Es ya público que este mes de enero se presentará un nuevo partido bajo la bandera de centrar la política catalana y que concurriría a las elecciones municipales del año que viene, que tienen su dimensión más política en la ciudad de Barcelona. El papel que desempeñe esta nueva organización en estos comicios, y en concreto en la capital, marcará mucho cuál puede ser su futuro político.
Este partido nace como fruto de los trabajos compartidos del PDeCAT, La Lliga, Lliures y Convergents, y tiene desde el principio el liderazgo de Carme Chacón, que para llevarlo a cabo con plenitud dimitió de sus cargos en el PDeCAT. La singularidad de esta nueva organización es que no surge de la fusión de todos estos partidos, que permanecerán o se disolverán a voluntad propia, sino que quiere integrar a las personas que forman parte y obviamente a otras nuevas a título personal. Es un proceso arriesgado.
Hay ya una experiencia en ese sentido y resultó poco afortunada. Se trata de la conversión de CDC en PDeCAT. En el traspaso era necesario que las personas se dieran de alta en la nueva organización de forma nominal. Pues bien, en ese traspaso entre 1/3 y un 40% de los afiliados a Convergència se quedaron por el camino, por las razones que fuesen, pero no formaron parte de la nueva nómina política.
Lo que pueden aportar los demás partidos es desconocido, porque nunca se han atrevido a presentarse a unas elecciones, con la salvedad de los Convergents que sí lo hicieron con un registro muy mínimo, unos pocos miles de votos. Por tanto, por esta vía de manera directa, el engrosamiento electoral no está demasiado claro. Puede ser un factor relevante la potencia del cabeza de lista por Barcelona, si probaran con Carme Chacón, su resultado electoral fue claramente insuficiente y no está claro que en una disputa local lo consiguiera mejorar.