Es la primera vez en su historia que el diario de referencia de Cataluña, La Vanguardia, arremete en un editorial contra el Vaticano. El 25 de junio, con el título » Injerencia del Vaticano en Italia«, La Vanguardia criticaba duramente la Santa Sede por haberse pronunciado formalmente en relación con una ley en trámite expresando sus reservas, porque según la secretaría de estado considera que la aplicación de algunos puntos de la ley podrían afectar negativamente la libertad de manifestación de la Iglesia.
Es evidentemente un gesto inédito, no porque sea la primera ocasión en la que la Santa Sede y el gobierno italiano discrepan en materia legislativa, sino porque habitualmente las anteriores diferencias no se han producido en términos tan formales como es hacer pública una nota diplomática. La cuestión en controversia es una ley sobre las personas y asociaciones LGBTI, que como en otros países ha sucedido, en concreto el nuestro, contiene formulaciones que según y cómo se interpreten evidentemente dan pie a la censura y a la penalización. De hecho este colectivo es el único que goza de legislaciones tan detalladas y específicas que le otorgan un estatus privilegiado en el seno de la sociedad. Está claro que la legislación italiana no llega al extremo de la catalana, en la que se establece la inversión de la carga de la prueba; es decir, que el acusado debe demostrar su inocencia cuando es denunciado, en lugar de lo que constituye la garantía del estado de derecho, consistente en la demostración de la culpabilidad.
De hecho, La Vanguardia, en esta evolución, que el editorial registra, ha dedicado una atención creciente al colectivo LGBTI y a la defensa de sus intereses. Por ejemplo, la semana anterior, a lo largo de tres días sucesivos (el 22, 23 y 24 de junio), la corresponsal en Alemania, Mari Paz López, dedicó tres artículos en página entera al conflicto que se había producido en Munich porque el alcalde socialdemócrata quería que el estadio de la capital encendiera los colores configurando la bandera LGBTI con motivo del partido que Hungría debía jugar en esta sede. La UEFA se opuso y el estadio no se iluminó. Lo que sí que se hizo como sustitutivo fue distribuir a las puertas del estadio 10.000 banderas LGBTI. La iniciativa, sin embargo, tuvo un mínimo resultado pues se podían contar las escasas enseñas con los colores del arco iris que después se vieron en el campo.
Sea como sea, dedicó a este asunto tanta atención, que muestra la gran sensibilidad del diario por los temas de esta naturaleza, y señala un cambio claro de orientación en su moderación habitual, que el editorial contra el Vaticano confirma.