Oriol Junqueras ha dado cumplida réplica este domingo, con un artículo a toda página en La Vanguardia, al anterior publicado en el mismo diario y firmado por Carles Puigdemont. Es, o quiere ser, una enmienda a toda plana en la tesis del ex presidente de la Generalitat y en la vía independentista unilateral. El problema es, como siempre, la realidad, porque el papel evidentemente lo aguanta todo, pero los hechos rechazan lo que no encaja con él.
En su intento de conciliar un independentismo encarnizado con haberse convertido en un partido del bloque de España, Junqueras recurre a la historia de ERC presentando que su aspiración a la república catalana ha estado siempre presente en el ideario del partido. No está bien en un historiador como él estirar hasta este extremo el hilo del pasado. La ERC de antes de la guerra civil era republicana en nombre de una república española federal. Los que eran republicanos independentistas era un partido diferente, Estat Català, con el que fueron coligados a las elecciones al Parlamento de Cataluña y que dio la presidencia de la Generalitat a Francesc Macià, fundador de Estat Català. Tampoco era republicano independentista la ERC del exilio ni la reconstituida por Heribert Barrera, sino que se mantenía fiel a su ideario histórico. Tuvo que producirse una ruptura interna provocada por la entrada masiva de la gente de La Crida encabezada por Ángel Colom, que echaron a los republicanos de toda la vida, para que ERC se transformara en un partido independentista. Y eso ya era en los años 80.
En su artículo Junqueras denuncia el agravio fiscal crónico e inaceptable. Lástima que la denuncia no venga acompaña de hechos, porque ahora, al negociar el presupuesto del estado, era una ocasión de oro para poner sobre la mesa este déficit fisca . Y en lugar de eso lo que han hecho Aragonés y Rufián, se supone que con su visto bueno, ha sido plantear una LOAPA fiscal! para detraer capacidad a la autonomía de Madrid, que quiere decir a todas las autonomías de régimen general, y por tanto a Cataluña. Es sin exagerar una propuesta que más bien responde a la lógica de Vox, pero impensable en un partido catalanista. Menos hablar de agravios históricos y más aprovechar la ocasión cuando se negocia.
Ahora Junqueras hace bandera del diálogo con el estado y ya advierte de que no dará frutos inmediatos. La pregunta es ¿por qué ahora es esta la consigna y no lo fue antes del referéndum, cuando él y Marta Rovira empujaron a Puigdemont a convocarlo en contra de su criterio? Esto también merece una explicación, porque aquella decisión nos ha llevado a años y años de esterilidad, y Junqueras está en el origen del problema.
Junqueras mantiene la tesis de que las limitaciones democráticas del estado hacen aumentar las filas del independentismo. Hay que decir que esto ha sido cierto hasta que ha quedado congelado. Hace años que esta opción no se mueve de lugar y que la tesis de ampliar la base no se confirma. Ni siquiera intervenciones policiales posteriores al 1 de octubre, ni con las duras penas a las que él y todos sus compañeros han sido condenados. No hay más gente que vote independencia y en todo caso lo que puede variar es el resultado final en porcentaje y en función de la participación.
El propósito de Junqueras es forzar al estado a aceptar el derecho a la autodeterminación y la amnistía. El problema es que estas reivindicaciones no se han puesto sobre la mesa en un momento tan propicio como el actual, cuando ni siquiera han conseguido asentar la Mesa de Negociación. Es difícil prever el futuro, pero parece improbable que una coyuntura tan favorable en la que ERC, Bildu y UP forman una alianza que traba fuertemente al gobierno, pueda reproducirse en el futuro.
Y llega el momento de la verdad, y ¿qué pasa si esta negociación no tiene resultado, y entonces vamos donde estábamos? Junqueras afirma que en este caso «desembocará en una actuación unilateral del independentismo«. Para no abandonar esta bandera, Junqueras lo que nos dice, es que si el estado no le hace caso para aceptar la autodeterminación, irán por la vía unilateral. No es demasiado diferente de lo que dice Puigdemont. Hay una cuestión de estrategia, porque Puigdemont ya da por hecho que no hay posibilidades de que España acepte el ejercicio de la autodeterminación, que exigiría una reforma constitucional y un referéndum a escala española que parece del todo imposible.
En realidad lo que hace Junqueras, o lo intenta, es situar at calendas graecas la cuestión de la independencia y situarse en el plano de la negociación permanente con Madrid y el muy convergente pájaro en mano. Esto se hace aún más evidente si se considera la afirmación de que ERC quiere «liderar un proyecto que incluya también a los no independentistas», que abre la puerta al futuro pacto con Iglesias y Colau y el posible apoyo parlamentario del PSC. Abandonar explícitamente la vía independentista tiene un coste demasiado alto. Adormecer la base independentista con la literatura a la que tan aficionado es Junqueras basada en que el papel lo aguanta todo, es la salida más rentable.