situación enquistada en la que la parte independentista tiene conciencia de su incapacidad para alcanzar, incluso aproximarse, a sus objetivos. Pero al mismo tiempo, esta debilidad congénita queda compensada por la otra incapacidad, la del Estado, de encontrar vías políticas que se aprovechen de aquella impotencia.