Según las cifras del informe anual del Instituto de Estocolmo para la Paz Internacional (SIPRI), el año pasado el gasto militar mundial siguió creciendo por quinto año consecutivo, alcanzando prácticamente los dos billones de dólares.
A pesar de la pandemia de Covid-19 y de la recesión de un 4,4% del PIB mundial, la proporción de gasto militar respecto al PIB alcanzo una media global de 2,4% respecto al 2,2% de 2019.
Cinco países concentran el 62% del gasto militar total. Se trata de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido) excepto Francia, a los que se añade India en tercera posición, por delante de Rusia y Reino Unido.
Por lo que respecta a España, su gasto militar creció por encima de la media mundial situada en el 2,6% y alcanzó un 9,41%. A pesar de ello, la cifra real es prácticamente igual a la del año anterior debido la recesión económica española de 2020, una de las peores del mundo.
Esta todavía por ver si muchos países mantendrán sus presupuestos militares al alza en el segundo año de pandemia. Algunos estados con gran apetito militar, como Rusia, han debido poner freno a sus previsiones de gasto previas a la crisis de la Covid-19 ya en 2020.
No obstante, de las cifras del informe del SIPRI se pueden extraer ya varias observaciones a tener en cuenta para la política exterior.
La primera es que a pesar de la pandemia y los enormes gastos que ésta ya ha ocasionado, la mayoría de países ha optado por no recortar de emergencia su gasto militar. Los gobiernos han entendido que la posibilidad de un conflicto bélico no solo no puede excluirse, sino que su probabilidad está aumentando. Ejemplos de ello son que países como Estados Unidos y Francia hayan señalado estos últimos meses que su prioridad estratégica es prepararse para la eventualidad de un conflicto de alta intensidad contra otro estado.
Los gobiernos han entendido que a pesar de la globalización, la posibilidad de un conflicto bélico no solo no puede excluirse, sino que su probabilidad está aumentando Share on XLa segunda implicación, y que sigue de la primera, es que la globalización lleva algunos años estancada – ¿quizás en 2014, el último en que el gasto militar mundial bajó? Ahora está empezando incluso a retroceder en algunos aspectos. Proteger el gasto militar en plena pandemia implica que los estados empiezan a cerrarse, y desconfían cada vez más los unos de los otros. Es evidente que no todos los estados recelan igual de todos los demás. Pero esta también claro que en el mundo empiezan a formarse esferas de influencia opuestas las unas de las otras. La más clara de ellas, y que mayores implicaciones conlleva para todos los países, es la rivalidad entre China y Estados Unidos.
La tercera implicación, y que puede derivarse a su vez de la anterior, es que los estados perciben su gasto militar como una garantía de independencia, un instrumento de su soberanía. También como una forma de minimizar la influencia de las dos superpotencias actuales. En Europa, durante la Guerra Fría esta visión tuvo como principal promotor al presidente francés Charles de Gaulle, y demostró toda su acierto en repetidas ocasiones. Por cierto, De Gaulle se revolvería en su tumba si supiese que su país ya no figura en el top 5 de los estados que mas gastan en defensa.
La cuarta observación es que el estado se reafirma cuando muchos pensaban que su papel seguiría mermando en un mundo cada vez más dominado por las grandes empresas, en particular las tecnológicas. A diferencia de lo que pasa en otros ámbitos como la hacienda, las fuerzas armadas se mantienen fuera del alcance de estos poderosos actores privados. En el gasto militar, el estado recupera su centralidad y supremacía. Su papel en el ámbito de la defensa es simplemente insustituible.
La quinta observación es que el gasto militar, como principal fuente del poder duro (hard power, o la influencia por coerción), es el complemento esencial del poder blando (soft power, o la influencia mediante convencimiento). Europa ha abusado de su poder blando hasta convertirlo en un discurso vacío e inútil, como el plantón de Erdogan a la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen demostró hace poco. En un mundo donde hay cada vez más armas, quién no disponga de las suficientes estará a la merced de los que sí las tengan. Europa en particular debería tomar buena nota que, en el contexto actual, el gasto militar de sus países miembro es una herramienta clave para afirmarse como un actor relevante.
Bien empleado, el presupuesto militar actúa como elemento de disuasión entre los rivales, refuerza el prestigio entre los socios y aliados, contribuye sobremanera a la investigación y desarrollo, y permite mantener y desarrollar industrias de alto valor añadido, cruciales para la economía del siglo XXI
La sexta implicación, derivada de todas las anteriores, es que más que gasto militar, en el contexto actual se debería hablar de inversión en defensa. Bien empleado, el presupuesto militar actúa como elemento de disuasión entre los rivales, refuerza el prestigio entre los socios y aliados, contribuye sobremanera a la investigación y desarrollo, y permite mantener y desarrollar industrias de alto valor añadido, cruciales para la economía del siglo XXI.
Este último factor es particularmente cierto en nuestro tiempo, ya que jamás se había necesitado de tanta tecnología para defender un país. No gastar más en defensa puede salir más caro que nunca.