Converses ha seguido de cerca el proceso por el que la Unión Europea quería prohibir la venta de coches nuevos con motores de combustión interna a partir de 2035.
En menos de un año, el texto original impulsado por la Comisión y el Parlamento Europeo se ha visto modificado in extremis por la presión de un grupo de países contrarios a la medida. Liderada por Alemania, esta revuelta también ha incluido a Italia, Polonia, Hungría, República checa y Bulgaria.
El pasado 27 de marzo se supo que la Comisión aceptaba la condición impuesta desde el segmento más pro-industria del gobierno alemán. Ésta introducía una excepción para los vehículos que funcionaran exclusivamente con un motor de combustión interna alimentado por combustibles sintéticos, siempre y cuando éstos no liberaran a la atmósfera dióxido de carbono.
Es una buena noticia en muchos sentidos. Presentamos cinco a continuación.
1. Medio ambiente
Primeramente, para el medio ambiente , puesto que la fabricación de vehículos eléctricos hoy en día (y previsiblemente en un futuro a medio plazo) contamina hasta un 70% más que la fabricación de los de gasolina.
Sin contar además con una clara mayoría de la electricidad que se consume en Europa proviene de fuentes no renovables (un fenómeno que se ha extendido aún más a raíz de las sanciones de la UE contra el gas ruso), y que la esperanza de vida de las baterías actuales es inferior a las de los motores de combustión interna.
Si se tienen en cuenta todos estos factores, el vehículo eléctrico puede resultar claramente más contaminante que los coches más recientes de gasolina, aunque los estudios realizados en la materia son contradictorios y dependen de muchísimos factores a analizar.
2. Seguridad energética
En segundo lugar, para la seguridad energética de Europa, puesto que extender el vehículo eléctrico a la gran masa del parque automóvil europeo es incompatible con las redes de producción y distribución eléctrica del Viejo Continente. Éstas no están absolutamente preparadas, tal y como hemos podido comprobar con los miedos que había para pasar el invierno. Más aún ahora que Europa ha rechazado importar gas natural proveniente de Rusia.
Además, técnicamente las fuentes renovables no se pueden generalizar ya que no existen modos eficientes de almacenar electricidad para responder a los picos de demanda o a los bajones de producción, mientras que el uranio, el gas natural o los combustibles sintéticos, sí.
Más allá de estas constataciones, cabe añadir que nunca es buena idea poner todos los huevos en la misma cesta y que la economía moderna ya depende demasiado de la disponibilidad de electricidad como para poner más entre sus manos la movilidad.
3. Soberanía industrial
En tercer lugar, para nuestra seguridad industrial y soberanía económica, puesto que Europa es totalmente dependiente de China por la extracción de las materias necesarias para fabricar celdas de baterías y el ensamblaje de las mismas.
Peor aún, la propia industria de generación de electricidad por fuentes renovables, como pueden ser la eólica o la solar, está cada vez más en manos de empresas chinas, en detrimento de las europeas a pesar de haber sido en muchos casos pioneras en estas tecnologías.
4. Una nueva oportunidad para liderar el sector del automóvil mundial
En cuarto lugar, para la propia industria del automóvil europea (y en particular la alemana, seamos claros), que tiene en el sector de los combustibles sintéticos un futuro prometedor y una posición muy avanzada a nivel mundial, mientras que China es el número uno indiscutible de las tecnologías eléctricas de movilidad y nos lleva una ventaja prácticamente imposible de recuperar.
De hecho, la razón principal por la que los vehículos eléctricos de marcas europeas como Volkswagen no son competitivos se debe a que dependen de las importaciones de componentes críticos chinos. En cambio, la mayor parte de los rivales de este país empezaron precisamente diseñando y fabricando baterías eléctricas antes de concebir coches, y disponen por tanto de cadenas de suministro integradas, o al menos muy cortas.
Incluso Tesla está sufriendo mucho la competición del gigante asiático, cuyas ventas se están desplomando en la propia China ante marcas autóctonas como BYD, que han desarrollado en la sombra tecnologías capaces de competir de tú a tú con la empresa de Elón Musk.
5. Esperanza para las clases medias
Y en quinto y último lugar, los combustibles sintéticos pueden contribuir a equilibrar algo la balanza en favor de las clases medias, en claro retroceso en todo el Viejo Continente como indican todos los estudios recientes.
Esto es así por un lado porque en países como España las clases medias no pueden permitirse en la mayoría de casos un vehículo eléctrico adaptado a sus necesidades Lejos de tender a igualarse con los coches nuevos de gasolina o diésel, el precio de los coches eléctricos a medio plazo corre el riesgo de salir volando por las dificultades de suministro de materias primas y la guerra comercial que ha estallado con China. Claro que están todavía por ver cuáles serán los costes de producción de vehículos y combustibles sintéticos producidos masivamente, y por tanto su precio.
Por otra parte, la aparición de una industria del motor propulsado por combustibles sintéticos puede salvar cientos de miles de puestos de trabajo en toda Europa que no serán necesarios para la construcción de automóviles eléctricos, más sencillos de producir. Además, puede abrir muchos nuevos altamente cualificados y relacionados con sectores clave como la industria química, tradicionalmente puntera en Europa, o la ingeniería de materiales.