Dos días después de las elecciones, Cataluña ha vuelto a presentar su peor cara con manifestaciones y concentraciones que no respetaban el toque de queda de la pandemia, y han practicado una violencia desatada, que ha culminado con el ataque a la comisaría de Vic .
Cataluña ha vivido una noche de disturbios y violencia que en Vic se ha saldado con 4 Mossos heridos, 15 detenidos y la comisaría defendida por 8 mozos, al ser asaltada por unos manifestantes que han hecho uso de una violencia extrema hasta destruir parte de las paredes de cristal de la sede policial. Las imágenes de este asalto y los incendios y destrozos en sus comerciales y bancarias a estas alturas han dado la vuelta al mundo y presentan de nuevo una pésima imagen de Cataluña, que no ayuda nada a normalizar la situación para salir de la crisis económica.
Lo que ha sucedido esta noche del martes muestra la debilidad de los recursos de los Mossos, que serían incapaces de afrontar algunos disturbios simultáneos como los de Vic.
Este hecho crea un poderoso interrogante y genera mucha intranquilidad, más cuando se constata que la seguridad ciudadana está, cuando quieren, en manos de la calle, y que además dispone de la cobertura política del mismo gobierno de Cataluña, del gobierno español y del municipal de Barcelona. No es un hecho anecdótico que no se hayan producido condenas de los disturbios ni que Jessica Albiach, la presidenta del grupo parlamentario de En Comú Podem, exhibiendo su condición de miembro del partido del Gobierno, haya manifestado este miércoles por la mañana en TV3 que lo que ha pasado en la comisaría de Vic lo considera una anécdota, y que no tiene ningún tipo de especial importancia, porque sólo cuenta el encarcelamiento de Pablo Hasél .
Esta persona ha sido el motivo que ha hecho salir a la gente a la calle en Cataluña. Es un cantante de rap que ha sido condenado a 2 años de prisión, pero que, lo que no se explica, que esta condena concreta no es por ninguna canción, sino por sus antecedentes y reiteración delictiva. Hasél tiene cuatro causas previas, y dos no tienen nada que ver con la música, sino que han sido por agresiones, y además muy significativas. Una a un testigo en uno de sus procesos y otra a un periodista.
Estos antecedentes explican su ingreso en prisión y no la canción. Es un pésimo indicio de la salud cívica de la sociedad, y no digamos ya de las instituciones, cuando se carga contra la justicia queriendo ignorar la realidad del por qué ha sido juzgado. Si Pablo Hasél, agresor condenado de un testigo y de un periodista, en lugar de cantar raps llamando a la revolución y poniendo a parir al rey, criticara el feminismo, sería presentado como un monstruo violento que no respeta ni los testigos ni el derecho a informar.
Ahora, según Albiach y de acuerdo con la petición de entrada por su grupo en Madrid, el gobierno debe conceder un indulto a Hasél. Si lo hace, pondrá en evidencia que utiliza » la justicia política» que consiste en proteger a los suyos y castigar a los demás.
El otro gran elemento generador de cobertura del desorden y la violencia, es TV3 que se dedica a blanquear y justificar los ataques y los disturbios y a presentar a Hasél como un mártir de la libertad de expresión. Pero la red de complicidad sobre este estado de cosas responde a otros responsables como el de la misma alcaldesa de Vic, Anna Erra, que no condena la destrucción de la comisaría y la agresión a los mossos, sólo sabe decir que le duele, y lo acaba justificando debido a la represión, que dice que es el problema.
El resultado es una noche de incendios de contenedores, de tiendas y oficinas bancarias asaltadas y de una clara manifestación de impotencia por parte de los Mossos para impedir la destrucción de bienes públicos y privados.
Nos hemos situado, justo después de las elecciones, en manos de los que quieran salir a la calle y agredir, y de la arbitrariedad política. Será bueno a estas alturas oir que dice Salvador Illa que nos prometió que venía a normalizar el país.