Niall Ferguson y la lógica incómoda del realismo americano sobre Europa. Una enmienda al relato

Niall Ferguson es uno de los historiadores y analistas políticos más influyentes de la actualidad. Escocés de nacimiento y actualmente vinculado a la Universidad Stanford, destaca por su visión provocadora y a menudo controvertida de la historia global, la economía y el poder. Es polémico por defender que el estudio del pasado es la única herramienta real para predecir el futuro, y por su inclinación hacia la historia contrafactual (preguntarse “qué habría pasado si…”)

Tres grandes temáticas centran los ejes de sus obras: La hegemonía occidental: Estudiar por qué Occidente triunfó y si actualmente está en decadencia ante el ascenso de China. La historia financiera: Cree que no se puede entender la política sin entender cómo se mueve el dinero y la deuda. El orden mundial: A menudo analiza las relaciones entre las grandes potencias (como la relación EE.UU.-China, que él llama “Chimerica”).

Su última obra, aún no publicada en España, le sitúa como un analista destacado de la política exterior americana: Kissinger, Volume II: The Strategist, 1968-2023 (2025) (completando el primer volumen de 2015). Es la culminación de la biografía definitiva de Henry Kissinger, centrada en sus años como consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado de EE.UU.

La actualidad del punto de vista de Niall Ferguson se vio reforzada por un artículo publicado en The Times el 12 de diciembre, reproducido íntegramente por el diario El Mundo el miércoles 17 bajo un título tan explícito como provocador: ¿Por qué la nueva visión norteamericana del mundo tiene su lógica?   El texto era, en esencia, una reivindicación del documento de Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) del presidente Donald Trump, un documento que había generado una ola de críticas casi unánimes en Europa, tanto a nivel político como mediático.

Ferguson empezaba constatando un hecho incómodo: buena parte de las críticas publicadas en los medios europeos no eran sino una reproducción mimética de las posiciones previamente fijadas por los grandes diarios liberales anglosajones, The New York Times, The Economist, The Washington Post o incluso The Wall Street Journal. La impresión que se desprendía era clara: las élites intelectuales europeas han renunciado en gran medida a un criterio propio y se limitaban a importar las consignas de la prensa progresista del establishment estadounidense.

Lejos de menospreciar el documento, Ferguson reivindicaba su importancia, pero lo hacía con matices. Para ello, recurría a una reflexión clásica de Henry Kissinger, escrita en 1968, según la cual no existe propiamente una política exterior de Estados Unidos como plano racional y unitario, sino una sucesión de movimientos, equilibrios y consensos entre múltiples actores que acaban produciendo un resultado no necesariamente previsto. Vietnam era el ejemplo paradigmático.

En este sentido, Ferguson relativizaba el alcance real del documento. Recordaba que el NSS había pasado por muchas manos e instancias –Departamento de Estado, Pentágono, asesores presidenciales, CIA– y que el resultado final era fruto de un equilibrio frágil entre visiones a menudo contradictorias. Esto hacía dudar incluso de que el propio presidente lo hubiera leído con detenimiento o que lo aplicara de forma sistemática. Su naturaleza heterogénea reducía, pues, su estricta fuerza normativa.

Sin embargo, relativizar la importancia formal del documento no significaba rechazar su contenido. Al contrario. Ferguson subrayaba que el NSS recogía ideas profundamente arraigadas en la tradición de la política exterior estadounidense: el realismo nixoniano y la primacía del interés nacional; el reparto de cargas entre aliados; la doctrina reaganiana de la “paz mediante la fuerza”, combinada con el uso del poder blando como instrumento de influencia global.

Uno de los aspectos más relevantes del documento era la recuperación de la centralidad de América Latina. Ferguson consideraba lógico que Estados Unidos priorizase su área de influencia natural y veía en el despliegue naval en las proximidades de Venezuela un ejemplo de este giro estratégico. La dura crítica al régimen de Maduro se acompañaba de un mensaje inequívoco: Washington no permanecería pasivo mientras redes criminales consolidaban imperios del narcotráfico con efectos devastadores sobre la juventud estadounidense.

En este contexto, Ferguson celebraba la estrategia de reforzar alianzas con países como Argentina y contrarrestar la expansión económica de China en la región. Cuando se preguntaba cuál era su reacción ante este cambio, respondía con una expresión tan simple como elocuente: «ya era hora «.

Según Ferguson, la virulencia de las críticas de medios como The New York Times o The Wall Street Journal se explicaba sobre todo por qué el documento cuestionaba frontalmente la noción de “nación indispensable”, asociada a las presidencias de Kennedy, Clinton o Bush. El NSS rechazaba la idea de que Estados Unidos tuviera el deber de vigilar e intervenir en todo el mundo, calificando estas ambiciones de grandilocuentes y poco realistas.

No era una crítica nueva. Ya en otros momentos se había advertido que la acumulación de compromisos militares y diplomáticos en el exterior coexistía con una preocupante degradación de las infraestructuras internas: puentes envejecidos, ferrocarriles obsoletos, déficits estructurales impropios de una potencia desarrollada. En este sentido, Ferguson veía en el documento una dosis notable de realismo.

Europa aparecía en un segundo plano, pero eso no era, a su juicio, ningún desprecio. Simplemente reflejaba una jerarquía de intereses: primero, el hemisferio occidental americano; después el continente europeo inmerso en sus propias contradicciones. Tampoco es como para poner el grito en el cielo… si uno es realista.

Ferguson no ahorra críticas en Europa. Asumía como válidos muchos de los reproches formulados sobre las restricciones a las libertades, el creciente peso de organismos transnacionales que erosionaban la soberanía, las políticas climáticas extremas, la crisis demográfica, las tensiones migratorias y una censura política cada vez más evidente. Advertía que, con las tendencias actuales, Europa podría resultar irreconocible en veinte años y cuestionaba si estaría en condiciones de seguir siendo un aliado sólido.

Por último, defendía como positiva la búsqueda de un entendimiento con Rusia y una salida negociada a la guerra de Ucrania. No por ingenuidad, sino por puro interés estratégico: evitar una escalada incontrolada, restablecer la estabilidad y permitir la reconstrucción de un estado viable.

En definitiva, Ferguson llamaba al realismo del documento sobre estrategia. Considera que lo que dice no era extravagante ni ofensivo. Solo hace que cuestionar una ideología dominante en la Unión Europea que ha fracasado en el horizonte presente. Confundirla con Europa es lo mismo que hace Sánchez con el Gobierno de España: confundirlo con el interés por su propia supervivencia.

Ferguson pone frente al espejo Europa: menos ideología y más realismo estratégico. #Ferguson #Geopolítica Compartir en X

Creus que davant tants processos judicials que afecten el PSOE i a instàncies del Govern es pot qualificar la situació de corrupció sistèmica?

Mira els resultats

Cargando ... Cargando ...

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.