Si la campaña para las municipales y autonómicas de Sánchez fue un desastre, la de las generales del PP por el momento va por el mismo camino, y no será que se le presenten escenarios desconocidos. Porque todo el lío guarda relación con la forma en que aborda sus pactos con Vox. Y aquí no hay cisne negro que valga. Desde el primer momento los populares saben que de una forma u otra tendrán que pactar con Vox si quieren gobernar.
Mientras los socialistas son capaces de acordar con la inmensa mayoría de partidos, salvo con Vox, el PP no tiene esa capacidad. Las contradicciones evidentes entre el discurso que ya venía meses atrás, de la candidata a la presidencia de Extremadura atacando a Vox pese a que era el partido que formaba gobierno con el PP en Castilla y León y que después han cerrado un acuerdo en Valencia y, previsiblemente, lo harán en otros lugares, la dificultad de Nuñez Feijoó y su portavoz de desarrollar un discurso coherente con continuidad a lo largo del tiempo, les está haciendo perder pistonada y poniendo en riesgo lo que hace meses nos habían anunciado las encuestas.
No era tan complicado, o por lo menos eso nos parecía. Sólo se trataba de asumir con realismo y sinceridad el escenario: “Queremos gobernar solos, haremos todo lo necesario para que nos otorgue la confianza que lo haga posible, si esto no es por la voluntad de su voto, pactaremos de acuerdo con nuestro programa con aquellas fuerzas que estén dispuestas a dialogar y si ésta es Vox, lo asumiremos con toda normalidad”.
Una reflexión de este tipo es perfectamente inteligible para el fiel y potencial electorado del PP. Pero han preferido, como en otros temas, hacer el juego del avestruz y sumergir la cabeza bajo tierra, esperando que el elefante desaparezca de la habitación y, cómo no, así no se puede hacer política de estado. El PP con su afán legítimo de atrapar todo tipo de voto, acaba siendo un exponente de un partido que vive continuamente con un complejo de inferioridad frente a la izquierda, que comporta que ésta habitualmente sea la que marque la agenda de lo que se puede decir y lo que no.
Consecuencia : las encuestas realizadas entre el 25 y el 26 de junio señalan un ligero aumento del PSOE y Sumar y un principio de inflexión a la baja del PP, por lo que entre las cuatro encuestas ya una no otorga a estas dos formaciones la mayoría absoluta. Se trata de la de Sigma Dos para El Mundo: 140 diputados PP, 35 Vox, empate con Sumar y el conjunto a un escaño de la mayoría absoluta.
Las otras tres encuestas otorgan una cifra de escaños al PP que oscila entre 138 (Sociométrica para El Espanyol) y 145 (NC Report para La Razón). En estos casos Vox obtiene entre 44 escaños en la primera encuesta y 38 en la segunda. Los socialistas se mueven en torno al centenar de escaños según la encuesta, un mínimo de 94 y un máximo de 102. Mientras que Sumar oscila entre 29 y 35 escaños. Pero está claro a este grueso que es siempre claramente inferior al del centroderecha, hay que añadir todo el numeroso grupo que configuran ERC, Bildu, PNV, y otros aliados.
Los resultados de las encuestas no son dramáticos, cabe resaltarlo, pero sí que representan un punto de inflexión. Si el PSOE en este mes que queda logra acercarse o llegar a los 120 escaños y, o, Sumar puede situarse como tercera fuerza en las circunscripciones pequeñas, si ese escenario no probable, pero sí posible, se diera, Sánchez volvería a gobernar.
Y es que los errores se pagan, está claro que alguno como éste del PP y Vox se vuelve incomprensible porque no es normal que después de meses y meses de saber que la opción se pondría sobre la mesa, no hayan tenido tiempo de construir un buen relato y definir una estrategia común tanto para las autonómicas como para las generales.