Una de las características del gobierno de Sánchez es la continuada formulación de anuncios de reformas, grandes medidas, paquetes de nuevas iniciativas que se van sucediendo a lo largo del tiempo. Al final ocurre que nadie sabe exactamente a qué se ha comprometido el presidente del gobierno y qué fiabilidad tienen sus compromisos, más allá de un brindis al sol.
Tenemos el ejemplo más reciente con el caso de la producción y exportación a Europa de hidrógeno verde por medio del hidroconducto submarino Barcelona-Marsella. Remontémonos más o menos al origen. Situémonos en 2015, campaña electoral para las elecciones el 20 de diciembre. Sus grandes objetivos eran afrontar lo que llamaba desafíos relacionados con la falta de oportunidades, la desigualdad, la confianza en las instituciones y la convivencia. Y ahora hacemos un breve paro y reflexionamos sobre si estos cuatro aspectos han mejorado o, por el contrario, se arrastran por el suelo. Sobre todo los dos últimos, la confianza en las instituciones y la convivencia. El de la desigualdad puede ser matizado e incluso excusado por las crisis acumuladas que se han vivido desde ese año, y el de la falta de oportunidades también presenta un serio déficit. Quería entonces reformar la Constitución para hacerla federal, mejorar la educación, cambiar el estatuto de los trabajadores, abordar el Pacto de Toledo para dotar de estabilidad a las pensiones y hacer una reforma fiscal.
En estos momentos la única modificación sustancial y positiva ha sido en relación con la legislación laboral y, sobre todo, en lo que se refiere a la generalización de los contratos fijos discontinuos en sustitución de los temporales. La ley de educación ha resultado más un problema que una solución. Y las demás cuestiones brillan por su ausencia.
Y pasamos ahora a lo más inmediato, las 10 grandes reformas que la UE le pide para poder utilizar todos los fondos Next Generation, 72.000 millones a fondo perdido y 67.300 en créditos de bajo interés. Un volumen de ayuda increíblemente alto y que, como en la historia de Europa, debería servir para cambiar sustancialmente la base económica española.
Para ello la UE le pide:
- Reforzar el sistema sanitario. No se ha hecho prácticamente nada.
- Un plan de ajuste presupuestario a medio plazo. No existe.
- Medidas compensatorias para las pensiones a fin de asegurar su estabilidad y solvencia. Está en proceso, pero no está ni de lejos regulado.
- Combatir la alta tasa de temporalidad laboral. La figura del fijo discontinuo ha significado una mejora sustancial, pero sigue siendo un hecho que la empresa española, por una u otra vía, sigue haciendo un uso extraordinario de personas sin vinculación regular a la empresa.
- Mejorar la eficacia de las ayudas sociales. Nada se ha hecho. Precisamente la característica es todo lo contrario. Los enredos burocráticos, la lentitud de la administración para gestionar y dar respuesta y la falta de coordinación con las comunidades autónomas hacen que los recursos destinados a este tipo de ayudas lleguen de forma muy incompleta, tarde y mal a las personas que los necesitan.
- Un pacto para impulsar la educación. El gobierno impuso manu militari la ley Celáa y una vez más seguimos con una legislación provisional porque cuando se produzca la alternancia en el gobierno la ley de enseñanza volverá a cambiar. Sánchez no ha tenido el menor interés en un pacto sobre la educación.
- Unidad de mercado contra la fragmentación económica. Está como estaba. Totalmente pendiente.
- Ahorrar energía y combatir el cambio climático. En este apartado sí que ha habido importantes iniciativas por parte del gobierno y, por tanto, es un epígrafe que se ha mantenido activo y con voluntad de construir una política. El inconveniente, y no pequeño, es que los resultados no acompañan porque en 2022 los gases que calientan el clima aumentaron un 5,7% en España, situándose claramente por encima de las emisiones de 1990.
- Idear las políticas de I+D. También ha habido medidas en este ámbito, aunque el mundo científico las considera claramente insuficientes.
- Impulsar el tren de mercancías. Poco, por no decir nada, se ha hecho en esta decisiva materia. Porque al igual que en gobiernos anteriores, parece que el único ferrocarril que interesa es el lujo del AVE.