El debate del miércoles día 13 en el Parlament de Catalunya puso de relieve dos evidencias:
Primera, que el gobierno sólo cuenta con el apoyo de los migrados 33 diputados de ERC, por tanto, una minoría incapaz de sostener el gobierno. Segunda, todos los partidos sin excepción consideraron que el gobierno de Aragonès es un desastre.
Pero lo más curioso del caso es que este desastre no tiene como consecuencia, y cómo pasaría en un sistema realmente fundamentado en la democracia parlamentaria y no en la partitocracia, la convocatoria de elecciones para lograr un cambio, sino que se trata sencillamente de utilizar a Aragonès como la pared del frontón.
De hecho, nada tiene de nuevo este anunciado de acuerdo con los datos de las encuestas del CEO: los dos peores presidentes de la Generalitat, con diferencia, han sido Torra y ahora Aragonès. Pero mientras aquél no disponía del beneplácito socialista, ERC sí lo dispone por necesidades de Sánchez en Madrid. Y así el deterioro de la sociedad y de las instituciones catalanas continúa porque a una parte de los partidos, socialistas y comunes, naturalmente también ERC, no les interesa hacer fuego nuevo.
El debate fue de los escándalos que están sobre la mesa: los resultados desastrosos del informe PISA, la imprevisión con la sequía, la situación del aeropuerto de Barcelona, que oscila entre la incertidumbre y la saturación. Pero, de hecho, la lista sería mucho más larga.
Es lo que queremos hacer desde Converses: situar los grandes problemas, que además son de urgente resolución, que tiene planteados la gobernación de Cataluña.
Porque una característica curiosa del gobierno de Aragonès es que se ocupa de lo que no es necesario o que incluso es contraproducente, como el “Plan de Acción para combatir la presión estética”, que debería explicarse para que se logre entender, y su incapacidad para abordar no ya urgencias, sino emergencias. Y naturalmente una de estas emergencias es la sequía. Ya lo hemos tratado en otras ocasiones, pero ahora quisiéramos situar el acento sobre la extraordinaria imprevisión de un problema largamente anunciado, porque hay que recordar que esta historia lleva 3 años.
Ahora entraremos en fase de emergencia y esto tiene graves consecuencias, pero no sólo para el momento presente, sino por sus efectos, que durarán años. Obviamente, durarán tiempo las consecuencias negativas sobre el monte y sobre la agricultura y, sin embargo, la Generalitat no contempla ningún plan de acción para paliar unas consecuencias irremediables. Sin embargo, es que además, sufriremos tiempo la falta de nuevas localizaciones industriales y de otro tipo que tenga una importante relación con el consumo de agua, además de la afectación poco conocida sobre una parte del tejido empresarial. La Generalitat, vertida en el verano, se encontrará en la tesitura de discriminar a favor del turismo o bien obligarle a restringir el consumo de agua de forma radical como habrá hecho desde enero de este año con todos los consumos hídricos.
Todo esto tendría otro aspecto si la Generalitat hubiera hecho los deberes a corto, medio y largo plazo. Los más evidentes de todos tienen que ver con el mal estado de las conducciones y las pérdidas de agua. Recordemos que el Ente Abastecimiento de Agua Ter-Llobregat tenía un escape de 180.000 litros por día y que en 2022 el gerente del Ente, José Miquel Diéguez, dijo que adelantarían su solución de 2025 a 2024. Estos son los ritmos que en plena emergencia tiene nuestra administración para resolver grandes escapes de agua.
La otra gran cuestión radica en el agua regenerada. Si la ACA (Agencia Catalana del Agua) hubiera llevado a cabo las inversiones previstas para regenerar el agua de las depuradoras, el problema ahora sería mucho menor.
Y ya ni hablamos de cuestiones a largo plazo y más controvertidas como son la interconexión de cuencas y el crecimiento de embalses allí donde es posible aprovechar mejor las lluvias torrenciales. Ahora el problema de la sequía está concentrado en las cuencas interiores, que es donde no ha llovido y que tiene reservas situadas a un mínimo nunca alcanzado, un 17%. Pero existe otra parte de Cataluña, la de la cuenca del Ebro, que presenta un nivel de reservas del 40%. No es para echar cohetes, pero evidentemente no significa el problema que tiene el otro espacio hidrográfico, que es precisamente el que concentra la mayor parte de la población y la actividad económica porque en él se encuentra el área metropolitana de Barcelona.
Cabe recordar que en abril de 2023 Bruselas expedientó a la Generalitat por no haber presentado el Plan de gestión del agua. En otras palabras, en plena sequía ni siquiera hacía los deberes formales. Éste es un primer grave y gran escándalo. Hay más. Los veremos.