El pasado 4 de julio, Día de la Independencia y Día de Estados Unidos, el presidente Donald Trump se dio el gusto de promulgar la “ley fiscal” que debe implementar un buen número de promesas electorales.
Entre sus medidas, destacan el incremento de los gastos militares, la financiación de su campaña de expulsión de inmigrantes, la bajada de impuestos, y en paralelo diversas reducciones presupuestarias, incluyendo el programa Medicaid.
Durante una ceremonia en la Casa Blanca que incluyó un desfile aéreo de los bombarderos furtivos B-2 que habían bombardeado a Irán unos días antes, Trump proclamó que Estados Unidos entraba en su “edad dorada”.
El presidente republicano Trump se había fijado como objetivo firmar la ley fiscal con ocasión del 249 aniversario de la independencia del país respecto de la corona británica, algo que fue posible porque la votación final de la ley en la Cámara de Representantes tuvo lugar in extremis el día antes.
En sus escasos seis meses en el gobierno, Donald Trump ha insuflado un ritmo dramático en la acción de gobierno, obteniendo numerosas victorias.
En materia de política interna, está desplegando sus políticas contra la inmigración irregular como tenía previsto y pese a las mediatizadas manifestaciones en Los Ángeles.
El Tribunal Supremo (que Trump mismo decantó a favor de los conservadores durante su primer mandato) le ha blindado recientemente contra las decisiones del poder judicial que querían, como sucede a menudo en Europa, extralimitarse en su función de vigilar la acción del gobierno.
La bolsa, como el índice S&P 500, vuelve a estar en máximos históricos después de un susto a raíz de los aranceles.
En la esfera internacional, la decisión de intervenir militarmente en Irán en apoyo de Israel arrancó un acuerdo de alto el fuego de la parte del régimen de los ayatolás, y demostró de paso su vulnerabilidad. En Europa, Trump se paseó en la cumbre de La Haya como el patrón de la Alianza. El numerito en solitario de Pedro Sánchez quedó en esto, un espectáculo, porque él mismo firmó la declaración querida por el presidente de Estados Unidos como todos los demás líderes europeos.
Sin embargo, hay algunas sombras
Trump tenía grandes esperanzas puestas en las que conseguiría rápidamente que las armas callaran en Ucrania, pero el inmovilismo de Kiev, y sobre todo el de Moscú, le han acabado desengañando. De hecho, el presidente ya ha pasado a lo que advirtió sería su plan B, endurecer las sanciones contra Rusia.
Trump también ha perdido a uno de sus socios clave durante la campaña electoral del año pasado, Elon Musk. Aunque se trataba de una alianza casi imposible de mantener a causa de las profundas diferencias ideológicas entre los dos hombres, y que sin duda ha beneficiado mucho más al presidente que al empresario.
Más allá de la pertenencia de sus políticas, es innegable que Donald Trump es un presidente que gobierna de forma eficaz y ofrece resultados a sus electores. La diferencia con la situación europea, donde los líderes gobiernan a golpe de anuncios mediáticos y regulaciones inaplicadas, no podría ser más flagrante.
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