En Davos, Sánchez ha presentado una visión optimista de la situación económica española acudiendo a los datos que así lo expresan. Es lógico, todo gobernante debe presentar mensajes positivos del país y de lo que hace, sobre todo en su proyección exterior, pero no al precio de esconder la realidad cuando ésta es negativa y lo que es peor no actuar para modificarla. Porque el mensaje optimista no es incompatible, todo lo contrario, con intentar corregir los graves desequilibrios de la economía española. Y esto segundo es lo que Sánchez no hace.
Es cierto que coyunturalmente el 2023 ha ido mejor de lo que la mayoría pensaba y, por tanto, los resultados han sido mejores que las expectativas, lo que siempre infunde una sensación bien humana de confort. Pero esta coyuntura favorable, debida sobre todo al turismo y a los fondos Next Generation, no puede hacer olvidar el declive español . Sí, declive porque no de otra forma debe calificarse el continuado retroceso de la convergencia con la renta per cápita de la UE.
Ahora, España ya ocupa el puesto 18 en esta clasificación entre los 26 países de la UE. Lo que significa que otros estados que se han integrado más tarde y que partían de peores condiciones, ya nos han superado. Este retroceso es evidente, objetivo y no admite discusión. Sin embargo, el gobierno español no quiere abordarlo porque sería reconocer la evidencia y además asumir que una parte importante de este avanzar como los cangrejos se ha llevado a cabo en el período Sánchez.
La razón esencial y bien conocida es la baja productividad española y el problema añadido es que el gobierno no hace los deberes. En 2016 la UE acordó que todos los países debían tener consejos nacionales para la productividad. Una iniciativa que nacía sobre todo pensando en países como España, donde este tema es un grave problema. Se trataba de crear una institución que siguiera las variables que determinan la productividad, analizara las causas y problemas y propusiera soluciones. Debían ser instancias independientes de la política, como el caso de AIReF en el caso español. Pues bien, 7 años después España es uno de los pocos países, junto a Italia y Estonia, que no ha creado ni espera hacerlo esta tan necesaria institución.
El problema es tan evidente que se ha intentado enmendar la carencia desde la iniciativa privada. Y así la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) han creado el primer observatorio de la productividad (OPCE), que estudiará, no sólo la situación de evolución de la productividad del trabajo y del capital, sino de la más importante de todas y más difícil de determinar cómo es la total de los factores (PTF) y cada año publicarán un informe.
Ahora ya han realizado el primero y han constatado que a lo largo de este siglo España ha sufrido un retroceso en su productividad del 7,3%. Lo que explicaría, y eso lo añado yo, el por qué nos alejamos de la renta media de la UE.
Por ejemplo, en el mismo plazo en Alemania la PTF ha crecido un 11,8%, lo que significa que hemos divergido en dos décadas prácticamente casi 20 pp de la economía alemana y esto es muchísimo.
Existen muchas causas que explican este hecho, desde el bajo gasto en I+D+i , una inadecuada combinación de los recursos productivos, la pequeña dimensión de la empresa española, la insuficiente incidencia de los sectores productores de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) y los que son intensivos en este recurso.
Cabe pensar que en la Europa de los 11 (EU-11), el peso de las TIC sobre el total del PIB es del 5,25% por 7,63% en esta Europa más desarrollada. Italia se sitúa por delante de nosotros con un 6,17%. En contrapartida somos el país que presenta un mayor porcentaje, casi de la mitad, de sectores menos intensivos en TIC.
También existe otro factor, como es el extraordinario crecimiento de la inmigración que estimula los sectores de baja productividad, porque disponen de mano de obra en buenas condiciones de coste. España crece en cantidad de trabajo, pero no en intensidad y esto hace que en términos comparativos retrocedamos.
Si seguimos en el período Sánchez, el resultado es realmente malo. En el marco de la OCDE y por el período 2018-23, en este caso referido a la productividad del trabajo, España ocupa el último puesto, con una pérdida del 3,8%. Es realmente un resultado pésimo. Para situar una referencia, Italia, donde tampoco en este ámbito se atan los perros con salchichones, ha registrado un negativo de 0,2%, por tanto, casi 15 veces mejor resultado que el español. Por no hablar de países como Hungría, 6,3% de crecimiento, y más Polonia, que alcanza casi un 14% y que a este ritmo será el nuevo país que hará el sorpaso en España, con la diferencia en este caso que se tratará de un estado de dimensión territorial y demográfica similar al nuestro.
La productividad de hoy es la renta per cápita de mañana, y si esto no se resuelve, el mal estado de la economía española continuará, pese a las apariencias coyunturales.