En un tiempo récord la Comisión Europea (CE), presidida por la alemana Úrsula von der Leyen, ha propuesto una estrategia radicalmente innovadora: el Pacto Verde europeo para conseguir un tipo de crecimiento diferente. Por primera vez la prioridad número uno es la sostenibilidad competitiva en el futuro. Se trata de descarbonizar Europa para que sea el primer continente que logre la neutralidad climática, adaptando todas las políticas al objetivo de un desarrollo sostenible integrador desde el punto de vista ecológico, económico y social.
El Pacto Verde es la respuesta no sólo a los retos climáticos y medioambientales, sino también a los retos sociales que conllevan. Es una estrategia de crecimiento que sitúa la justicia y la equidad en el centro, a través de la iniciativa de un Fondo de Transición Justa, que permita aglutinar los sectores de la economía y los actores sociales a favor de un pacto por y para las personas, para la prosperidad y para el planeta. El objetivo es realizar con éxito una transición económica, ecológica y social. Conseguir un cambio de esta naturaleza requiere movilizar y contar con una amplia participación y el apoyo de la sociedad civil, los gobiernos y los ciudadanos de toda la Unión Europea (UE), a través de un pacto por el clima que nos movilice a todos en torno a este gran objetivo.
Esta propuesta de Pacto Verde llega después de que la UE haya vivido los quince años más difíciles de su existencia (2005-2019), caracterizados por una verdadera «crisis existencial» causada por una proliferación de crisis internas y de amenazas externas, que ya hemos comentado en Posts anteriores . En este sentido, recuerda la propuesta ambiciosa planteada por el Presidente Jacques Delors a la mitad de los años ochenta del siglo pasado, consistente en la creación de un gran Mercado Interior europeo en el horizonte 1992. Aquella propuesta se convirtió en un gran éxito, pues fue capaz de movilizar -como ahora se vuelve a intentar- a la sociedad civil, los gobiernos y los ciudadanos europeos en torno a un gran objetivo. Y significó la superación de la primera gran crisis de la UE que comenzó en 1973 y tocó fondo a mediados de los años ochenta, un periodo de europesimismo similar en duración al último que hemos conocido y que la UE se propone superar con la nueva propuesta de Pacto Verde.
Lo que ahora se propone es una necesidad para la sostenibilidad y un nuevo marco para asociar los ciudadanos, sobre todo los más jóvenes, con el proyecto europeo. Y es también una gran oportunidad para Europa, que podrá desarrollar una estrategia de crecimiento, de competitividad, de reducción de costes y de eficiencia que puede hacernos líderes en los estándares medioambientales y en las nuevas tecnologías verdes. Conviene asimismo resaltar la importante dimensión social: la transición debe ser justa. Esto significa que habrá que poner en marcha los recursos materiales y financieros, las medidas de formación y de acompañamiento que permitan que los sectores productivos puedan adaptarse a este gran desafío.
Dos personajes tienen un papel clave al respecto en el seno de la Comisión Europea, junto a la presidenta alemana de la Comisión Europea: son el Vicepresidente neerlandés Franz Timmermans y el Director General español Daniel Calleja.
La nueva Comisión Europea ha nacido bajo el color verde de la sostenibilidad y ha pasado con rapidez de las definiciones estratégicas verdes a los planteamientos financieros para hacerle frente. A mediados del mes de enero ha presentado el plan financiero para conseguir el gran objetivo de alcanzar la neutralidad climática en 2050. En concreto, prevé movilizar hasta un billón de euros en la próxima década, eso sí, a través de mucha ingeniería financiera. Una inversión de fondos comunitarios relativamente modesta, avalada por dinero de los Estados miembros, y con la participación del Banco Europeo de Inversiones (BEI), que estimularía la iniciativa privada que permita llegar a esta cifra casi mágica que la Comisión Europea ha fijado . Este tipo de ingeniería financiera ya la probó la Comisión Europea anterior, presidida por el luxemburgués Jean-Claude Juncker, con su Plan de Inversiones Estratégicas.
El nuevo plan prevé que 500.000 millones salgan del presupuesto comunitario, a los que se añadirían 114.000 millones adicionales aportados por los estados miembros. A partir de aquí, Invest, el mecanismo europeo para estimular las inversiones, movilizaría unos 279.000 millones en apoyo a proyectos ecológicos, la mayoría del sector privado. Por otra parte, se espera reunir 100.000 millones para el mecanismo de Transición Justa. Estos son los cálculos presentados por la Comisión Europea para fijar la financiación de su gran proyecto, la transición energética. Además de potenciar las inversiones, una parte importante del plan está dedicado a las ayudas a la transición para suavizar el impacto en los sectores y los países que resulten más perjudicados por el cambio energético. Un mecanismo que espera movilizar 100.000 millones de euros para el período 2021 a 2027, que coincide con las próximas «perspectivas financieras» o presupuesto septennal europeo. Una de las piezas esenciales para «no dejar a nadie atrás», en frase acuñada por la presidenta Úrsula von der Leyen, es el Fondo de Transición Justa.
El vicepresidente de la Comisión Europea responsable, Franz Timmermans, acaba de declarar lo siguiente:
«Debemos mostrar solidaridad con las regiones más afectadas de Europa, como las regiones mineras y otras, para asegurar que el Pacto Verde obtenga el apoyo de todos y tenga la oportunidad de hacerse realidad».