Ahora que ha finalizado el concurso de ascenso de agentes de la policía autonómica se ponen de manifiesto las consecuencias abusivas de la voluntad del gobierno Aragonès y la acción del consejero Elena de “feminizar” los mandos de la policía a toda costa.
En el recientemente finalizado concurso se presentaron 81 mujeres y 432 varones. El resultado ya de entrada hace daño a los ojos porque aprobaron a más del 50% de las mujeres por sólo un 29% de los hombres. ¿Cómo es posible esa diferencia de casi 2 a 1? ¿Porque los resultados de las mujeres son mejores? No, es totalmente lo contrario, y es consecuencia de la discriminación que sufren los hombres policías de la Generalitat de Catalunya.
De entrada, las pruebas físicas son mucho menos exigentes, como si en condiciones de necesidad la realidad exigiera menos preparación física por ser una mujer que un hombre. En este punto existe una poderosa distorsión ocasionada por el feminismo de la discriminación que supedita el servicio y la seguridad del ciudadano a las famosas cuotas, que, en este caso, son además abusivas. De modo que se aceptan policías que tienen una condición física muy inferior a la que se considera necesaria para el buen ejercicio del servicio.
Pero siendo ésta una cuestión importante no es la más grave. El departamento de Interior había reservado 43 plazas para mujeres sargentos para un total de 83 aspirantes. Ya se ve que era un exceso de reserva de plazas para mujeres, porque aquellas 43 debían aprobar sea como sea, lo que ha hecho que una mujer pueda ser sargento con una puntuación mínima de 60,27 puntos, dejando fuera a muchos agentes de la policía que han obtenido baremos superiores pese a la mayor dificultad de las pruebas físicas, que son uno de los componentes del concurso. 19 de las 43 mujeres han sacado puntuaciones inferiores a las de los mossos excluidos. El primer hombre que ya quedó fuera de la carrera de sargento sacó un 70,96 puntos, superior a la mujer número 24 que logró 70,32 puntos. De esa cifra hasta la 43 son mujeres que serán sargentos con resultados muy inferiores a los de los hombres. Éste es el resultado de las pruebas, que comprenden un cuestionario teórico, un test psicotécnico, un caso práctico y la famosa prueba física que siempre representa una prima de puntuación para las mujeres.
Sin privilegios sólo habrían llegado a sargento, y como mucho, 23 mujeres y no 43. Y si las pruebas físicas hubieran sido más equilibradas; ya no digamos iguales, la cifra habría sido más baja todavía. La intervención discriminatoria del gobierno de Aragonès ha dejado fuera del ascenso a 84 hombres que se lo merecían por su puntuación y eso es mucho.
Y las consecuencias también lo son. De cara al cuerpo policial, porque crean un profundo malestar y una desconfianza hacia el futuro mando de las mujeres. Forzar de este modo las cosas no genera mejores condiciones para la mujer, por el contrario, sólo consigue el rechazo mayoritario de sus compañeros, que las contemplan como privilegiadas por razones políticas e ideológicas. Este hecho a quien perjudica es sobre todo a las mujeres válidas, aquéllas que igualmente habrían sido sargentos sin incurrir en discriminaciones tan abusivas. Pero, el perjuicio, también es hacia el ciudadano, porque resulta que su seguridad, el buen servicio policial se ve condicionado porque el feminismo quiere, sea como sea, que las mujeres logren una determinada proporción, aunque sea de la mano de la injusticia más flagrante. El feminismo de exclusión de los hombres juega con el dinero público y nuestra seguridad. Tenemos derecho a reclamar que se ponga fin a tanta arbitrariedad.
Hay especialidades de la policía que tienen unos requisitos específicos, en los que las diferencias entre hombres y mujeres son secundarios, podrían realizarse oposiciones y pruebas específicas limitadas a estos campos y no alterar de este modo el funcionamiento global de la policía.
(La información sobre los datos ha sido publicada en “X” por el periodista Aleix Mercader).