Las ficciones del presidente Sánchez

El presidente Pedro Sánchez parece decidido a sumergirnos en un mundo de ficción en el que él es la única referencia, reinterpretando la realidad según sus necesidades políticas. En sólo 48 horas, ha puesto en escena dos ejemplos de esta estrategia, mostrándonos cómo construye un relato alejado de los hechos para consolidar su poder.

Uno de estos ejemplos fue la presentación de los actos para conmemorar los supuestos “50 años de libertad” en España, en los que participaron nada menos que 11 ministros, un despliegue que cuestiona si en algunos ministerios el trabajo cotidiano es realmente tan exigente. Según el anuncio, se celebrarán más de 100 eventos a lo largo de 2025, comenzando el 8 de enero. Sin embargo, el problema histórico es evidente: en 1975, lo único que ocurrió fue la muerte de Francisco Franco tras una larga enfermedad. No hubo un cambio inmediato de régimen ni una instauración de un estado de derecho.

Franco murió el 20 de noviembre de 1975, y dos días después, Juan Carlos I fue proclamado rey conforme a las leyes franquistas. Entonces, el presidente del gobierno, Carlos Arias Navarro, continuó en su cargo hasta su dimisión en julio de 1976, cuando el rey nombró a Adolfo Suárez como presidente del Gobierno. Fue Suárez, junto a figuras como Torcuato Fernández-Miranda y el propio monarca, quien impulsó la transición democrática. Entre julio de 1976 y finales de ese año, se inició la legalización de asociaciones políticas, pero sólo parcialmente, y en diciembre se aprobó en referéndum la Ley para la Reforma Política, que abrió el camino hacia las elecciones democráticas de 1977 y la Constitución de 1978. Estas últimas sí que son fechas simbólicas dignas de ser conmemoradas en nombre de la recuperación de la libertad.

Por tanto, vincular la “recuperación de la libertad” únicamente en 1975 es una tergiversación histórica. Ignorar el arduo trabajo realizado a partir de 1976 para desmontar las estructuras del franquismo no sólo es injusto, sino que oculta el papel clave de líderes como Adolfo Suárez, Torcuato Fernández-Miranda, Felipe González, Santiago Carrillo y otros como Cañellas y Pujol en Cataluña y Arzallus y Ajuriaguerra en el País Vasco. Celebrarlo exclusivamente en 1975 reduce la narrativa histórica a la muerte de Franco, dejando en el olvido el verdadero esfuerzo colectivo que condujo a la democracia.

El caso de la vivienda: otra distorsión de la realidad

En el Congreso, Sánchez ofreció otra muestra de su habilidad para moldear la realidad. Aseguró que en Catalunya, gracias a la aplicación de la Ley de Vivienda, los alquileres han descendido un 5%, y anunció la construcción de 30.000 viviendas en esta comunidad. Ambas afirmaciones resultan dudosas.

El dato del 5% es un informe parcial de la Generalitat que no cuenta con confirmación independiente; de hecho, el Observatorio de Alquileres señala que los precios en Cataluña han subido un 0,95% en el mismo período. Peor aún, la aplicación de la Ley de Vivienda ha provocado la retirada de 10.000 inmuebles del mercado de alquiler en Catalunya, 9.000 de ellos en Barcelona. Esto significa que, de los 27.000 pisos que han salido del mercado en toda España, un tercio corresponde a esa comunidad. La reducción de la oferta agrava el acceso a la vivienda y contribuye al aumento de precios, justo lo contrario de lo que se pretende.

El enfoque de Sánchez, basado en promesas grandilocuentes y la creación de empresas públicas que raramente prosperan, ha agravado el problema de la vivienda. Soluciones reales, como la generación de suelo urbanizable, la simplificación de trámites administrativos y ayudas directas al alquiler, brillan por su ausencia en su estrategia.

La narrativa económica: una ficción más

Sánchez tampoco escatima en ficciones para presentar a España como un modelo económico. Recientemente utilizó un artículo de prensa extranjera para afirmar que el país tiene la mejor economía del mundo. Aunque es cierto que indicadores como el PIB y el empleo muestran mejoras, el Gobierno ignora cuestiones fundamentales como la divergencia de la renta per cápita respecto a la Unión Europea, el bajo nivel de productividad y la fuga masiva de talento joven cualificado. Estos problemas estructurales, lejos de resolverse, se han profundizado en los seis años de gobierno socialista.

El gobierno de Sánchez parece más preocupado por construir ficciones que por afrontar los problemas reales del país. Su relato se sustenta en promesas vacías y manipulaciones históricas, destinadas a afianzar su imagen, mientras la realidad avanza en sentido contrario.

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