Las consecuencias económicas de la guerra Israel-Hamás

A nadie se le escapa que, desde el fatídico 7 de octubre en el que el grupo terrorista Hamás asaltó a Israel, el efecto que se quería conseguir era inflamar Oriente Medio entero.

En concreto, ¿qué podía esperar obtener Hamás de su ataque indiscriminado?

En primer lugar, forzar a Israel a responder con contundencia (como lo ha hecho efectivamente), con el efecto colateral, pero inevitable, de atizar la furia de las poblaciones árabe-musulmanas en todo el mundo y de parte de la opinión pública occidental. El medio para llegar: hacer de la población de Gaza mártires de su causa.

En segundo lugar, enterrar definitivamente las perspectivas de una solución pacífica basada en los dos estados –aunque Israel por su parte ya debía de facto descartarlo desde hace tiempo.

Terceramente, poner contra las cuerdas la economía de los aliados de Israel, la gran mayoría occidentales y dependientes todavía (aunque cada vez menos) del precio de las energías fósiles.

Consecuencias económicas de la guerra

Los precios de la energía y la inflación

En este contexto, el Banco Mundial publicó el 30 de octubre una nueva edición de su informe periódico Commodity Markets Outlook, con un capítulo especial dedicado a las “implicaciones potenciales a corto plazo del conflicto en Oriente Medio”.

¿Decidirán los estados árabes imponer un embargo de petróleo similar al de la guerra del Yom Kippur de 1973?

Si la guerra se alarga, y todo apunta a que Israel está decidida a proseguir y ampliar su ofensiva terrestre en Gaza, ¿decidirán los estados árabes imponer un embargo de petróleo similar al de la guerra del Yom Kippur de 1973? Según el informe del Banco Mundial, entonces los precios del crudo se incrementaron en un 50% en el transcurso de tan sólo tres meses.

¿Qué podría ocurrir en 2023, exactamente 50 años después? Como apunta Martin Wolf, economista jefe del Financial TimesOriente Medio produjo el año pasado el 33% del petróleo mundial y contenía todavía el 48% de las reservas mundiales conocidas. Una quinta parte de la producción de crudo mundial atraviesa además el estrecho de Ormuz, que Irán, uno de los aliados más incondicionales de Hamás, podría bloquear desde la orilla norte.

Por el momento, los efectos de la guerra Israel-Hamas sobre el crudo han sido modestos (incrementos registrados del 7%), y de hecho los precios han subido con mucha más fuerza en el caso del gas natural (35%). Las élites económicas alemanas están maldiciendo a los saboteadores de los Nord Stream 1 y 2 en septiembre del año pasado.

Aunque Occidente depende cada vez menos del petróleo y del gas, y en particular del proveniente de Oriente Medio, la exposición a las fluctuaciones de sus precios tiene todavía potencial para desestabilizar profundamente la economía.

El informe del Banco Mundial contempla tres escenarios según la intensidad de las perturbaciones en el petróleo, que van desde una reducción de la oferta de entorno el 2% mundial a prácticamente el 8%. En este último caso, el precio del crudo podría acercarse a los 160 dólares, que en precios reales supondría casi su máximo histórico. Un escenario aún peor sería el cierre total del estrecho de Ormuz.

Independientemente de la evolución del conflicto militar en Gaza, un nuevo incremento de los precios de la energía, por modesto que sea, hará reavivar la inflación en Europa y Estados Unidos. Aquí lloverá sobre un terreno no ya mojado sino inundado, incrementando aún más las probabilidades de una recesión general y continuada.

El espectro de una crisis alimentaria

Las consecuencias económicas de la guerra Israel-Hamas no se limitan con mucho a los precios de las fuentes de energía. El informe del Banco Central también recoge que el número de personas que padecen “inseguridad alimentaria severa” se incrementó en más de 200 millones tan sólo entre 2019 y 2021. Es también seguro que en 2022, la guerra de Ucrania hizo empeorar sensiblemente esta tendencia, en parte por los mismos precios de los cereales y en parte por los de la energía necesaria para producir alimentos, pero todavía no se tienen datos consolidados.

Los problemas con la producción alimentaria implican no sólo tensiones internas que pueden poner en peligro los regímenes de los países afectados (especialmente en África y en el propio Oriente Medio), como ya sucedió en los meses previos a las “Primaveras árabes” de 2010 -2011, sino también incrementar aún más la presión inmigratoria sobre Europa . Por su parte, el Viejo Continente parece más dispuesto que nunca a impedir nuevas entradas irregulares en su territorio. La tensión está servida.

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