Polonia: preparar una sociedad contemporánea para la guerra

Polonia es el alumno aventajado de la Alianza Atlántica en gasto militar. El año pasado, el país  gastó   en torno al 4,12% de su Producto Interior Bruto en defensa, situándose cerca de un punto porcentual por encima de Estonia y Estados Unidos, ambos países completan el podio.

Pero incluso estas cifras no son suficientes, y las dos principales fuerzas políticas polacas están de acuerdo. El primer ministro liberal Donald Tusk y el presidente conservador Andrzej Duda, enemigos jurados en política general, comparten el objetivo de situar el gasto militar a un nivel inaudito en Europa y prácticamente en todo el mundo, hasta cerca del 5% del PIB.

Lejos de matizar la política promilitar del gobierno conservador antecesor, Tusk anunció el 7 de marzo una etapa completamente nueva, pasando del objetivo precedente de alcanzar los 300.000 soldados en 2035 a medio millón.

El primer ministro también declaró estudiar el acceso a armamento nuclear, evocando el ejemplo de Ucrania, quien cedió sus armas atómicas a Rusia al terminar la Guerra Fría, y tres décadas más tarde fue invadida por su vecino.

Pero la cosa no termina ahí. Y es que Tusk piensa completar ese rearme con un cambio de mentalidad del conjunto de la población polaca.

La idea inicial del gobierno es disponer de millones de reservistas que puedan engrosar aún más las filas.

Así, Tusk anunció un nuevo «modelo» social, en el que «cada hombre adulto en Polonia esté entrenado para la guerra». Asimismo, el primer ministro quiso enfatizar que esto no equivaldría a devolver al impopular servicio militar, que terminó en 2008.

¿Pero cómo hacer compatible esta movilización masiva de reservistas sin pasar por reinstaurar la “mili”?

La respuesta parece encontrarse en los incentivos. Tusk prometió un excitante programa de entrenamiento militar, equiparando las capacidades que se podrían adquirir con las de “James Bond”.

Analistas polacos también destacaron la pertinencia de presentar las competencias adquiridas durante los cursos militares como útiles para el mundo civil profesional, citando los primeros auxilios, la ciberseguridad, la mecánica o el pilotaje de drones. Los incentivos financieros, como exoneraciones de impuestos o complementos de sueldo, serían también claves.

Las escuelas también están implicadas en el esfuerzo, y el gobierno trabaja en expandir un plan ya en vigor llamado “educación con el ejército” a partir del próximo curso.

Parece plausible que en una sociedad tan marcada por el dolor causado por las ocupaciones rusas y alemanas, Polonia encuentre a numerosos voluntarios jóvenes que quieran inscribirse en los cursos, de diversas duraciones y formatos, que el ministerio de defensa está preparando.

Sin embargo, también debe considerarse que la reserva militar de Polonia hoy en día está envejecida (media de edad de 45 años) y desentrenada.

También hay voces que lamentan la mentalidad «consumista» y de habituación a las «alegrías de la democracia» que ha impregnado a los espíritus polacos desde el fin de la Guerra Fría.

De hecho, según los primeros estudios de opinión, el apoyo a los anuncios de Donald Tusk es mitigado. Solo la mitad de los polacos apoyan la iniciativa, mientras que un 39% declara querer participar.

Si en una sociedad europea de “primera línea”, como es Polonia, la acogida de estos preparativos para la guerra es tan tibia, ¿cómo sería en los países de Europa occidental, con sociedades más acomodadas desde hace mucho más tiempo y con una percepción mucho menos tensa hacia la amenaza rusa?

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