Lo que nos ha enseñado la COVID

No es mi intención, en estas líneas, fiscalizar a las administraciones sobre lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal durante los casi dos años que llevamos de pandemia.

Pretendo, eso sí, hacer unas reflexiones sobre una serie de lecciones que considero  nos han enseñado de que, gracias al sistema del cómo vivimos en el primer mundo, tan necesario son una buena cobertura de servicios sociales como un buen tejido de actividad económica, de empresarios, de emprendedores que crean riqueza y generan empleo y que estén firmemente apoyados por las administraciones.

Esta pandemia probablemente nos ha enseñado que aquellos países con un buen sistema de servicios públicos, independientemente de si ha habido más o menos muertos, la buena cobertura de los mismos ha servido y está sirviendo para que la gente no se quede atrás y para que la gente haya podido ir subsistiendo en unos momentos en que no se podía trabajar.

Por otro lado, el inicio de la salida de la pandemia también nos ha enseñado que aquellos que critican y que son a la vez contrarios a la actividad económica y a la creación de riqueza por parte de los empresarios y de los emprendedores se están dando cuenta que sin estos creadores de riqueza y de empleo difícilmente se podría estar reactivando la actividad consiguiendo algunos sectores llegar a niveles similares a la prepandemia.

Ha quedado muy claro que la política de recortes en servicios sociales ha sido equivocada, como también ha sido equivocada la política que ataca la actividad económica. Ha quedado muy claro que en aquellos lugares en los cuales se han reforzado los servicios públicos o aquellos países en los cuales no se han abandonado los servicios públicos, esta pandemia ha servido para dar visibilidad a la importancia de los mismos. Además, está ayudando a mejorar la gestión de los mismos.

La globalización, que ha hecho que el tercer mundo sea la fábrica de occidente, tiene que cambiar

Esta pandemia, por otro lado, nos está enseñando que cuando las administraciones ayudan y facilitan la actividad económica, si las administraciones son lo que se llama “business friendly” mejoran la salida de las crisis provocadas por diferentes factores, como es el caso de la pandemia. También ha quedado claro lo dependientes que somos del exterior: no teníamos mascarillas, no teníamos respiradores, no teníamos muchos productos o muchos componentes de fabricación de otros productos. La globalización, que ha hecho que el tercer mundo sea la fábrica de occidente, tiene que cambiar. En un mundo en el que se han tenido que cerrar las fronteras tenemos que volver a industrializar occidente para no tener que ser tan dependientes.

Pongamos ahora el ejemplo de Barcelona:

¿Qué hubiera pasado, por ejemplo en Barcelona si no hubiera una buena cobertura social respaldada, evidentemente, por el resto de administraciones para aquellos que se quedaron temporalmente o definitivamente sin empleo? ¿Qué hubiera pasado en Barcelona si no hubiera unos buenos servicios sociales que ayudaran a los colectivos más vulnerables en tiempos de pandemia?

Esta pandemia también, como he dicho antes, está ayudando (o debería ayudar) a mejorar la gestión de estos servicios, está dejando claro que las mejores políticas sociales son las de la prevención y aquellas que son más finalistas y no para la gestión de las entidades que se “ocupan” de los servicios. Esta pandemia también ha dado a conocer  a muchos la profesionalidad y la importancia de la red de entidades del tercer sector, sin las cuales muchas personas, muchas familias, lo habrían pasado francamente peor. Mención aparte a la gran labor que han realizado entidades religiosas que, como siempre, tanto con pandemias o no, han estado y están al pie de la calle para servir y acompañar a los más vulnerables.

El Ayuntamiento de Barcelona,  que se ha caracterizado estos últimos años como un Ayuntamiento receloso de la actividad económica,  ha tenido que dar marcha atrás sobre unas cuantas decisiones tomadas en prepandemia para que se pudiera reactivar la economía y, por ende, dejar de perder empleos. Ada Colau se ha caracterizado por ser claramente anti actividad económica privada, se enfrentó, por ejemplo, con el Gremio de la Restauración o con las entidades de comercio, y ahora ha tenido que recular con ambos para conseguir reactivar la economía de la ciudad. La gestión responsable se impone al dogmatismo.

Lo que nos ha enseñado la pandemia, lo que nos ha enseñado la COVID es, que en aquellos lugares en los cuales hay, por un lado, una buena cobertura social y unos buenos servicios públicos, en los que hay  unos buenos fundamentos sociales y éticos y un buen tejido empresarial, están mejor preparados hoy que hace dos años para cualquier nueva posible crisis, sea sanitaria o de cualquier otra índole económica.

El Ayuntamiento de Barcelona, que se ha caracterizado estos últimos años como un Ayuntamiento receloso de la actividad económica, ha tenido que dar marcha atrás Clic para tuitear

 

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