¿Qué puede representar el nuevo partido de centro en las elecciones en Barcelona?

Es ya público que este mes de enero se presentará un nuevo partido bajo la bandera de centrar la política catalana y que concurriría a las elecciones municipales del año que viene, que tienen su dimensión más política en la ciudad de Barcelona. El papel que desempeñe esta nueva organización en estos comicios, y en concreto en la capital, marcará mucho cuál puede ser su futuro político.

Este partido nace como fruto de los trabajos compartidos del PDeCAT, La Lliga, Lliures y Convergents, y tiene desde el principio el liderazgo de Carme Chacón, que para llevarlo a cabo con plenitud dimitió de sus cargos en el PDeCAT. La singularidad de esta nueva organización es que no surge de la fusión de todos estos partidos, que permanecerán o se disolverán a voluntad propia, sino que quiere integrar a las personas que forman parte y obviamente a otras nuevas a título personal. Es un proceso arriesgado.

Hay ya una experiencia en ese sentido y resultó poco afortunada. Se trata de la conversión de CDC en PDeCAT. En el traspaso era necesario que las personas se dieran de alta en la nueva organización de forma nominal. Pues bien, en ese traspaso entre 1/3 y un 40% de los afiliados a Convergència se quedaron por el camino, por las razones que fuesen, pero no formaron parte de la nueva nómina política.

Éste es el cuadro previo. Sin embargo, la respuesta del millón es cuál es el juego que puede tener el nuevo partido en las municipales de la capital catalana. El único antecedente que tenemos son las pasadas autonómicas del año 2021, en las que el PDeCAT logró 52.260 votos, que representó un 2,51% de los votos emitidos, lo que significaba un 1,6% sobre el censo, con una participación del 60%. Es un bagaje modesto, digamos que tiene como votante potencial de entrada uno y medio de cada ciudadano mayor de 18 años de Barcelona. Situando la referencia en el PP, que entró justito al tener representación en el consejo municipal, obtuvo un 4,05% de los votos, en concreto 85.967, los cuales le aportaron 3 concejales. Por tanto, considerando una participación similar del 60-65%, el nuevo partido debería asegurar el resultado del PDeCAT en las autonómicas y añadir unos 35.000 votantes más.
Una serie de factores no juegan a su favor. Uno de ellos es que en las autonómicas el PDeCAT era una marca reconocible y que podía aspirar, algo que no logró, a arrastrar al votante convergente. Ahora, el nuevo partido no tendrá esta condición de conocimiento previo, y es obvio que dar a conocer una marca nueva exige, o bien una movilización masiva de gente, porque nace de un movimiento social, o bien una inversión económica muy importante, que está por ver si está al alcance de la nueva organización.

Lo que pueden aportar los demás partidos es desconocido, porque nunca se han atrevido a presentarse a unas elecciones, con la salvedad de los Convergents que sí lo hicieron con un registro muy mínimo, unos pocos miles de votos. Por tanto, por esta vía de manera directa, el engrosamiento electoral no está demasiado claro. Puede ser un factor relevante la potencia del cabeza de lista por Barcelona, ​​si probaran con Carme Chacón, su resultado electoral fue claramente insuficiente y no está claro que en una disputa local lo consiguiera mejorar.

Un elemento que podría contribuir es que la nueva organización despliegue una gran actividad de capilaridad social y se implique profundamente en los barrios y distritos y en los movimientos contrarios a Colau. Hasta ahora los partidos que darán pie a la nueva organización no han destacado precisamente por su capacidad de acción en el seno de la sociedad, limitando su práctica política sobre todo a las reuniones internas.
Existe también otro factor que es una incógnita. Al tratarse de una nueva organización que quiere aglutinar el voto del espacio central catalán, su posicionamiento es muy importante, y aquí la figura de la organización puede ser decisiva, porque aunque no sea el PDeCAT muchos lo verán como una emanación suya. Pero este partido que seguirá actuando en las municipales, sobre todo en aquellos municipios con alcaldes de esta organización que crean que esta etiqueta es lo que puede ayudarles a ganar, tenderán a pactar con JxCat, es decir, con una de las versiones más radicales del independentismo, y evidentemente éste no es el perfil del espacio central.
Por otra parte, el PDeCAT, que no tiene representación en el parlamento de Cataluña, pero sí la tiene en el Congreso de los diputados, está siguiendo una línea de apoyo prácticamente incondicional al gobierno Sánchez. Algo que en la contienda electoral le reprocharán desde el centro y la derecha.
Por tanto, la nueva formación nace como fruto de una necesidad, de una ilusión, de un trabajo que se está haciendo. Sin embargo, tiene ante sí unos graves inconvenientes que no está nada claro que con los planteamientos actuales sea capaz de superar. Sólo un nuevo planteamiento radical que realmente arrancara de cero, en el sentido de que partiera de una asociación de electores, podría generar las condiciones en las que la mayoría de estos aspectos adversos quedaran sin efecto, al tiempo que recogería como necesidad para alcanzar las firmas necesarias para presentarse, un fuerte impulso ciudadano.

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