Hace pocos días los alcaldes afectados por la riada de la Conca del Francolí exclamaron que se sentían totalmente abandonados por el gobierno de Cataluña. Razón no les falta. Han pasado 100 días y el ejecutivo catalán aún no ha aprobado las ayudas prometidas. Y subrayamos el concepto de aprobado. Es decir, después habría toda la tramitación hasta que las ayudas fueran efectivas. ¿Cómo es posible que se tarde más de 3 meses en hacer un decreto de urgencia para atender una situación catastrófica?
Pero este no es el único hecho, con anterioridad ya se produjeron situaciones similares en relación con los incendios de la Ribera d’Ebre del verano pasado y, yendo más atrás, en los del Empordà.
Pero más allá de las ayudas, hay omisiones que resultan aún más incomprensibles: la limpieza de las consecuencias del desbordamiento del Francolí se inició pero, de forma sorprendente, quedó parada e incompleta. ¿Por qué? Tampoco se ha procedido indagación para explicar cómo fue posible que en pocos minutos el nivel del río subiera 4, 5 y hasta 7 metros. No fue el agua caída, sino este repentino aumento del caudal lo que tuvo el efecto destructor.
La gente del país conoce la causa. El abandono de la Agència Catalana de l’Aigua en la limpieza de los cauces de los ríos hace que, cuando un aguacero tiene suficiente intensidad, arrastre troncos, basura y todo tipo de objetos, que en el caso del Francolí encontraron el obstáculo del puente viejo de Vimbodí, que actuó como presa hasta que reventó. Y aquí radica la naturaleza de la catástrofe.
Como catastrófico fue el desembalse a destiempo al río Ter, que también ha ocasionado importantes daños. Todo esto significa importantes responsabilidades políticas que afectan en primer término al conseller Damià Calvet, así como a la cadena de responsabilidades por debajo de él, pero nadie ha dimitido ni ha sido destituido.
El Parc Agrari del Llobregat exclama una vez más que el anegamiento / inundación de sus campos no se debe sólo a la lluvia, sino al abandono de los sistemas de drenaje. Mucho calificar de «parque agrario», mucho cantar las excelencias de la agricultura de proximidad, pero luego, a la hora de gestionar esta realidad, ni cinco. Esto explica que los presidentes de las cooperativas agrarias de Gavà y Viladecans declararan que «las infraestructuras hidráulicas son muy frágiles, obsoletas e insuficientes. Lo hemos denunciado en reiteradas ocasiones desde el año 2009». Es decir, hace una década que los gobiernos de la Generalitat tienen sobre la mesa este problema.
De hecho, desde 2018 el anegamiento de los campos es una imagen recurrente, porque también los mecanismos de bombeo son insuficientes para desaguar al mar. Y entendámonos, este es un problema exactamente de 2 millones de euros. Poca cosa para un gobierno que ahora exhibe presupuestos que dicen que repartirán dinero a troche y moche. Y aún queda el gran capítulo del Delta del Ebro, que ha emergido con fuerza como noticia por los efectos de la tormenta «Gloria», pero que tiene un problema estructural grave y complejo sobre el que existen respuestas técnicas bien conocidas, pero ningún plan gubernamental.
La afectación de las hectáreas agrícolas es grande. Al menos 17.000, de las cuales 13.900 están en la provincia de Girona, y otras 2000 en los arrozales del Delta del Ebro. En este sentido, la previsión de once millones por parte de la Generalitat ya ha sido considerada escasa por las organizaciones agrarias, más si se considera que también se aplicarán a las inundaciones de suelo agrícola de octubre pasado y que aún esperan las ayudas.
Y qué decir de la continuada pérdida de arena de muchas de las playas catalanas, que cuesta una millonada mantener. Es evidente que los efectos del mar son la causa directa de este deterioro, pero lo que la Generalitat no explica es que esta dinámica negativa se ve multiplicada porque la orientación de los puertos deportivos que colman todo nuestro litoral limitan en gran medida el proceso de regeneración natural en las playas al sur de estas instalaciones, que actúan como una especie de diques de contención de la aportación de nueva arena.
Todo hace evidente que la década perdida que estamos viviendo está rasgando las costuras que cosen materialmente nuestro país, y que no tenemos delante ni a gobernantes ni partidos políticos capaces de afrontar las grandes necesidades de tanta falta de atención.