«Las plantas tienen nuestros cinco sentidos y otros quince», así lo constata el científico italiano Stefano Mancuso, neurobiólogo vegetal y fundador y director del laboratorio Internacional de Neuobiología Vegetal.
Mancuso constata que, aunque las plantas no tienen ojos ni oídos como los animales, «perciben todas las gradaciones de la luz y las vibraciones sonoras», además de los cambios magnéticos, eléctricos, los gradientes químicos y la presencia de patógenos.
El mito de hablar a las plantas
Si escuchan, ¿sirve entonces de algo que les hablamos o que les pongamos música? Mancuso asegura que no. Si bien pueden escuchar ciertas frecuencias, sólo sienten bien las bajas, que son aquellas que corresponden a sonidos naturales como el de una corriente de agua, por lo que “hablar o cantar a las plantas es perder el tiempo”, asegura el científico.
¿Tienen olfato y gusto?
Su olfato y gusto son muy sensibles, según Mancuso, «perciben las moléculas químicas» que, además, utilizan para enviar mensajes de peligro a otras plantas: «una forma de hablar en la que cada olor es un mensaje», aclara el científico. El neurobiólogo explica también que «si un insecto le come las hojas, la planta produce al instante determinadas moléculas que se difunden a kilómetros de distancia y que avisan a otros vegetales de que hay un ataque en curso».
También tienen ciertas relaciones altruistas. Hay una investigación de hace años en Canadá que aisló a un gran abeto para que no tuviera acceso al agua y los abetos de alrededor le pasaron los nutrientes durante años para que no muriera.
Incluso pueden hacer que los insectos recuerden mejor su estancia en la planta si a ésta le interesa. «Estudios recientes demuestran que un naranjo o un limonero en flor actúan de manera diferente según la cantidad de polen que lleve el insecto». Si lleva mucho, argumenta el científico, “hacen que aumente la cantidad de cafeína en el néctar para activar su cerebro, para que recuerde esta planta y vuelva a ello”. Si lleva poco, cortan la cafeína.