Las extrañas cosas de la brecha de género y sus contradicciones

Un mantra del feminismo de este país es que existe una gran brecha salarial entre hombres y mujeres. La realidad comparada en el contexto europeo, que indiscutiblemente es el más favorable a la mujer de todo el mundo, señala unas conclusiones contrarias, y además constata cómo los estereotipos entre países chocan con la realidad estadística.

En los últimos datos de Eurostat podemos obtener una visión sobre este aspecto.

Concretamente, el de la brecha salarial entre hombres y mujeres no ajustada, en ingresos brutos y por hora trabajada. Si el resultado se da en términos ajustados, la diferencia sería menor. Los 10 países en los que la diferencia es menor son por este orden: Grecia, Irlanda, Luxemburgo, Rumanía, Eslovenia, Italia, Polonia, Bélgica, Chipre y España. Concretamente, la brecha en el caso español es del 9,4%, prácticamente inexistente en Grecia e Irlanda, del 4,2% en Italia y del 4,5% en Polonia.

Vale la pena constatar cómo los países con menor diferencia salarial no son ni centroeuropeos, ni nórdicos, ni anglosajones que normalmente se consideran que son los que tienen más igualdad entre hombres y mujeres. Son básicamente mediterráneos, latinos, con una fuerte impronta religiosa, como Polonia, Italia, Irlanda o Grecia.

En contrapartida, los países donde se presentan mayores desigualdades salariales son Letonia y Estonia, empezando por la cola, con magnitudes que se sitúan entre el 21% y el 22%, Alemania y Austria, por encima del 18%, Finlandia con el 16, 7%, Francia con 15,8%, Países Bajos con 14,2%, Dinamarca el 13,9% y Suecia el 11,2%.

Por tanto, los centroeuropeos y especialmente los nórdicos con Francia formando parte de este colectivo, son los que expresan una mayor diferencia salarial. Si esta brecha económica es sinónimo de desigualdad, estos países la tienen en un grado extraordinario muy superior al español.

De hecho, ocurre algo parecido con la violencia de género, en la que España, pese a la tragedia cotidiana y disponer de leyes y juzgados especiales, está entre los países de Europa con menos violencia de este tipo junto a Italia, Grecia e Irlanda, mientras que los países nórdicos se sitúan en lo alto de los feminicidios de pareja.

Sin embargo, en el caso de la desigualdad salarial existe una explicación que el feminismo oficial nunca tiene en consideración.

La principal causa de esta diferencia no radica en que por un mismo trabajo paguen menos a una mujer que a un hombre, sino que la estructura de los puestos de responsabilidad es favorable a los hombres. Y ahí juega otro factor, que es de la maternidad. La mujer se sitúa fuera del mercado de trabajo por ser madre y normalmente después durante un tiempo para dedicarse al cuidado de los hijos, reduciendo su retribución salarial.

Por otra parte, una proporción importante de mujeres a partir del momento en que son madres, sobre todo si es el segundo hijo, dejan la actividad profesional o la reducen en una proporción importante. Ésta es la cruda realidad.

Este hecho se confirma si se considera la tasa de actividad femenina por cada uno de estos países. Entonces podemos constatar cómo los países con menor tasa de actividad tienden a presentar menos brecha salarial que los que la tienen muy elevada porque son aquellos en los que la mujer está con mayor abundancia en el mercado de trabajo y registra más los períodos de baja actividad relacionados con la maternidad.

Mientras que en los países donde la mujer está menos incorporada al ámbito laboral, las que están presentes tienen menos hijos o ninguno y este hecho se traduce en una menor diferencia en el sueldo medio por hora trabajada, porque las que tienen más vocación maternal ya no se han incorporado al mercado laboral o lo han hecho en un corto período inicial de su vida.

Estas consideraciones nos permiten constatar la complejidad de este tipo de cuestiones y cómo la demagogia de un determinado tipo de feminismo impone los hechos.

Y todavía podemos complicarlo un poco más si consideramos otro tipo de brecha, la digital de género de acuerdo con el denominado sistema de indicadores de género y TIC (SIGTIC).

Aquí se produce otra paradoja. Los países que presentan una mayor igualdad en este ámbito (Letonia, Francia, Finlandia, Dinamarca, Suecia) son precisamente aquellos que presentaban una mayor brecha salarial y a la inversa, quienes tienden a estar por debajo de la media de la igualdad digital de género son quienes presentan en términos relativos una menor brecha en este sentido.

La contradicción es flagrante, porque se presupone que las habilidades digitales mejoran la cualificación profesional y, por tanto, deberían tener una determinada relación con la brecha salarial, pero no es así. Una mayor igualdad en el ámbito del dominio digital y de las TIC entre hombres y mujeres determina el escenario opuesto en lo que se refiere a la diferencia entre salarios.

Vale la pena tomar nota para constatar la complejidad de estos fenómenos y acabar de una vez por todas con la broma de la brocha gorda de pintar nuestra sociedad aquí y en el conjunto de Europa como dominada por algo que le dicen pratiarcado.

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