Este verano hubo escaramuzas neogalicanas que ahora se confirman.
Antes estudiábamos que no se puede dar una norma para un caso particular, sino como criterio de aplicación general. Hoy tenemos conocimiento de un comunicado del director general d’Afers religiosos por el que explica que en el territorio de Catalunya hay que extremar el cumplimiento de las normas y modifica la Resolución SLT/2700/2020, de 29 de octubre, que pretendía garantizar la libertad religiosa y de culto y que, para ello, disponía un límite del aforo del 30% en actos religiosos, ceremonias civiles, bodas, servicios religiosos y ceremonias fúnebres. Ahora la autoridad gubernativa que ejerce el legítimo monopolio de la violencia, pero que por encima de ello debe respetar el ejercicio de los derechos y libertades básicas constitucionalmente reconocidas y garantizadas, rectifica. Lo hace, por supuesto, de acuerdo con las indicaciones de la autoridad sanitaria. Rectifica el criterio que establecieron hace dos semanas de manera que no solo habrá que limitar el acceso al 30%, sino que tampoco el total de persona podrá ser mayor de 100 persones. La autoridad pide que la norma se respete “desde ahora mismo” (“des d’ara mateix”, comunicat de 11-XI-2020, 17hs, 42’, 27’’) antes de ser publicada (sic). Se apoya, por supuesto, en la razón ilustrada “en atención a la situación sanitaria y en beneficio de todos”. Creo haber visto esta situación hace unos años en una dictadura africana cuando desde la autoridad nos llegaban recomendaciones de actuación si queríamos conservar el uso de la catedral católica, cuya cesión estaba a punto de ser renovada…o no. No sé si recuerda otras renovaciones.
El neogalicanismo del que se habló en julio pasado, consiste es esto, precisamente. Los poderes públicos pretenden domesticar a una Iglesia para que sea leal y dócil. Si la Iglesia obedece las indicaciones, aunque no sean previamente publicadas y sean particulares, los poderes públicos quizá se lo reconozcan, pero si no “obedecen”, aunque cumplan estrictamente la normativa vigente declarada por esa misma autoridad pública, en ese caso, quizá se tome nota para una próxima ocasión. Para los neogalicanos la colaboración de la Iglesia es necesaria.
Como se escribió hace cuarenta y cinco años: “El Neogalicanismo es una práctica de integración de la Iglesia y sus funciones sociales, realizada desde el poder político en una coyuntura en que éste necesita la recuperación esas funciones para la legitimación de su proceso de modernización social” (la cita es de un escrito de 1975 de Álvarez Bolado). El intento de instrumentalizar a la Iglesia para que abrace sólo una causa “parcial” exige disciplina.
Diez años después de aquel escrito, los obispos catalanes aclararon que esperaban “libertad religiosa, sana laicidad, autonomía de las realidades temporales y respeto a la pluralidad de opciones” y “libertad para evangelizar”. Parece que no es así. Cumplir con la norma no es suficiente. Hay que ser leal con la autoridad y obedecerla, incluso interpretar qué quiere decir, incluso hacerlo antes de que la autoridad civil lo diga, incluso antes de que lo publique.
En la era del enfrentamiento has de estar con la autoridad, si quieres ser y parecer “bueno”.
Sólo hay un “pero”. En una democracia los ciudadanos no obedecemos, sino que cumplimos la normativa que emana de la legítima autoridad. La obediencia es de otro tiempo o para otras relaciones.
En una democracia los ciudadanos no obedecemos, sino que cumplimos la normativa que emana de la legítima autoridad. La obediencia es de otro tiempo o para otras relaciones. Share on X