En el 2020, la industria espacial ha acelerado su mutación iniciada años atrás por los actores puramente privados.
Tras consolidar el uso del primer cohete privado en el transporte de los astronautas estadounidenses, el Falcon 9 de SpaceX, el último grito son las constelaciones de mini satélites para proporcionar internet de banda ancha en todo el mundo.
La consultora especializada en el espacio Euroconsult prevé que durante la próxima década se pongan en órbita más de 1.000 satélites cada año. La gran mayoría de estos estarán destinados a proveer servicios de telecomunicaciones.
De momento, la empresa líder en las constelaciones dedicadas a internet es Starlink, filial de SpaceX de Elon Musk . Esta empresa norteamericana ha acelerado los lanzamientos durante 2020, y prevé que la puesta en marcha de los servicios comerciales llegue en el 2021.
Su competidor más inmediato, OneWeb , se declaró en quiebra al inicio de la crisis sanitaria por falta de liquidez pero fue rescatado por el gobierno británico y el conglomerado empresarial indio Bharti Global en julio. La empresa espera seguir poniendo satélites en órbita a finales de año.
OneWeb cuenta actualmente con 74 de los 650 satélites previstos en el espacio, mientras que Starlink tiene ya 893 de los 12.000 que proyecta (y que quiere aumentar progresivamente hasta los 30.000).
Los primeros ensayos operativos de la empresa de Musk empezaron este verano con los bomberos y la protección civil del estado de Washington. Este otoño el servicio se quiere probar con los habitantes del norte de Estados Unidos. El estreno comercial se prevé en el 2021 con internet para toda América del Norte.
La entrada de las GAFAM en la carrera espacial
En tercer lugar en esta nueva carrera espacial se sitúa Kuiper, una iniciativa del fundador de Amazon, Jeff Bezos. Su proyecto pretende desplegar 3.256 satélites, aunque no ha lanzado todavía ninguno.
Alphabet, la propietaria de Google, se encuentra detrás de la comercialización de los servicios de internet de Starlink.
Otra GAFAM que avanza en el ámbito del espacio es Microsoft . El gigante de la informática se ha asociado también con Starlink y con el operador de satélites tradicionales SES. El objetivo es ofrecer los servicios del Cloud seguro de Microsoft a través de conexiones por satélite en todo el mundo.
Facebook no se queda tampoco atrás : la empresa de Mark Zuckerberg ha anunciado la creación de su propia filial espacial, Athena, que ya prepara el lanzamiento de un primer satélite.
Apple también ha invertido recientemente en contratar ingenieros de telecomunicaciones y aeroespaciales para encontrar un hueco en la exploración.
Los grandes líderes tecnológicos estadounidenses (conocidos como GAFAM por el acrónimo de Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) han encontrado un nuevo sector donde seguir haciendo fortuna: competir con los operadores de telecomunicaciones tradicionales, como Orange o Vodafone.
Para los gigantes de servicios por internet, el espacio no es otra cosa que un nuevo canal para transmitir datos y ampliar así los servicios actualmente basados en las redes terrestres y los cables submarinos.
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Parte del interés de utilizar el espacio como canal se encuentra en el hecho de que más de 3.200 millones de personas (cerca de la mitad de la población mundial) no disponen todavía de un acceso a internet al faltar las infraestructuras terrestres.
Incluso en los países desarrollados siguen habiendo «agujeros» en las redes de comunicaciones. En estas zonas grises viven millones de personas (se calcula que unos 20 sólo en Estados Unidos) que disponen de conexiones a internet mediocres o extremadamente caras.
Es la primera vez que los gigantes tecnológicos estadounidenses invierten masivamente en infraestructuras y maquinaria. En definitiva, en bienes tangibles. Todo un signo de la importancia que ha cobrado el espacio en los últimos años.
Para Europa, donde las empresas no disponen de nada que se parezca al capital acumulado por las GAFAM americanas, la nueva conquista del espacio es un nuevo aviso de la obsolescencia y dependencia en la que el Viejo Continente puede caer .
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